REVOLUCIÓN
Un día cualquiera, a la hora de comer, en cualquier casa. Una familia come frente al televisor, mirando absortos el telediario, sin hablar apenas entre ell@s, soltando sólo de vez en cuando una frase, pero no dirigida a nadie en concreto. Más bien a sí mism@s.
-¡Que barbaridad!
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-¡Hay que ver!
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-¿Tu te crees?
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La indignación recorre, por un instante, sus cabezas. Pero es sólo eso. Un instante. En cuanto aparece la espectacular y sonriente presentadora se olvidan, y pasan a indignarse por la siguiente noticia.
- Nuevo asesinato matrimonial.
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-El Papa va a Cuba.
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-Nueva matanza en Chiapas.
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¿Por qué no reaccionamos? ¿Qué nos impide acabar con esta horrenda monotonía, con este espantoso conformismo?
Día tras día, minuto tras minuto, por nuestra mente pasan incontables indignaciones. Nos indignamos por el Sistema Alienante, pero también nos indignamos por el imbécil que empuja en el metro. Nos indignamos por el robo de la plusvalía, pero también por el taxista que gira sin poner el intermitente. Y, sin embargo, no hacemos nada. Nada de nada. Callamos, nos tragamos nuestra indignación de manera tan mecánica que ya ni nos damos cuenta de que nos hemos indignado. Seguimos nuestro camino hacia delante. Siempre tirando palante, sin saber hacia dónde ni para qué.
Quizá el Mundo Feliz que previó Huxley no fuera más que una interpretación fantasiosa de la actual realidad, y no una advertencia de lo que hubiera de venir.
Condicionamiento ? Sistema educativo.
Soma ? Televisión, radio....
Clases sociales, trabajo en cadena, terapias de grupo, etc. ? Ídem de ídem.
Y lo más triste es que lo sabemos. Que conocemos nuestra realidad, pero no somos capaces de superar esos dogmas, implantados por SU educación, y callamos. ¿Por qué? ¿Por qué?
En la historia reciente del mundo ha habido multitud de ejemplos de que es posible crear alternativas sin mediación alguna, de que la autonomía es posible: Mayo del 68 en París, las revueltas estudiantiles en Italia en los 70, la insumisión, el movimiento okupa, y un largo etcétera.
Pero, dando muestras de lo que realmente somos, esos ridículos destellos de inquietud se han ido apagando por sí mismos, ante la hilaridad de los eternos vigilantes. ¿Por qué esas rebeliones no han arraigado? La insumisión, por ejemplo. Se habla de triunfo, de haber conseguido acabar con la mili. ¿Era esta su finalidad? NO. La insumisión pretendía acabar con el militarismo y con los ejércitos, no con la mili. Sin embargo, no paramos de oír que La insumisión ya no tiene sentido. No hay que pedir peras al olmo. Tenemos lo que queríamos, y así hasta el infinito.
Con las okupaciones pasa lo mismo. No se okupa por el mero hecho de okupar. El espacio liberado que se consigue no es un fin en sí mismo. Lo que se pretende es crear una inestabilidad social, demostrar que se puede vivir al margen del Sistema, y que no queremos nada que El Gran Hermano nos proporcione. Tan importante es el desalojo, por tanto, como la propia okupacion. Ese enfrentamiento es parte de la revolución ideológica.
De las actitudes que tenemos l@s un@s con l@s otr@s, pues para qué hablar. Por la calle, nada más que miradas que reflejan desprecio. Un desprecio que esconde la inseguridad. Es un círculo vicioso. Yo te miro con desprecio porque creo que vales más que yo. ¿En qué nos hemos convertido? ¿No somos capaces de comportarnos como personas, como seres humanos?
Y mientras tanto, l@s de siempre miran complacidos. La situación está bajo control. Las tropas nacionales han alcanzado, ahora sí, sus últimos objetivos. La resistencia ha acabado.
Sin embargo, algun@s de nosotr@s, ingenuamente, creemos ver salidas donde no las hay. Nos volcamos estúpidamente en luchas sin sentido, sin ninguna esperanza.
Pero de la desesperanza nace el desorden, y del desorden, la inquietud. Y por eso estamos aquí, soñando con estupideces sin nombre, metidos en causas perdidas, tratando de crear lo que se dio en llamar Poder Constituyente.
¿Para qué? Pues en realidad para nada. Sabemos que no vamos a conseguir nada. Pero en el poco orgullo que nos queda permanecen las ganas de luchar que nos impulsaron en un principio. Es el combustible que nos mueve. Pero el combustible se gasta, y se necesitan nuevas reservas. Siempre esperamos ese hecho, ese guiño de esperanza que creemos ver en cada acción que realizamos. Lo que sea, no servirá de nada, pero aguantaremos.
Llegará un día en que de verdad haya esperanza. En que el mundo arda por los cuatro costados, atizado por la llama del cambio, y del mundo absurdo anterior no queden ni los cimientos. Sólo entonces podremos construir nuestras vidas, ser nuestros propios amos. Y sólo entonces podremos pensar. Por eso creemos en la revolución. Eso del cambio desde dentro no nos sirve, ya que lo único que se conseguiría es cambiar el rumbo del barco actual. Y no es eso lo que queremos. Queremos hundir el barco y nadar. Puede que much@s nos ahoguemos en el intento, pero algun@s llegarán a tierra, y todo habrá merecido la pena. Sólo entonces habrá esperanza.
Sólo entonces....
Revolución.
TAPIA