DESCRIPCION DEL JAPON Y SUS GENTES POR EL PADRE VISITADOR DE LA COMPAÑIA DE JESUS ALEJANDRO VALIGNANO

        La gente de Japón es toda blanca y de mucha policía, porque aun los plebeyos y labradores son entre sí bien criados y a maravilla corteses, que perescen ser criados en corte; y en esto esceden no solamente a las otras gentes de Oriente mas a los nuestros de Europa.

        Es gente muy capaz y de muy buen entendimiento y los niños son muy ábiles para deprender todas nuestras sciencias y disciplinas, y decoran y aprenden a leer y escrebir en nuestra lengua mucho más fácilmente y en menos tiempo que nuestros niños en Europa; ni en la otra gente baxa hay tanta rudeza e incapacidad como en nuestra gente, antes comunmente son todos de muy buen entendimiento, bien criados y expertos.

        Tiene también otros ritos y costumbres tan diferentes de todas las otras naciones, que paresce estudiaron de propósito cómo no se conformar con ninguna gente. No se puede ymaginar lo que acerca desto passa; porque realmente se puede dezir que Japón es un mundo al reués de como corre en Europa; porque es en todo tan diferente y contrario, que quasi en ninguna otra cosa se conforman con nosotros; de manera que en el comer, en el vestir, con las honrras, en las cerimonias, en la lengua, en el modo de tratar, en el asentarse, en el edificar, en el seruicio de sus casas, en el curar los heridos y enfermos, en el enseñar y criar sus niños, y en todo lo demás, es tan grande la diferencia y contrariedad, que no se puede escrebir ni entender. Assimesmo los colores y cosas, que a nuestros ojos paresce muy bien, ordinariamente no les contenta tanto a ellos; y lo que agrada a su vista tenemos nosotros en menos cuenta; por lo qual lo blanco, que nosotros tenemos por color alegre y festiuo, tienen ellos por luto y tristeza, y se alegran mucho con lo negro y morado, que nosotros usamos y traemos por luto. Pues no es menor la contrariedad en el oydo; porque nuestras músicas de vozes y instrumentos comunmente les hieren las orejas, gustando en extremo de sus músicas, las quales realmente nos atormentan el oydo.

        Assimesmo muchas cosas, de que nosotros usamos para olores, como incienso benjuí y otras cosas semejantes, ellos no las pueden sufrir, usando ellos de otros, hechos a su modo.

        Y para que se entienda aún más algo de lo que acerca desto passa, me extenderé un poco: como nosotros quitamos la gorra o sombrero, y nos leuantamos en pie para honrar a los que vemos, assi ellos, por lo contrario, se quitan el zapato y se sientan, teniendo por suma descortesía recebir alguno en pie: nosotros gustamos de tener los cabellos ruvios y los dientes blancos, mas ellos assí los unos como los otros tiñen con tinta haziendolos negros, dexando para gente baxa y abatida los dientes blancos y cabellos ruvios. Nosotros cabalgamos en un caballo por la parte yzquierda, metiendo en el estribo el pie yzquierdo para cabalgar; ellos lo hazen al contrario, cabalgando por la parte derecha.

        Hasta las trévedes han de poner al revés de nosotros en el fuego, porque ponen los pies para arriba y el círculo para abaxo.

        Más causa de espanto es ver la manera del curar, de sus medicinas y maneras de regimiento, quán contrario lo tienen todo a lo que nosotros usamos; porque todo lo que nosotros concedemos a los enfermos les vedan ellos, concediéndoles, por el contrario, lo que nosotros les defendemos. Y assi tienen por cosa pestilencial para los enfermos, gallinas, pollos, cosas dulces, y casi todo lo demás que nosotros les damos: y danle ellos por cosa prouechosa pescado salado y fresco, limos, caramujos, y otras cosas amargas y saladas, y hallan por esperiencia que les hazen prouecho. Nunca sacan sangre, y las purgas que dan son tudas muy olorosas y suaues, en lo que nos lleuan mucha ventaja, siendo las nuestras tan hediondas y pestilenciales.

        Quanto a lo que toca al vestir y comer son tan particulares, que no se puede dar a entender lo que en esto passa; porque siendo su modo de vestir muy polido y limpio, en nenguna cosa se parece con el nuestro: y mucho menos se puede entender quál sea la manera de seruicio en su comer y sus guisados y potages; porque, guardando en todo mucha limpieza y grauedad, no tienen nenguna semejança con nosotros; porque cada uno come en su propria mesa, y sin tener nenguna manera de manteles ni seruilletas, ni cuchillo, ni tenedores, ni cucharas; solamente con dos palitos, que ellos llaman faxeis, se negocian con tanta limpieza y destreza, que sin tocar nenguna cosa con la mano, no dexan caer del plato en la mesa ni una sola migaja; y comen con tanta modestia y cortesia, que no tienen menos reglas acerca de como han de comer que acerca de las otras cosas. Y fuera del vino que hazen de arroz, con el cuel ellos huelgan mucho, siendo para nosotros muy pernicioso, al cabo de su comer siempre beuen agua caliente, inuierno y verano, y tan caliente, que no se puede pasar sino a tragos: y los manjares que comen son tales y guisados de tal manera, que no tienen cosa en que se parezcan, ni quanto a la substancia, ni quanto al sabor, con las cosas de Europa. En fin, es todo e manera, que hasta hombre que se acostumbre a sus comeres pasa mucho trabajo y pena.

        Y no menos se padece en su manera de asiento; porque están las rodillas en el suelo, asentados sobre sus pies, en cuclillas, como nosotros dezimos, cosa que para ellos es descanso, y para los otros grandíssimo cansancio y pena, hasta que poco a poco se van acostumbrando con el tiempo.

        En el modo de tratar son muy prudentes y discretos, porque nunca son pesados con quexas, murmuraciones y con contar sus miserias, como hazen los nuestros de Europa, porque ellos tienen para sí que cuando se va a visitar alguno no se le ha de dezir cosa que le de desgusto; y assi nunca vienen a contar sus trabajos ni agravios ni quexas, porque, como professan ser sufridores de todo trabajo y de mostrar grande ánimo en las aduersidades, digieren dentro de sus pechos sus cosas que padecen, como mejor pueden; y quando se encuentran o van a visitar a alguno, muestran siempre grande ánimo y alegre rostro, y o no tratan nada de sus trabajos, o no más que con una palabra los tocan riéndose dellos, como si no los sintiessen y no hiziessen dellos nenguna cuenta. Y como quiera que sean tan contrarios a todo género de murmuración, nunca tratan de vida agena, ni andan con quezas de sus príncipes y señores, mas tratan de otras cosas conforme al tiempo y otras ocasiones, detiniendose no mas de quanto les parece que pueden dar gusto y contentamiento a los que visitan.

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        Y finalmente tienen todos sus ritos y costumbres tan diferentes de las demás naciones, que no se puede fácilmente entender ni aprender, sino con mucho tiempo. Y cierto que es maravillosa cosa como pudieron inuentar tal trage de vestir, tales comeres, tal manera de tañer y cantar y baylar, y otras mil cerimonias que ellos usan, que a toda suerte de gente son tan nueuas, que, por prudentes y sabios que sean, los hombres se hallan en Japón niños y ygnorantes, de manera que les es necesario aprender a hablar, a assentarse, a andar, a comer y hazer otras mil cosas nuevas, las quales al principio parecen muy estrañas y fuera de razón, mas despues que hombre se acostumbra a ellas parecenle bien: y estan los japones tan casados con sus costumbres y cerimonias, que, aunque se hunda el mundo, no han de dexar ni un punto de su ordinario. Y a la verdad proceder entre ellos de otra manera es descortesía y poca criança; por lo qual los que no corren con sus costumbres son tenidos por hombres groseros, mal criados y de poca cuenta.
 

Historia del principio y progreso de la Compañía de Jesús en las Indias Orientales, capítulo XVII.
Monumenta Xaveriana, pags. 103-111.

Gracias a Hoshi, que me facilitó el libro...