Confrontación directa

En el presente artículo pretendo hablar brevemente de una actitud muy difundida en los grupos presuntamente radicales y/o alternativos. Esta actitud no es otra que la de atacar frontalmente a todo lo que no nos gusta: bien sea Estado, Clero, policía, pijo,... ¡vete a saber tú! Yo comparto esta aversión hacia cierto tipo de individuos, pero el caso es que no podemos esperar que una persona que no nos guste cambie porque le gritan: "¡Madero cabrón!", "¡Maldito empresario, no eres necesario!", "Nazi bueno, nazi muerto", "Odio a la Guardia Civil",... Está muy bien eso de desahogarse gritando y blasfemando, pero creo yo que no es suficiente. Es más, si yo escuchara que alguien me llama "Hijo de Puta" por el solo hecho de pensar diferente a él dejaría de tomarlo en serio, o tal vez lo tomaría por un descerebrado, por un pobre tonto. ¿Me seguís?
Repito que es una opinión personal, y que cada uno haga lo que quiera, ya que está en su derecho. Bueno, el asunto es el siguiente: veo yo mejor forma de convencer a la gente (no de convencernos a nosotros mismos, ya que estamos DEMASIADO convencidos de lo que hacemos. Sí, demasiado) el tratar de persuadirla dándole razones sin necesidad de insultarla. No haciéndonos fuertes en nuestras ideas y cerrándonos en banda, sino tratando de explicar al resto de personas que también las consideramos humanas, y que las amamos (sí, ¡amamos!), a pesar de su fascismo, ignorancia o llamarle como queráis. Puede resultar incluso chistoso, pero creo yo que así conseguiríamos ampliar horizontes de forma sorprendente. Cantemos a la vida y la creación, no a la destrucción, que ya se encargará ella de asistir.
Si de veras queremos tender hacia la anarquía y la libertad tan solo podemos recurrir al camino de la cultura y la argumentación. Por mucho que lancemos consignas, si no están fundamentadas en ideas profundas, de poco valdrán. A la basura con ellas.
Además, lo que conseguimos con esta oposición frontal y sin miramientos es cada vez sectarizarnos más, meternos cada vez más hondo, en el guetto.

Si, lo sé, suena un poco a chiste. Y más si sacamos a relucir el supermacho que todos llevamos dentro, pero ¿quién sabe?

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