MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II 
A LA CONGREGACI�N 
DE LAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZ�N


A la reverenda madre 
LINA COLOMBINI 
Superiora general 
de las Misioneras del Sagrado Coraz�n 

1. Con alegr�a me uno a la acci�n de gracias que la congregaci�n de las Misioneras del Sagrado Coraz�n eleva al Se�or con ocasi�n del 150� aniversario del nacimiento de su fundadora, la madre Francisca Javier Cabrini, y del 50� de su proclamaci�n como patrona de los emigrantes. Se trata de felices aniversarios que enriquecen el camino jubilar de vuestro instituto y constituyen una oportunidad especial para redescubrir, con celo y amor creativo, vuestro carisma frente a los desaf�os, siempre nuevos, que plantea el mundo de la movilidad humana.  

En esta circunstancia, deseo, ante todo, hacerme portavoz de la gratitud de los pobres y los necesitados, que en vosotras, queridas Misioneras del Sagrado Coraz�n, experimentan la ternura de Dios. Junto con ellos, quisiera expresaros mi aprecio y mi gratitud por el gran bien que realiz�is incansablemente, siguiendo los pasos de vuestra santa fundadora. 

2. Francisca Cabrini, que naci� y fue bautizada el 15 de julio de 1850 en Sant'Angelo Lodigiano, en el seno de una familia de gran fe y piedad, comenz� muy pronto a recorrer el camino de disc�pula del Se�or, que la llevar�a, por misteriosos e imprevisibles senderos, a alcanzar las cumbres de la santidad. 

Su vida dio un viraje decisivo cuando ingres� en la "Casa de la Providencia" de Codogno, donde las tribulaciones y las dificultades consolidaron en su coraz�n el celo misionero y la decisi�n de consagrarse totalmente al Se�or. All� recibi� el h�bito religioso y, m�s tarde, conservando el nombre de Francisca, quiso a�adir el de Javier, en recuerdo del gran misionero jesuita patrono de las misiones. Gracias al aliento y al apoyo del obispo de Lodi, monse�or Domenico Maria Gelmini, sor Francisca Javier, junto con siete hermanas, dej� la "Casa de la Providencia" para fundar, en un antiguo convento franciscano de esa ciudad, vuestro instituto, llamado entonces de las "Salesianas Misioneras del Sagrado Coraz�n", que obtuvo la aprobaci�n diocesana en 1881. 

A sus religiosas la madre Cabrini ped�a obediencia evang�lica, mortificaci�n, renuncia, vigilancia del coraz�n y silencio interior, como virtudes necesarias para conformar su existencia a Cristo y cultivar y vivir el anhelo misionero. Se produjo un florecimiento sorprendente de vocaciones y una r�pida expansi�n del instituto en Lombard�a e incluso m�s all� de los confines de la regi�n, con la apertura de las primeras casas en Roma y la aprobaci�n pontificia de las "Misioneras del Sagrado Coraz�n de Jes�s", el 12 de marzo de 1888, apenas ocho a�os despu�s de su fundaci�n.  Son conocidas las palabras "no a Oriente, sino a Occidente", que el Papa Le�n XIII dirigi� a vuestra fundadora, deseosa de partir para China; palabras que dieron nuevo impulso y nueva direcci�n a su celo misionero. La invitaci�n del Vicario de Cristo la orientaba hacia las multitudes de emigrantes que, a fines del siglo XIX, cruzaban en gran n�mero el oc�ano hacia Estados Unidos, a menudo en condiciones de extrema indigencia. 

3. Desde aquel momento, la infatigable actividad apost�lica de la madre Cabrini estuvo cada vez m�s impulsada por el deseo de llevar la salvaci�n a todos y con urgencia. "El Coraz�n de Jes�s -sol�a repetir- act�a con tanta rapidez, que no logro seguirlo". Con un grupo de religiosas parti� hacia Nueva York, en el primero de los numerosos viajes que, como mensajera de esperanza, realizar�a para alcanzar siempre nuevas metas en su apostolado infatigable: Nicaragua, Brasil y Argentina, adem�s de Francia, Espa�a e Inglaterra. 

Impulsada por una singular audacia, empez� de la nada la construcci�n de escuelas, hospitales y orfanatos para multitud de desheredados que se aventuraban a buscar trabajo en el nuevo mundo, sin conocer la lengua y sin medios que les permitieran una inserci�n digna en la sociedad norteamericana, en la que a menudo eran v�ctimas de personas sin escr�pulos. Su coraz�n materno, que no se resignaba jam�s, llegaba a ellos dondequiera que se encontraran: en los tugurios, en las c�rceles y en las minas. A la madre Cabrini no la asustaban ni el cansancio ni las distancias; viajaba de Nueva York a Nueva Jersey, de Pensilvania a Illinois, y de California a Luisiana y a Colorado. Incluso hoy, en Estados Unidos, donde la siguen llamando familiarmente "Madre Cabrini", se mantiene sorprendentemente viva la devoci�n a esta religiosa que, aun amando a su patria de origen, quiso tomar la ciudadan�a norteamericana.  

Fue beatificada por el Papa P�o XI, en 1938, apenas 21 a�os despu�s de su muerte, acaecida en Chicago el 22 de diciembre de 1917, y canonizada en 1946 por el Papa P�o XII. Este, durante el A�o santo 1950, quiso proclamar patrona de los emigrantes a esta peque�a mujer que, defendiendo la dignidad de cuantos se ve�an obligados a vivir lejos de su patria, se hab�a convertido en una ind�mita constructora de paz.  

4. Reverenda madre, estos dos aniversarios jubilares, que vuestra familia celebra durante el A�o santo 2000, os impulsan a considerar con renovada intensidad las motivaciones profundas que hicieron de santa Francisca Javier Cabrini una intr�pida misionera de Cristo y sostuvieron su infatigable y prof�tica labor en favor de los m�s pobres. 

Como sab�is muy bien, en la oraci�n y sobre todo en sus largos ratos de recogimiento ante el Tabern�culo encontraba la fuerza para su extraordinaria actividad. Cristo era todo para ella. Su constante preocupaci�n era descubrir su voluntad en las disposiciones del Magisterio de la Iglesia y en los eventos de la vida. 

Queridas hermanas, ojal� que tambi�n para vosotras la b�squeda de la voluntad del Esposo divino sea el centro de vuestra existencia. En la escuela del Coraz�n de Jes�s podr�is aprender a escuchar el grito de los pobres, para dar respuestas adecuadas a sus problemas materiales y espirituales. Esta es la consigna que os da vuestra madre al comienzo de un nuevo milenio lleno de expectativas y esperanzas, pero marcado tambi�n por heridas que ensangrientan el cuerpo vivo de la humanidad, sobre todo en los pa�ses m�s pobres del mundo.  

Vuestros recientes cap�tulos generales os han impulsado a centrar vuestra atenci�n en la espiritualidad de la Encarnaci�n, como expresi�n del amor de Jes�s a la humanidad. Adem�s, durante estos a�os hab�is realizado opciones en favor de los pobres e indefensos, que os han llevado a compartir sus dif�ciles condiciones en las favelas y en las zonas rurales del nordeste de Brasil. 

Asimismo, hab�is ayudado a los ni�os de la calle y hab�is trabajado para promover la dignidad de la mujer.  Las complejas corrientes migratorias actuales, que en parte han cambiado la direcci�n de otros tiempos, os han impulsado a encarnar con creatividad y generosidad el esp�ritu de la madre Cabrini en las in�ditas y modernas situaciones de los emigrantes. 

As�, hab�is acogido en vuestras casas a las familias de los emigrantes, e inscrito en las escuelas a sus hijos. Est�is activamente presentes en numerosos centros de acogida, donde a menudo, en las historias y en los rostros de hoy, aparecen de nuevo los problemas y las necesidades de los tiempos de vuestra santa fundadora: la obtenci�n del permiso de residencia, la ense�anza de la lengua, la inserci�n en la sociedad y la ayuda a los inmigrantes clandestinos en los centros de detenci�n. 

5. Este fervor apost�lico, abierto a una colaboraci�n cada vez m�s amplia con los laicos, exige de cada una de vosotras, Misioneras del Sagrado Coraz�n, una firme conciencia de la vocaci�n espec�fica de vuestro instituto y un constante empe�o por tutelar y promover a todo ser humano. Esforzaos por servir al Se�or en comunidades fraternas y acogedoras, para testimoniar a los dem�s los valores evang�licos que deben distinguiros. De esa forma, ser�is sabias educadoras de los laicos que quieren compartir vuestro carisma, y establecer�is con ellos una colaboraci�n inspirada en el Evangelio y en los ideales de sacrificio, atenci�n fraterna y di�logo que derivan del mensaje evang�lico. 

Oro al Se�or para que, gracias a vuestro ejemplo, muchas j�venes se sientan atra�das por el ideal misionero de la madre Cabrini, muy actual tambi�n en nuestro tiempo. Quiera Dios que la celebraci�n del A�o santo 2000 y los aniversarios providenciales que conmemor�is sean ocasiones propicias para acrecentar en cada miembro de vuestro instituto la fidelidad y el amor al Sagrado Coraz�n de Jes�s. Ojal� que cada una de vosotras repita frecuentemente en su vida estas palabras del Ap�stol, tan queridas para vuestra santa fundadora: "Omnia possum in eo qui me confortat": "todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13). 

Que la Virgen sant�sima, de quien la madre Cabrini era muy devota, os proteja e interceda por todas vosotras. Que desde el cielo velen por vosotras santa Francisca Javier y vuestros santos y santas patronos. Tambi�n yo os acompa�o con mi afecto, y le imparto de coraz�n a usted, reverenda madre general, a las hermanas, a los colaboradores laicos, a sus familias y a cuantos son objeto de vuestros cuidados amorosos, una especial bendici�n apost�lica.  

Vaticano, 31 de mayo de 2000