Su miseria

Cuando el niño consiguió el juguete se convirtió en deportista; y quiso el balón.
Cuando el deportista consiguió el balón ya se había aburrido de él; y optó por buscar una muchachita.
Cuando el joven hubo conseguido el corazón de una chiquilla se sintió apresado; y buscó la lujuria junto a bellas y variadas mujeres.
Cuando el gigoló hubo satisfecho su deseo descubrió que no tenía un terreno propio donde fornicar; y se convirtió en granjero.
Cuando el granjero se las hubo arreglado para subsistir holgadamente decidió adquirir los terrenos circundantes; y pasó a ser terrateniente.
Cuando el terrateniente deominó toda la región penso qué bueno si pudiera ser alcalde; y decidió presentarse como candidato al Ayuntamiento.
Cuando el alcalde hubo sido elegido (básicamente por ser un terrateniente sin firmes opositores) ya pensaba en dirigir aquel banco que, seguro, tenía más poder que un simple municipio.
Cuando el director de banco hubo protagonizado un par de desfalcos meditó sobre la posibilidad de ir a la cárcel y la impunidad que otorgaban ciertos cargos políticos; así ansió la presidencia de la nación.
Cuando el presidente hubo reorganizado todas las facetas de la vida en su nación proyectó ir más allá de sus fronteras y obsequiar a los países colindantes con el regalo de su cultura y leyes.
Cuando el imperialista hubo hecho de la Tierra un País y una Idea, levantó el cuello y pudo ver, en lo alto, la blanca y pálida luna.
Cuando el invasor de satélites hubo diseccionado todos los rincones de aquella piedra proyectó una base espacial desde la que alcanzar todos los planetas del sistema solar.
Cuando el amo de la galaxia hubo esclavizado a toda vida extraterrestre presente en la galaxia pensó en implatar su hegemonía en el Universo.
Y, al fin, el Señor del Universo, con todo su poder y grandeza, descubre que ya no hay forma de huír de sí mismo, y que tiene que enfrentarse, cara a cara, con su miseria, su miedo, su brevedad; y que no sirven monumentos interestelares, ni imperios universales. Que la gran pregunta de la vida es una y sus respuestas se encuentran en nuestro interior.

 

Molusko, a 27 de agosto de 1999
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