Historias del señor Keuner

 

Organización
El señor K. dijo en cierta ocasión:
-El que piensa no emplea una luz de más, un pedazo de pan de más, un pensamiento de más.

Forma y sustancia
El señor K. contemplaba un día una pintura que representaba ciertos objetos bastante caprichosamente.
-A algunos pintores -dijo- les ocurre lo mismo que a muchos filósofos cuando contemplan el mundo. Tanto se preocupan por la forma que se olvidan de la sustancia. En cierta ocasión, un jardinero con el que trabajaba me dió una podadora con el encargo de que recortase un arbusto de laurel. El arbusto estaba plantado en un macetón y se empleaba en las fiestas como elemento decorativo. Había que darle forma esférica. Comencé por podar las ramas más largas, mas por mucho que me esforzaba en darle la forma apetecida, no conseguía ni siquiera aproximarme. Una vez me excedía en los cortes por un lado; otra vez, por el lado opuesto. Cuando por fin obtuve una esfera, resultó demasiado pequeña. El jardinero me comentó decepcionado: "Muy bien, la esfera ya la veo, pero ¿dónde está el laurel?".

Sobre si existe un dios
Alguien preguntó al señor K. si existía un dios. El señor K. respondió:
-Te aconsejo que medites si tu comportamiento variaría según la repuesta que se diese a esa pregunta. Si permanece inalterable, la pregunta sería ociosa. Si, por otro lado, tu conducta variase, en tal caso puedo ayudarte diciendo que tu mismo habrías zanjado la cuestión: Efectivamente, necesitarías un dios.

Cada vez que el señor K. amaba a alguien
-¿Qué hace usted -preguntaron un día al señor K.- cuando ama a alguien?
-Hago un bosquejo de esa persona -respondió el señor K.- y procuro que se le asemeje lo más posible.
-¿El bosquejo?
-No -contestó el señor K.-. La persona.

Exito
Al ver pasar a una actriz, el señor K. comentó:
-Es hermosa.
Su acompañante dijo:
-Ha tenido éxito últimamente gracias a su belleza.
-Es hermosa gracias a que ha tenido éxito -replicó, irritado, el señor K.

El elogio
Al enterarse de que sus antiguos pupilos le elogiaban, comentó el señor K.:
-Cuando los discípulos ya hace tiempo que olvidaron los errores de su maestro, éste aún los recuerda.

Espera
El señor K. estuvo esperando algo todo un día, luego una semana y por fin un mes entero. Al fin se dijo: "Podría haber esperado perfectamente un mes, pero no ese día ni esa semana".

Patriotismo: odiar las patrias
El señor K. no consideraba necesario vivir en un país determinado. Decía:
-En cualquier parte puedo morirme de hambre.
Pero un día en que pasaba por una ciudad ocupada por el enemigo del país en que vivía, se topó con un oficial del enemigo, que le obligó a bajar de la acera. Tras hacer lo que se le ordenaba, el señor K. se dio cuenta de que estaba furioso con aquel hombre, y no sólo con aquel hombre, sino que lo estaba mucho más con el país al que pertenecía aquel hombre, hasta el punto que deseaba que un terremoto lo borrase de las superficie de la tierra. "¿Por qué razón -se preguntó el señor K.- me convertí por un instante en un nacionalista? Porque me topé con un nacionalista. Por eso es preciso extirpar la estupidez, pues vuelve estúpidos a quienes se cruzan con ella."

Preguntas convincentes
-He observado -dijo el señor K.- que mucha gente se aleja, intimidada, de nuetra doctrina por la sencilla razón de que tenemos respuestas para todo. ¿no sería conveniente que, en interés de la propaganda, elaborásemos una lista de los problemas para los que aún no hemos encontrado solución?

Afrenta soportable
Alguien acusó a un colaborador del señor K. de adoptar una actitud hostil haci éste.
-Sí, pero sólo a mis espaldas -dijo el señor K., defendiéndole.

Dos ciudades
El señor K. prefería la ciudad B. a la ciudad A. "En la ciudad A. -decía- se me quiere; pero en la ciudad B. me tratan con amabilidad. En la ciudad A. todos procuran serme útiles; pero en la ciudad B. me necesitaban. En la ciudad A. me invitaban a la mesa; en la ciudad B. me invitaban a la cocina."

El reencuentro
Un hombre que hacía mucho tiempo que no veía al señor K. le saludó con estas palabras:
-No ha cambiado usted nada.
-¡Oh! -exclamó el señor K., empalideciendo.