Su Santidad Juan Pablo II
Amad�simos hermanos y hermanas:
1. El pr�ximo mi�rcoles, 2 de febrero, fiesta de la Presentaci�n de Jes�s en el templo, se celebrar� el jubileo de la vida consagrada, es decir, de las personas que han consagrado su vida a Cristo, comprometi�ndose con los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Deseo dirigir un cordial saludo a estos hermanos y hermanas nuestros: a los que han venido a Roma para esa ocasi�n y a cuantos, en todas las partes del mundo, celebrar�n su jubileo en sus respectivas di�cesis. Exhorto a todos a cruzar con confianza y esperanza la Puerta santa, renovando su plena disponibilidad a convertir la propia vida en un canto de alabanza a la sant�sima Trinidad.
Aqu�, en Roma, los consagrados se preparan para ese acontecimiento con un triduo que comienza hoy. La jornada de hoy est� dedicada a la acci�n de gracias por la vocaci�n y la consagraci�n, dones inestimables de Dios, comunicados a la persona en Jesucristo, el "Consagrado" del Padre. El tema de ma�ana ser� la comuni�n fraterna, y, por la tarde, en la sala Pablo VI del Vaticano, las personas consagradas celebrar�n un encuentro festivo, que se podr� seguir a trav�s de la radio y la televisi�n. Asimismo, el 1 de febrero, d�a en que se pondr�n de relieve la misi�n y el testimonio, se tendr� la adoraci�n eucar�stica en la bas�lica de Santa Mar�a la Mayor. Culminaci�n del jubileo de la vida consagrada ser� la santa misa que, Dios mediante, tendr� la alegr�a de presidir en la plaza de San Pedro, rodeado por una gran multitud de personas consagradas.
2. Os invito a uniros espiritualmente a nuestros hermanos y hermanas que expresan las diferentes formas de vida consagrada, porque su vocaci�n es un don para toda la Iglesia. La Iglesia, Esposa de Cristo, debe gran parte de su belleza a los innumerables carismas de consagraci�n que el Esp�ritu Santo ha suscitado a lo largo de los siglos entre los fieles, desde la comunidad apost�lica hasta hoy. Con su sola presencia, las personas consagradas son signo de Cristo y de su estilo de vida, y a la vez que invitan a no anteponer nada a Dios y a su reino, son para todos ejemplo de generosidad en la oraci�n y en la entrega al pr�jimo.
3. Todo esto lo vemos realizado perfectamente en Mar�a de Nazaret: su singular�sima uni�n con el Verbo encarnado la convierte en el modelo de la vida evang�lica, obediente, pobre y casta como la de Jes�s.
Las personas consagradas, hombres y mujeres, han considerado siempre a la Virgen sant�sima como la madre de su vocaci�n, experimentando, tanto en los momentos favorables como en los de dificultad, su sol�cita asistencia. Encomendemos hoy a Mar�a a todas sus hijas y a sus hijos consagrados. Pidamos a Dios que su testimonio evang�lico ayude eficazmente a la humanidad a caminar en el nuevo milenio seg�n el proyecto de Dios.
Al final de la meditaci�n mariana, Su Santidad se refiri� a la Jornada mundial de los enfermos de lepra, que se celebraba ese d�a, deseando a las personas afectadas por esa enfermedad que experimenten la fuerza sanante de la solidaridad de sus hermanos.
(�L'Osservatore Romano - 4 de febrero de 2000)