El putsch de Munich
El 8 de noviembre de 1923, Hitler, con 600 soldados de
asalto, se dirigió a una cervecería de Munich en la que Gustav
von Kahr, gobernador de Baviera que en octubre se había proclamado
comisario general con poderes dictatoriales, estaba pronunciando un discurso.
Apresó a Von Kahr y sus colaboradores y, alentado por el general
Erich Ludendorff, declaró la formación de un nuevo gobierno
nacional en nombre de Von Kahr. Éste, tras simular aceptar el cargo
de regente de Baviera que Hitler le otorgó, fue liberado poco después
y tomó medidas contra Hitler y Ludendorff. El líder nazi
y sus compañeros consiguieron huir el 9 de noviembre después
de un pequeño altercado con la policía de Munich, de manera
que el llamado putsch de Munich (o de la cervecería) fracasó.
Hitler y Ludendorff fueron arrestados posteriormente. Este último
fue absuelto, pero Hitler resultó condenado a cinco años
de prisión y el partido fue ilegalizado. Durante su encarcelamiento,
Hitler dictó Mein Kampf (Mi lucha) a Rudolf Hess. Esta obra, que
más tarde desarrollaría su autor, era una declaración
de la doctrina nacionalsocialista, que contenía además técnicas
de propaganda y planes para la conquista de Alemania y, más tarde,
de Europa. Mein Kampf se convirtió en el fundamento ideológico
del nacionalsocialismo algunos años después.
Hitler fue puesto en libertad antes de un año.
El partido nazi se hallaba prácticamente disuelto, debido en gran
medida a que la mejora de las condiciones políticas del país
había generado una atmósfera más propicia para las
organizaciones políticas moderadas. Durante los años siguientes,
Hitler consiguió reorganizar el partido con la ayuda de un reducido
número de colaboradores leales. Se autoproclamó Führer
(‘jefe’) del partido en 1926 y organizó un cuerpo armado de unidades
defensivas, las Schutz-Staffel o SS, para vigilar y controlar al partido
y a su rama paramilitar, las SA. Cuando comenzó la crisis económica
mundial de 1929, Alemania dejó de recibir el flujo de capital extranjero,
disminuyó el volumen del comercio exterior del país, el ritmo
de crecimiento de la industria alemana se ralentizó, aumentó
enormemente el desempleo y bajaron los precios de los productos agrícolas.
A medida que se agravaba la depresión, la situación se mostraba
cada vez más propicia para una rebelión. Fritz Thyssen, presidente
de un grupo empresarial del sector del acero, y otros capitalistas entregaron
grandes cantidades de dinero al NSDAP. No obstante, numerosos empresarios
alemanes manifestaron su firme rechazo a este movimiento.