astutos retóricos

Uno cree que sabe lo que dice. Uno opina que está relativamente bien informado, que de hecho se ha molestado en informarse. Uno llega a la conclusión de que la mayoría está mal informada, ya que son los poderosos quienes detentan los poderes y son los poderes quienes detentan los medios y, por consiguiente, el poder protege los intereses de los poderosos. Uno cree todo esto y también cree que la historia no es la Historia Oficial (al poder le gusta ponerse mayúsculas, aunque bien es cierto que prefiere palabras como Natural, Divino o Electo antes que Oficial), que la historia se encuentra convenientemente sepultada bajo toneladas de documentos y noticiarios, al alcance de bien pocos.

Uno cree estas cosas. Y va y, un día (me abstengo en decir si bueno o malo) aparece un personaje y le da la vuelta a la tortilla: voltea la realidad mediante una retórica simpática y sin disimulos que, criticando la demagogia y la simplicidad de tu pensamiento, no hace otra cosa sino demagogia: resulta que los bolcheviques están en el poder; que existe una acusada contaminación ideológica; que el comunismo internacional ha establecido profundas raíces en el pensamiento democrático actual; que él entiende tu forma de pensar pero es simplista, corta de miras y equivocada [típica de tu edad si eres joven; propia de las fuentes (envenenadas) de las que has bebido si ya estás crecidito]; él te entiende, incluso se solidariza con tu ignorancia. ¡Resulta que tienes un dios delante de tus narices! (qué digo un dios. Un dios permite la existencia de otros dioses: tienes a Dios)

¿Tenemos que tomar en serio estos comentarios? ¿Debemos preocuparnos? Yo creo que, aunque bien pudieran ser pasados con una burlona sonrisa, sí. Esta demagogia, esta constante falsificación de la verdad (verdad que, por otra parte, cuando es demostrada es calificada como de normal, de lógica. Y nadie se inmuta), decía, esta constante falsificación de la verdad lleva a la instauración de la mentira como verdad, a la aparición de dos realidades paralelas: la real (la que llora, canta poco, estalla, bombardea, es bombardeada, se revoluciona, protesta, asiente) y la presuntamente real, que podriamos llamar realidad ficticia (la que rellena pilas de documentos, la parte de silencio que no se ve pero se siente en la prensa y los telediarios, la que se encarga de reescribir la historia, la que juega con los argumentos según sus objetivos).

¿Qué hacer ante estos charlatanes que nos aturden mientras acarician compasivamente nuestra torpe cabecita? ¿Cómo reaccionar ante su estupidez intrínseca [¡únicos poseedores de la verdad, se creen! (Ahh... los peores no se lo creen) ]? ¿De cuál forma, destruir su tejido intelectual?

¡Ay!, si les damos a leer a Noam Chomsky nos hablarán del trostkismo que invade todo.
¡Ay!, si no sabemos hasta el último dato idearán alguna sucia artimaña.
¡Ay!, si conociéramos la realidad completa se limitarían a repetir cifras, mentiras manipuladas desde arriba.

¡Ay, ay, ay de estos astutos, retóricos poseedores de la verdad!
Engañados.

Molusko, [email protected]
Castellón, a viernes 15 de octubre de 1999