Admonición a los turistas.
 

        En la estación inmediata se anuncia otro agente. Me pone en las manos un hermoso libro de propaganda del Board of Tourist Industry. El libro lleva por título "The Lure of Japan", y en uno de sus párrafos el Nipón nos declara lo que no le es grato oír de nosotros. El señor Akimoto, que escribe interpretando los deseos del Japón, no se queda corto. Con toda llaneza la Industria Turística japonesa nos dice en el 'nimio umbral del país que no es el Nipón el que se adaptará a nosotros, y si más bien nosotros los que debemos adaptarnos a él.
 
        The Lure of Japan nos amonesta: «Procura no servirte de los términos: oriental, este, lejano oriente, asiático, al hablar de cosas del Japón o al escribir sobre el Japón. Somos una parte del oriente, pero nada en nuestra vida es oriental, y sí exclusivamente japonés.
 
        "No es preciso que os preocupéis de los objetos de vuestra pertenencia. En nuestro país no hay tantos ladrones como en vuestras grandes ciudades. En nuestro país no roban ni los más pobres.

        "No temáis durante la permanencia en nuestras ciudades. Aun de noche podéis frecuentar las calles en que vive la gente más pobre. Nosotros no tenemos gangsters ni secuestradores. No se molesta a las señoras cuando van solas por la calle. En nuestro país son tanto más cuidadosos del honor cuanto más pobres.

        "No busques el carácter esencial del Japón en lo externo de nuestras ciudades modernas: ellas se han transformado sólo hace medio siglo, tomando por patrón el estilo arquitectónico occidental. No esperéis de estas lineas modernas correspondencias de belleza clásica, y sed justos en la medida de comparar nuestras ciudades con las del cccidente.

        "Vivimos una existencia a la par occidental y japonesa. No intentamos, por lo tanto, impresionaros con las manifestaciones exteriores de vuestra civilización.

        "No leáis libros anacrónicos sobre el nuevo Japón, por que os acercaríais a nosotros con falsas esperanzas. No tenemos nada de exóticos. Aquellas lecturas no harian más que preparar vuestra desilusión al encontraros con lo ópuesto a lo que imaginabais.

        "Guardaos de dirigiros a un súbdito japonés con el simple: boy - como es costumbre en los países de habla inglesa. - Recuérdese la protesta de nuestros estudiantes cuando un profesor inglés se les dirigió en aquellos términos. Si al dirigiros a alguien cuyo nombre es Smith le llamais Smith san, esto equivale a: honorable señor Smith. Y no hacemos excepción al hablar con los que son nuestros servidores.

        "Nos sería grato que, una vez puestos en contacto con el Japón, se os ocurriera preguntar cómo sus hijos son tan ponderados en la paz y tan bizarros en la guerra, y cómo ha logrado el Nipón colocarse tan prontamente a la cabeza de las naciones. Bien venidos sean todos los que nos visitan, pero triplemente bien venidos los que espontáneamente os sentís movidos a hacernos tales preguntas".

        Hasta aquí el edificante sermón dedicado a los forasteros.


                                                                            Edgard Lajtha. El Japón. Ayer, hoy y mañana. 1936