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EJEMPLOS ALECCIONADORES Fisg�n: Le recuerdo, Profe, que en la pasada columna prometimos la menci�n de algunos ejemplos para ilustrar la relaci�n directa existente entre los signos de puntuaci�n y el significado. Profe: Me acuerdo perfectamente de ello, recordador amigo. En los libros de ortograf�a se mencionan diversos casos ilustrativos, pero nosotros hemos hecho una selecci�n de aqu�llos que nos han parecido m�s ingeniosos e interesantes. Fisg�n: Considero importante, Profe, reiterarles a los lectores que para llegar a un buen empleo de los signos de puntuaci�n es imprescindible tener claro el concepto de oraci�n, en su sentido pleno: desde los puntos de vista psicol�gico, l�gico y gramatical. Profe: Desde el punto de vista psicol�gico, la oraci�n es una unidad del habla con sentido completo en s� misma; mediante ella declaramos, deseamos, preguntamos o mandamos algo. En cuanto a la l�gica, la oraci�n expresa la relaci�n entre dos conceptos: sujeto y predicado; es, por lo tanto, la expresi�n verbal de un juicio. En lo atinente a lo gramatical, la oraci�n constituye una microestructura sint�ctica, agrupada en torno a un verbo en forma personal. Fisg�n: Los diferentes conceptos expresados se suman, sin oponerse entre s�, complement�ndose mutuamente. Representan tres aproximaciones al mismo concepto. Profe: Bueno, Fisg�n, como dicen los billaristas, "no hagamos m�s carambolas de tres bandas" y dejemos plasmado el primer ejemplo ilustrativo sobre la importancia de la puntuaci�n en el proceso comunicativo. Este primer caso fue tomado de la obra Composici�n, cuyo autor es Joaqu�n A�orga, docente cubano.. He aqu� la historia. "Soledad, Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas y j�venes, eran visitadas con mucha frecuencia por un caballero muy culto, elegante y buen mozo. Era tan apuesto este se�or y tan simp�tico que conquist� el coraz�n de las tres hermanas, sin haberse declarado a ninguna de ellas. Lleg� a tal grado el entusiasmo de las pobres hermosas, que todo era entre las mismas, disputas y discusiones, amenazando turbar la paz de la familia y convertir la casa en un infierno. Para salir de esta situaci�n penosa, exigieron del joven que se declarase; �l,, acosado y comprometido, ofreci� consignar en una d�cima el estado de su coraz�n con respecto a ellas, pero con la condici�n precisa de que no hab�a de ser puntuada. Autorizaba a cada una de las tres hermanas para que la leyera a su manera. Esta era la d�cima: Tres bellas que bellas son Me han exigido las tres Que diga de ellas cu�l es La que ama mi coraz�n Si obedecer es raz�n Digo que amo a Soledad No a Julia cuya bondad Persona humana no tiene No aspira mi amor a Irene Que no es poca su beldad. Soledad, que abri� la carta, la ley� para s� y dijo a sus hermanas: Hijas m�as, la preferida soy yo, o si no o�d, y ley� la d�cima con la puntuaci�n que la favorec�a: Tres bellas, que bellas son, Me han exigido las tres, Que diga de ellas cu�l es, La que ama mi coraz�n. Si obedecer es raz�n, Digo que amo a Soledad. No a Julia, cuya bondad Persona humana no tiene. No aspira mi amor a Irene, Que no es poca su beldad. Siento mucho desvanecer esa ilusi�n, hermana m�a, dijo la hermosa Julia; pero soy yo la preferida, y en prueba de ello escucha: Si obedecer es raz�n, �digo que amo a Soledad? No. A Julia, cuya bondad Persona humana no tiene. No aspira mi amor a Irene, Que no es poca su beldad. Las dos est�is enga�adas, dijo Irene, y el amor propio os ofusca, porque es indudable que la que �l ama, de las tres, soy yo. Veamos: Si obedecer es raz�n, �digo que amo a Soledad? No. �A Julia, cuya bondad Persona humana no tiene? No. Aspira mi amor a Irene, Que no es poca su beldad. Quedaron en la misma duda, en la misma confusi�n, y para salir de la incertidumbre, exigieron, al joven, la puntuaci�n de la d�cima. �l les envi� una copia puntuada de cierta manera, para descartar a las tres. Fisg�n: Aqu� les queda, curiosos lectores, una tarea para que la resuelvan antes de nuestra pr�xima columna, durante la cual les proporcionaremos la soluci�n, para que la comparen con la propuesta por ustedes. Chao, Profe. |
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