LAS TRES MANZANAS PODRIDAS

La manzana roja que me dieron a comer ayer tenía un gusano; la manzana blanca que se comieron mis padres tenía dos gusanos; y la manzana verde que se comió la pareja original, ya en la puerta falsa del Paraíso, tenía tantos gusanos que todos pudimos heredar nuestra parte.
Si hay una manzana sin gusanos en el mundo no está detrás de mí sino delante.
Ahora bien. El hombre puede retractarse. Todo hombre honrado puede retractarse y decir: yo no quiero la manzana roja. Ayer canté sus excelencias porque creí que era la manzana del hombre. Ahora he visto que tiene un gusano. No la quiero. Iré a buscar otra manzana.
Lo que no puede decir un hombre honrado es esto: La manzana roja tiene un gusano, no la quiero. Tomaré otra vez la manzana blanca de mis padres, que aunque tenía dos gusanos, tenía también una historia, y de su pulpa podrida vivió todo mi clan.
Esto es cobardía, astucia y ganas de seguir fumando sin levantarse de la mecedora.
Desde la mecedora siguen hablando todavía ciertos sabios, de la libertad...
Y dicen que la libertad es la voluntad de mecerse de izquierda a derecha, de ir en sordos y rítmicos vaivenes, de una manzana podrida a otra manzana podrida, porque más allá  de este balanceo no hay más que el muro negro y espeso y si un hombre o un pueblo se levanta de pronto y va a estrellarse los sesos contra el muro negro y espeso, le gritan que es un loco o un violento.
Pero no es ni loco ni violento. Es un personaje que dice:
Si no hay una manzana sin gusanos en el mundo... ¿para qué quiero yo los sesos?
Creo que la última prueba, la Gran Prueba, se encuentra en el cerebro roto del hombre.
Porque también está  escrito: Y el que pierda su cerebro lo encontrará.

León Felipe