Historias de los Jubileos
Tomado de: Pagina del Gran Jubileo del Vaticano
1300: El primer Jubileo de la historia
El primer Jubileo cristiano fue convocado por el Papa Bonifacio VIII en el 1300. Esta decisi�n dio nueva dimensi�n y significado a las peregrinaciones a Roma, hacia las tumbas de los ap�stoles Pedro y Pablo. El inicio de un nuevo siglo hab�a visto llegar a Roma a un excepcional n�mero de peregrinos para venerar la m�s famosa de las reliquias romanas conservada en San Pedro, la de la "Ver�nica", que representa el rostro dolorido de Jes�s en la Pasi�n,. La continua afluencia de peregrinos incentiv� a Bonifacio VIII a convocar el Jubileo cada cien a�os y a promulgar la indulgencia plenaria. Un cronista de la �poca escribi� con entusiasmo: "Desde los tiempos m�s antiguos no existi� tanta devoci�n y fervor de fe en el pueblo cristiano".
1350: Un Jubileo sin el Papa
En el a�o 1343 una delegaci�n de romanos fue a visitar al Papa Clemente VI en Avi��n, Francia, donde estaba en exilio desde 1309, para pedirle un Jubileo extraordinario en el a�o 1350, reduciendo as� la periodicidad de los Jubileos, a s�lo cincuenta a�os. El pedido se fundamentaba en la antigua costumbre hebrea, referida por el Lev�tico: despu�s de cuarenta y nueve a�os el quincuag�simo (50) debe ser jubilar. Los romanos fueron impulsados a pedir un Jubileo, por el creciente clima de malestar que se hab�a producido en la ciudad a causa de la prolongada ausencia del Papa. Se pensaba que el evento jubilar habr�a sido una ocasi�n oportuna para el regreso del Papa a su sede episcopal. Clemente VI convoc� este Jubileo anticipado, concedi� la indulgencia plenaria a cuantos fueran en peregrinaci�n a las tumbas de los ap�stoles Pedro y Pablo y, la novedad con relaci�n al a�o 1300, es que se a�adi� la peregrinaci�n a la Bas�lica de San Juan de Letr�n. No obstante, por motivos pol�ticos, el Papa no pudo ir a Roma.
1390: El Jubileo tiene una nueva periodicidad
La frecuencia de los Jubileos cambi� despu�s del a�o 1350 a causa del Gran Cisma de Occidente del a�o 1378, es decir, debido a un conflicto vinculado con la legitimidad de la elecci�n del Papa. Tambi�n para este Jubileo se cambi� la frecuencia establecida. De hecho Urbano VI lo promulg� para el a�o 1390, a pesar de que su intenci�n era introducir un nuevo per�odo entre un Jubileo y otro: cada treintitr�s a�os, en recuerdo de la vida de Jes�s. Diversos fueron los motivos que llevaron a postergar este plazo. El Jubileo tuvo lugar en 1390 y fue celebrado por Bonifacio IX, sucesor del desaparecido Urbano VI. En este Jubileo se agrega Sta. Mar�a Mayor a las bas�licas que los peregrinos deben visitar.
1400: La peregrinaci�n penitencial
Bonifacio IX quiso que se celebrara tambi�n el Jubileo del a�o 1400 para respetar la periodicidad de cincuenta a�os establecida en el a�o 1350. La Iglesia estaba a�n dividida ese a�o, entre Roma y Avi��n, donde reinaba un antipapa. Los cristianos franceses, espa�oles y una parte de los italianos no tomaron parte en la peregrinaci�n jubilar porque sus reyes, adhiri�ndose a la parte cism�tica de la Iglesia, no permitieron a sus s�bditos que participaran en el Jubileo. Bonifacio IX extendi� la visita para obtener las indulgencias, a las bas�licas de San Lorenzo extramuros, Sta. Mar�a en Trast�vere y Sta. Mar�a Rotonda, que as� se a�adieron a las cuatro bas�licas mayores ya escogidas en los a�os precedentes. En el Jubileo del a�o 1400 se dio inicio a un nuevo tipo de peregrinaci�n penitencial que, partiendo de diversas regiones de Italia septentrional, se dirig�an a Roma bajo el lema "paz y misericordia".
1450: "El Jubileo de los Santos"
Este Jubileo fue abierto en la bas�lica de San Juan de Letr�n, por Nicol�s V, considerado el primer Papa humanista. La respuesta de los fieles a su convocatoria fue excepcional, tanto que este Jubileo se recuerda entre los que tuvieron mayor participaci�n en la historia y como la �ltima gran manifestaci�n colectiva de la edad media. Roma fue puesta a dura prueba por la presencia de esa multitud de peregrinos, que provoc� problemas de orden p�blico, de sanidad y de abastecimiento. Ese Jubileo fue definido adem�s, como el "Jubileo de los Santos", porque entre otros, estuvieron presentes en Roma, los futuros Sta. Rita de Casia y San Antonino de Florencia. Este �ltimo defini� el Jubileo como: "El A�o de oro", para indicar que despu�s del cisma se hab�a encontrado nuevamente la unidad de la Iglesia de Occidente
1475: El Jubileo comienza a llamarse tambi�n A�o Santo
Desde el a�o 1475 los Jubileos se realizan cada veinticinco a�os. Sixto IV para hacer convergir todo el mundo cat�lico a Roma suspendi�, durante el per�odo jubilar, todas las indulgencias plenarias fuera de Roma. Fue utilizada la nueva tecnolog�a de la imprenta, descubierta en el a�o 1444 por Gutemberg: las Bulas jubilares, las instrucciones para la jornada del peregrino y las oraciones que se deb�an recitar en los lugares sagrados fueron presentadas, por primera vez, en modernos caracteres impresos. Por otra parte, a partir de este Jubileo, entr� en uso la sencilla y significativa denominaci�n de "A�o Santo" que ha llegado hasta nuestros d�as. Sixto IV favoreci� tambi�n la creaci�n de muchas obras urban�sticas y arquitect�nicas para que la ciudad pudiera acoger mejor a los peregrinos. Entre las obras se cuenta incluso un puente, llamado Sixto, construido para facilitar el movimiento de los fieles.
1500: Se abre en San Pedro la Puerta Santa
Ocho a�os atr�s hab�a sido descubierto el continente Americano: el A�o Santo del 1500 representa por lo tanto un momento de paso no solamente hacia un nuevo siglo, sino tambi�n hacia un mundo m�s vasto. Alejandro VI, el 24 de diciembre de 1499, inaugur� solemnemente el Jubileo y a�adi� un nuevo rito: la apertura de una Puerta Santa en la Bas�lica de San Pedro a la que, desde entonces, fue adjudicado el papel tradicional que la puerta �urea de San Juan de Letr�n, hab�a desempe�ado por siglos. El Papa quiso, adem�s, que la apertura de las Puertas Santas se realizara en cada una de las cuatro bas�licas mayores establecidas para la visita jubilar. Desde aquel momento la apertura de la Puerta Santa y el paso a trav�s de ella, se convirti� en uno de los actos m�s importantes del A�o Santo. Fue tambi�n inaugurado un nuevo camino denominado Alejandrino, que un�a el Castillo del Santo Angel con la Bas�lica de San Pedro.
1525: El Jubileo de la crisis religiosa en Europa
Clemente VII abri� la Puerta Santa de este Jubileo en un tiempo de conflictos religiosos y pol�ticos. En efecto, estaba en pleno apogeo la crisis religiosa, iniciada con Mart�n Lutero en Alemania el a�o 1517. El monje agustino hab�a puesto en discusi�n entre otras cosas el mismo principio de las indulgencias. Se pon�a as� en tela de juicio uno de los fundamentos del A�o Santo. Por otra parte, desde muchas partes se solicitaba una reforma de la Iglesia. Tambi�n en el campo pol�tico las dificultades eran enormes: el conflicto entre Carlos V y Francisco I inici� la primera gran fractura pol�tica de la �poca moderna en Europa. Tambi�n la Iglesia pag� las consecuencias. Dos a�os despu�s del A�o Santo, Roma fue invadida y saqueada, por las tropas imperiales de Carlos V. El Jubileo fue, sin embargo, convocado regularmente, y la Puerta Santa abierta en un clima de agitaci�n.
1550: El Jubileo en el tiempo del Concilio de Trento
Los Papas de este Jubileo son dos: Pablo III y Julio III. El primero de ellos trabaj� en la preparaci�n hasta su muerte en el a�o 1549, despu�s de haber encontrado la ciudad de Roma, todav�a desgarrada a causa del saqueo de 1527 y luego de haberse iniciado la reforma de la Iglesia cat�lica con el Concilio de Trento. Julio III lo celebr� a partir de febrero del a�o 1550, fecha de su elecci�n. Por este retraso inicial, el A�o Santo fue prolongado hasta la Epifan�a sucesiva. Este Jubileo fue una ocasi�n propicia para realizar la renovaci�n de la vida religiosa que habr�a encontrado su plena manifestaci�n en el Concilio de Trento. El esfuerzo de los romanos, en la acogida a los peregrinos fue muy grande, especialmente con los peregrinos m�s pobres.
1575: San Felipe Neri organiza la acogida de los peregrinos
Es el primer Jubileo despu�s del Concilio de Trento. Roma se prepar� para el acontecimiento con particular esmero y austeridad. Ya desde 1573, a los due�os de hoster�as y hoteles se les orden� que no subieran los precios. Fueron construidas nuevas calles para facilitar el recorrido de los peregrinos; entre ellas la Avenida Merulana que une San Juan de Letr�n con Sta. Mar�a la Mayor. En la vigilia del A�o Santo, el Papa Gregorio XIII pidi� a los Cardenales un nuevo estilo de vida para dar ejemplo a los fieles. Entre los cardenales presentes en Roma estuvo el gran arzobispo de Mil�n, Carlos Borromeo. El Jubileo se caracteriz� por la presencia de nuevas asociaciones seglares y religiosas, entre ellas la Cofrad�a de la Sant�sima Trinidad de los Peregrinos y Convalecientes, fundada de San Felipe Neri. Esta instituci�n organiz� la hospitalidad de los peregrinos a�n en los m�s m�nimos detalles.
1600: Una gran participaci�n de peregrinos
"Avisos de Roma", un diario urbano de la �poca, refiri� que el A�o Santo del 1600 fue uno de los que tuvo mas �xito tanto por la gran participaci�n de fieles, como por la especial devoci�n de los peregrinos. Dos son las razones: el hecho de que la Iglesia cat�lica comienza a recoger los frutos del Concilio de Trento y el clima de distensi�n que viv�a Europa, despu�s de tantos a�os de guerras y de divisiones. En Roma las instituciones de hospitalidad, creadas por las diversas Cofrad�as, desempe�aron un papel determinante, para resolver el problema del alojamiento y alimentaci�n de la gran mayor�a de los peregrinos, que eran pobres y no pod�an acceder a las estructuras normales de hospedaje.
1625 : El Jubileo es tambi�n para los enfermos y prisioneros
El A�o Santo se abri� entre los "rumores" de la guerra de los Treinta A�os que estall� en el a�o 1618. Urbano VIII promulg� un edicto para prohibir a todas las personas llevar armas y provocar actos de violencia en Roma. Una epidemia de peste se difundi� en algunas regiones del Sur de Italia y el Papa, para evitar que la misma se extendiera a Roma, resolvi� sustituir la visita a la Bas�lica de San Pablo extramuros, por la de Santa Mar�a en Trast�vere. Por primera vez los efectos espirituales del Jubileo fueron extendidos a quienes, por razones de salud o de reclusi�n, no pod�an llegar a Roma. Es una importante innovaci�n que modifica en profundidad el concepto inspirador de esta indulgencia que, originalmente, estaba asociada al viaje a Roma.
1650 : Para el A�o Santo se restaura la Catedral de Roma
Este Jubileo se abri�, a diferencia del precedente, en una �poca de paz relativa: hab�a terminado la guerra de los Treinta A�os que hab�a devastado Europa. Inocente X inicia, en presencia de una gran muchedumbre de peregrinos, el A�o Santo en la Bas�lica de San Pedro, que para la ocasi�n hab�a sido renovada por dentro,. Uno de los hechos m�s relevantes de la celebraci�n jubilar fue la restauraci�n, deseada por el Papa, de la entonces derruida Catedral de Roma, San Juan de Letr�n que, seg�n algunos estudiosos, fue "vestida" por Borromini como una blanca esposa. El Papa aprovech� la ocasi�n de la restauraci�n de su sede episcopal para manifestar el prop�sito de pacificaci�n universal de la Iglesia. Inocente X hab�a trabajado, en efecto, por la pacificaci�n de Europa durante la larga guerra de los Treinta A�os. Con la restauraci�n de la Catedral, intent� consolidar el prestigio de la iglesia, y subrayar su posici�n neutral con respecto a las grandes potencias europeas.
1675: La columnata de Bernini acoge por primera vez los peregrinos
El Jubileo acogi� por primera vez a los peregrinos dentro de la columnata de la Plaza San Pedro, realizada por Bernini. Los brazos extendidos la columnata son el s�mbolo m�s cabal de la nueva disposici�n de la ciudad hacia la muchedumbre de peregrinos que la visitan cada A�o Santo. En la vigilia del Jubileo, Clemente X canoniza la primera santa de Am�rica del Sur, Rosa de Lima. Despu�s erige la primera di�cesis de Am�rica del Norte, la de Quebec. El Jueves Santo, el Papa se dirige a la sede de la Cofrad�a de los Peregrinos para lavar los pies a doce pobres y hace servir una cena para diez mil personas. La reina Cristina de Suecia participa, en el mismo lugar, del "lavatorio de los pies" de las peregrinas.
1700: El Jubileo en el siglo de las "luces"
Inicia un nuevo siglo, denominado "de las luces", fundamentado en la cultura de la "raz�n". El Jubileo fue abierto por Inocencio XII que muere antes de que termine el a�o. Por primera vez un A�o Santo es alterado por la muerte del Papa. Le sucede Clemente XI. Muchos ilustres peregrinos llegan a Roma para el acontecimiento jubilar. Entre estos la reina polaca Mar�a Cristina, viuda de Juan III Sobieski, que entra descalza en San Pedro y vestida de penitente visita las iglesias romanas. Un viajero ingl�s, a prop�sito de la devoci�n de los peregrinos escribe: "La muchedumbre sigue pasando de rodillas la Puerta Santa de San Pedro con tal afluencia que no he podido todav�a abrirme camino para entrar".
1725: El A�o Santo del rescate de los esclavos
El Jubileo qued� fuertemente marcado por la personalidad de Benedicto XIII, que convoc� un S�nodo en la provincia romana y estableci� una serie de normas para la preparaci�n espiritual del evento. Los romanos vieron al Papa recorrer las calles de la ciudad sobre humildes carrozas, salmodiar con devoci�n durante el trayecto y transcurrir jornadas enteras en oraci�n en la Iglesia de Santa Mar�a sobre Minerva, a cargo de los Dominicos, orden a la que hab�a pertenecido. El Papa quiso que se realizara una esmerada predicaci�n en las diversas iglesias de Roma y, con este objetivo, hizo llamar los m�s famosos predicadores del tiempo. Un hecho significativo fue la acogida reservada por los Padres Mercedarios a 370 esclavos rescatados para el A�o Santo. Para el Jubileo fue inaugurada la estupenda escalinata de la Trinidad de los Montes en la Plaza de Espa�a.
1750: El A�o Santo de los predicadores y de la cruz en el Coliseo
En la Bula de convocaci�n del Jubileo, Peregrinantes a Domino, Benito XIV destac� la necesidad de hacer penitencia para que el A�o sea verdaderamente "Santo": A�o de edificaci�n y no de esc�ndalo. El Papa record� el valor de la peregrinaci�n como superaci�n de las dimensiones cotidianas de pecado. El Jubileo tuvo as�, una fuerte caracter�stica espiritual. Uno de los predicadores m�s escuchados fue Leonardo de Puerto Mauricio, un franciscano reformado: a sus predicaciones en Plaza Navona, asisti� tambi�n el Papa. El Padre Leonardo erigi� en Roma durante el A�o Santo, 572 cruces y la m�s c�lebre fue la que se levant� en el Coliseo, que se venera hasta nuestros d�as.
1775: El Jubileo m�s breve de la historia
Por primera vez la Bula de convocaci�n del Jubileo se hace en idioma italiano: "L�Autore della nostra vita". P�o VI, en febrero apenas elegido, abri� la Puerta Santa en San Pedro para el Jubileo m�s breve de la historia. La preparaci�n fue realizada por su predecesor, Clemente XIV, con un ciclo de predicaciones, procesiones y misiones en algunas plazas romanas. Las misiones respond�an a una exigencia: la de preparar la ciudad para el A�o Santo. Fueron realizadas tambi�n algunas obras p�blicas, entre ellas la restauraci�n de los hospitales Esp�ritu Santo y San Juan. El Jubileo del a�o 1775 es recordado tambi�n por la presencia de un numeroso grupo de Patriarcas y Obispos cat�licos de rito oriental.
1800: El Jubileo no se celebra: La Puerta Santa est� inmersa en el sufrimiento de la historia
El Jubileo del nuevo siglo no se celebr� a causa de los profundos cambios que involucraron el continente europeo despu�s de la Revoluci�n Francesa. En el a�o 1797 las tropas francesas ocuparon Roma y la ciudad se transform� en el centro de la Rep�blica Romana. El Papa P�o VI que deber�a haberlo convocado, muri� desterrado en el a�o 1799. El a�o que deb�a haber sido jubilar transcurri� entre la ausencia forzada del Papa de Roma, las dif�ciles condiciones pol�ticas generales y la incertidumbre que caracteriza los tiempos de guerra. Todos estos factores impidieron a P�o VII celebrar el A�o Santo, incluso con retraso.
1825: El �nico Jubileo del siglo XIX, se celebra en medio de dificultades
El del a�o 1825 es el �nico Jubileo celebrado en el siglo XIX. Las canciller�as europeas del per�odo de la Restauraci�n miraban con mucha preocupaci�n la convocaci�n del Jubileo por el notable movimiento de personas que habr�a provocado. En un tiempo de revoluciones liberales y de conspiraciones, cada viajero era considerado sospechoso, las fronteras est�n cerradas, los caminos vigilados, las posadas desaparecieron. Sin embargo, Le�n XII lo quiso, lo organiz� y celebr�. En la Bula de convocaci�n hace referencia a las dificultades, pero al mismo tiempo pone la celebraci�n jubilar bajo el signo de la alegr�a. Una de las novedades fue que se conced�a la indulgencia a quienes veneraran uno de los iconos m�s antiguos del mundo, el de la Virgen de la Clemencia, del siglo VII, conservado en la Bas�lica de Sta. Mar�a en Trast�vere.
1850: El Jubileo no se convoca porque el Papa est� ausente de Roma
El Jubileo correspondiente a esta fecha no fue convocado, ni celebrado. P�o IX estaba desterrado desde hac�a un tiempo y regres� a Roma en abril del a�o 1850, demasiado tarde para convocar el A�o Santo. El alejamiento del Papa de Roma era consecuencia del amplio fen�meno de agitaci�n general que acosaba la ciudad y los Estados Pontificios a partir del a�o 1848. Eran los presagios de la llamada cuesti�n romana, en la que se pon�a en discusi�n el poder temporal del Papa. Este Jubileo fallido planteaba una pregunta a P�o IX y a sus sucesores: �Ser�a posible en el futuro otra celebraci�n jubilar si se pon�a en discusi�n el poder temporal del Papa?
1875: La Puerta Santa permanece cerrada
Roma se hab�a convertido en capital de Italia desde hac�a unos a�os. El Papa que hab�a perdido el poder temporal sobre la ciudad y los Estados Pontificios, decidi� quedarse en Roma encerr�ndose en el Vaticano, declar�ndose "prisionero del rey". La Puerta Santa de San Pedro qued� nuevamente cerrada, como en el a�o 1850. P�o IX, consider� que no se daban las condiciones para una celebraci�n normal del acontecimiento, pero quiso de todos modos convocarlo de manera nueva con respecto al pasado. El Papa extendi� el Jubileo a todo el mundo cat�lico y lo celebr� en Roma en forma reducida inaugur�ndolo en la Bas�lica de San Pedro con la �nica presencia del clero romano y sin la apertura de la Puerta Santa. Fue por lo tanto un Jubileo, a "puertas cerradas".
1900: La Puerta Santa se abre nuevamente en un clima de reconciliaci�n
El nuevo siglo que empieza, celebra el renacimiento del Jubileo. Despu�s de setenta y cinco a�os se abri� de nuevo la Puerta Santa. Le�n XIII, el 24 de diciembre de 1899, pudo inaugurar el primer A�o Santo despu�s del fin del poder temporal del Papa. Le�n XIII, que se hab�a pronunciado sobre una de las cuestiones centrales del tiempo, la social, con la hist�rica Enc�clica Rerum novarum, consideraba tambi�n necesario redimensionar la imagen de la Iglesia y del pontificado romano. El Jubileo le ofrec�a la ocasi�n. La preparaci�n log�stica y la organizaci�n fueron apoyadas tambi�n, por primera vez, por el gobierno italiano. La apertura de la Puerta Santa se realiz� con solemnidad y tambi�n en un clima de reconciliaci�n y fiesta. Roma se llen� en esa ocasi�n, de peregrinos procedentes de todas las partes del mundo.
1925: "El A�o Santo de la pacificaci�n y de la paz"
Es la definici�n del Jubileo del a�o 1925 convocado por P�o XI en un clima de renovada distensi�n entre la Iglesia y el Estado Italiano. La prensa italiana concedi� amplio espacio al evento, poniendo as� en evidencia el nuevo clima de paz que se hab�a instaurado en Roma. P�o XI dio al Jubileo un car�cter eminentemente misionero, ya que las misiones constituyeron uno de los grandes temas de su pontificado. A �l se debe la consagraci�n de los primeros obispos chinos. El a�o jubilar fue tambi�n coronado por una serie de solemnes ceremonias religiosas, entre las cuales las m�s significativas fueron algunas canonizaciones: la de Teresa del Ni�o Jes�s, la del Cura de Ars y de Juan Eudes. La participaci�n de los peregrinos fue impresionante. De hecho aquel a�o llegaron a Roma m�s de medio mill�n de personas.
1933: El A�o Santo extraordinario de la Redenci�n
El 24 de diciembre de 1932, P�o XI anunci�, sorprendiendo a todos, la convocaci�n de un A�o Santo extraordinario para 1933: el de la Redenci�n. Despu�s de haber instituido la fiesta de Cristo Rey y de haber consagrado la humanidad al Sagrado Coraz�n de Jes�s, en la vigilia del centenario de la muerte de Cristo el Papa anunciaba el A�o Santo de la Redenci�n. Los tiempos lit�rgicos de este Jubileo fueron diversos de los anteriores. En efecto, la apertura de la Puerta Santa fue fijada para el Domingo de Pasi�n (y no la noche de Navidad), y la clausura para el Lunes de Pasi�n del a�o sucesivo. P�o XI cre� as� un gran acontecimiento religioso centrado en la figura de Cristo Redentor. Este Jubileo fue la primera ocasi�n, despu�s del fin del poder temporal, en el que algunas celebraciones presididas por el Papa se realizaron fuera de la Bas�lica de San Pedro.
1950: El Jubileo "del gran retorno y del gran perd�n
P�o XII abri� el A�o Santo en un horizonte cargado de tensiones y con las heridas de la segunda guerra mundial todav�a no cicatrizadas. Un mensaje de paz subyace en el Jubileo del a�o 1950. Es el a�o del "gran retorno y del gran perd�n" de todos los hombres, tambi�n de los m�s alejados de la fe cristiana. Europa estaba dividida en dos partes y los cat�licos del Este no pod�an ir a Roma. No obstante estas dificultades, la participaci�n de los peregrinos fue extraordinaria y la audiencia con el Papa, a partir de este Jubileo, entr� a formar parte integrante de la vida de los fieles. Videre Petrum pas� a ser el objetivo de muchos. Durante el a�o jubilar P�o XII proclam� el dogma de la Asunci�n de Mar�a, en la Plaza San Pedro en presencia de casi quinientos mil fieles y 622 obispos. Otro aspecto significativo fue el espect�culo ofrecido por la presencia de los peregrinos. Su ejemplo fue definido: "la mejor predicaci�n de este siglo".
1975: El Jubileo de la reconciliaci�n y de la alegr�a
"�Tiene todav�a sentido la celebraci�n del Jubileo?". Esta era una pregunta frecuente entre los cat�licos del inmediato posconcilio. Despu�s del Vaticano II una celebraci�n jubilar, a muchos les parec�a anacr�nica, ligada a una idea de cristiandad medieval. El Papa Pablo VI sent�a estos problemas, pero decidi� no interrumpir la tradici�n de los Jubileos. El Papa vio el A�o Santo como una oportunidad de renovaci�n interior del hombre. Con ocasi�n de este Jubileo escribi� la Exhortaci�n Apost�lica Gaudete in Domino, con la intenci�n de poner las celebraciones jubilares bajo el signo de la alegr�a. Los tres puntos fundamentales de este A�o Santo fueron: la alegr�a, la renovaci�n interior y la reconciliaci�n. Un observador seglar de la historia de la Iglesia escribi� a prop�sito del Jubileo del a�o 1975: "Fue un gran �xito".
1983: El Jubileo de la Redenci�n prepara el A�o Santo del 2000
"�Abran las puertas al Redentor!". Con estas palabras Juan Pablo II introdujo la Bula que, el 6 de enero de 1983, convocaba el Jubileo de la Redenci�n. El motivo de este A�o Santo extraordinario fue el 1950 aniversario de la muerte de Jes�s que el Papa entend�a celebrar en continuidad con el Jubileo extraordinario de 1933 y en vista del Jubileo del Jubileo del a�o 2000. Es decir, como una anticipaci�n del Jubileo de este fin de milenio. El Jubileo extraordinario tuvo la funci�n "de llevar a cabo una digna preparaci�n para el "A�o Santo del 2000".