Mierdas varias

Conozco yo varias, diferentes montañas de mierda. Separadas pero juntas. Autónomas aunque dependientes. Con varios cerebros mas con un solo pensamiento. Son grandes acumulaciones de mierda, majestuosamente sucias, retóricamente repetitivas, pegajosamente cerradas.
Inmensos bloques de mierda convenientemente maquillados resultan monumentos a nuestros ojos.

Conozco yo también un parque. Y en él hay un estanque: un pequeño lago abierto en el que se respira la vida. A sus alrededores brotan las florecillas, en su superficie se observan los nenúfares. Los aromas se funden con el aire y sonríen al Sol. A dicho lugar acuden ociosamente patos y cisnes, viejos perros sedientos y sus retoños, hormiguitas esforzadas y sus voluntades.
Mas, mira tú por donde, se cuela una diminuta mierdecilla en el parque. Y avanza y se coloca a la vera, junto al agua. Y, con un ligero empujoncito del viento (rodando, rodando), llega a las aguas y se aposenta allí: fea, sucia en su pequeñez, flotante.

Las montañas de mierda, aunque mierdosas, tienen muy buenos oídos. Y ha ellas llega la noticia de que en el parque de la vida un trocito de mierda disidente está apestando el ambiente. No se lo piensan dos veces: se reúnen las respectivas mierdotas en el despacho de la más grande, se pringan con sus potingues para parecer lo que no son y llegan a un acuerdo.
Ahora quieren demoler el parque. Y lo conseguirán.
Han comenzado a filmar primeros planos de la mierdecilla flotante, ¡y resulta espantosa vista de tan cerca! (Casi tanto como una montaña de mierda sin disfrazarse, dirían los cisnes a los que se quiere desposeer). Los aromas que desprende el parque se han vuelto de un tiempo a esta parte nauseabundos, pero la causa principal de dicho olor no es otra que la reciente visita de sus ilustrísimas montañas de mierda. Las hojas de los árboles comienzan a caer y las florecillas van marchitándose paulatinamente, mas de nuevo debiéramos pensar en los pesticidas lanzados desde el cielo.
Quieren demoler el parque. Y lo conseguirán.
Ya están consiguiendo consenso. Sólo los habitantes del bosque, puros ellos en su inocencia, se afanan en gritar ¡no! y ¡ya basta! y ¡falsedades stop!, pero sus proclamas no vuelan más lejos de lo permitido; y sus consignas no surcan los cielos porque les cortan las alas.
Quieren demoler el parque. Y lo conseguirán.
Las grandes mierdas dicen no serlo; la mierdecilla resulta ser el estanque.

Por una mierdecilla, por una simple, pequeña, diminuta, capullita mierdecilla disidente. Por una compañera, por una hermana de sus asesinas. ¿Es por eso? Eso dirán, pero mas bien porque los parque no gustan a las montañas de mierda.

(¡Ahhh... hace tiempo que demolieron el parque!)

¿Se me ha entendido?

Molusko, a 20 de septiembre de 1999
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