MUERTE DEL EMPERADOR ANTOKU EN LA BATALLA DE
DAN-NO-URA (1185).
FRAGMENTO DEL HEIKE MONOGATARI.
Entonces, la dama Nii, ya resuelta a llevar a cabo su idea, vistióse con un vestido doble de oscuro luto gris y, alzando sus largas faldas, puso la Sagrada Joya bajo su brazo y en su faja la Sagrada Espada. Cogiendo al emperador en brazos, dijo: "Aunque no soy más que una mujer, no caeré en manos del enemigo. Acompañaré a mi Señor Soberano. Que me siga aquel que lo desee". Y se desplazó lentamente hacia la borda del navío.El emperador contaba entonces tan solo con siete años de edad pero parecía mucho mayor. Era tan adorable que parecía irradiar una brillante aureola y su largo cabello negro le caía suelto espalda abajo. Con una expresión de sorpresa y ansiedad en el rostro, preguntó a la dama Nii:"¿Dónde me lleváis?".
Ella se volvió hacia el jovencísimo soberano con lágrimas en las mejillas y le contestó: "Tal vez Vuestra Majestad no sepa que ha renacido para ocupar el trono imperial en este mundo como resultado del mérito en las Diez Virtudes acumulado en anteriores existencias. No obstante, ahora un malvado karma os reclama. Volveos hacia el este y despedíos de la divinidad del Gran Santuario de Ise, y luego hacia el oeste y recitad el nembutsu, para que el buda Amida y los Santos os den una bienvenida en la Tierra Pura del Oeste. Japón, pequeño como un grano de mijo, es ahora un valle de lágrimas. Existe una tierra pura de felicidad bajo las olas, una capital donde no existe el dolor. Es allí donde llevo a mi Soberano".
Confortándole, guardo su largo cabello entre sus ropas tornasoladas. Cegado por las lágrimas y juntando sus pequeñas manos, el infante imperial se volvió en primer lugar al este, para despedirse de la divinidad de Ise, luego hacia el oeste, para recitar el nembutsu. La dama Nii le apretó en sus brazos y con las palabras: "En las profundidades del océano está nuestra capital", se hundió por fin con él bajo las olas.