MURDER (COJ)ONES.

PREFACIO

Teddy Hoffman se levantó cansado de la cama. Su esposa yacía a su lado, su rostro reflejando el placer de una noche de ardor sexual. Teddy estaba contento. Le había costado estar alejado de su bufete de abogados durante 1 año reconquistar a su esposa, y encontrarse prácticamente arruinado. Pero no le importaba. Nada era comparable a la satisfacción que le producía el poder volver a abrazar y practicar la felación con su pequeña hija en cualquier momento, lejos de tener que recurrir a permisos judiciales para ello. Y su esposa se mostraba de nuevo tan apasionada y ardiente como en su ya lejana etapa de novios. Se dejaba montar que era un gusto verla, y seguía excitándole en sobremanera cuando le solicitaba que le

metiese la calva hasta el cuello del útero..

Y es que, si de algo se encontraba orgulloso Teddy además de su prestigioso bufete, era de su calva. El aire de seriedad que le transmitía le había permitido ganar numerosos casos gracias al aplomo de sus convincentes defensas (comidas de coño a la fiscal Miriam Grueso a parte). Y, en los momentos de mayores dificultades de su bufete, era antorcha y guía en las acciones de todos sus contratados y socios, que escuchaban sus palabras y comían su polla en acto de veneración ante su sabiduría.

Pero Teddy no servía para la vida familiar. Disfrutaba cada minuto del tiempo que pasaba con sus seres queridos, pero necesitaba algo más. Ejercitar sus dotes dialécticas frente a un jurado encabronado porque estaba defendiendo al violador de 15 niñas de 5 años (era normal que despertasen la lívido de su pobre acusado con esas faldas a la altura de la rodilla, argumentó), defender causas justas frente a la intolerancia social (Como la del blanco que se cargó a tiros a 15 negros porque se pusieron a cantarle Blues en la puerta de su casa el día del partido Chicago – Utah. El descanso de un horado trabajador es sagrado). Teddy sentía en su fuero interno la necesidad de regresar a su puesto al frente del bufete Hoffman y asociados, de guiar el timón de su magnífica empresa, cuyos eficientes y bien dotados (intelectualmente) trabajadores habrían seguido trabajando duro para mantener el sobrenatural prestigio

adquirido tras la victoria en el caso Avalon.

ˇAh, el caso Avalon! El mayor triunfo de su carrera. Luchó hasta el último segundo para salvar la vida de su pobre defendido. Rico, guapo, putero, drogadicto, que se empipaba con muchísima frecuencia, socialmente inadaptado... el tipo de blanco preferido por la oficina del fiscal para dar escarmientos públicos. Presionó a un hombre tan importante como el fallecido Richard Cross para que testificase prácticamente en su lecho de muerte y salvase de la segura condena a Nick Avalon. El muy sidoso un poco más y se le muere en pleno juicio, pero las

medicinas que le aplicaron le permitieron dar solidez a su testimonio, aunque se lo cargasen en pleno pasillo 5 minutos después. Y finalmente el nombre de Nick Avalon quedó libre de toda mancha. El crimen recayó sobre las espaldas de un sudaca ilegal que iba por el mundo regalando dinero a menores y dándoles por culo, hasta que un día se le fue la mano y se cargó a la pobre Laura Palmer (vale, esa es la de Twin Peaks, pero proporciona un clímax dramático inigualable al relato. Y además, me gusta más que Jéssica Costelo). Nick pudo volver a disfrutar de su libertad follándose a putones menores de edad, drogándose en las tetas de su secretaria, y haciéndo películas basura con las cuales las mujeres casadas se masturbaban para satisfacer la necesidad que su marido dejaban en ellas. Sí, todo un éxito para Hoffman, con el que contribuyó a la correcta formación moral de la comunidad, y por el que le llovieron los aplausos y las posibilidades de follarese a cualquiera que se le pusiese por delante... salvo a su esposa. Un amargo trago que tuvo que soportar sólo hasta que ella decidió volver a darle una oportunidad... a costa de que abandonase el bufete.

 

Ahora todo era distinto. Su vida familiar se había estabilizado definitivamente, y su cabeza le pedía nuevos rompecabezas inacabados con los que ejercitarse y volver a ser patrón del comportamiento a seguir por sus empleados.

Teddy se asomó a la ventana de la cabaña donde estaba pasando unos días de asueto con la familia. Todo era perfecto, pero necesitaba volver a ingresar dinero para poder mantener su modesto nivel de vida actual. 10 profesores se desplazaban diariamente desde la universidad de Harvard para dar clases particulares a su hija, y para evitar a su mujer realizar las pesadas labores cotidianas de ama de casa, 30 porteras de Córdoba eran llevadas en avión y helicóptero para limpiar los 1.500 metros cuadrados de cabaña dos veces en semana. Era especialemente destacable una que antes había trabajado en Cajasur, y que le daba conversación durante muchas horas sobre distintos temas tan amenos como los resfriados de su hija. También eran intersantes dos de ellas llamadas Pinej y ChicoAS, de aspecto bastante masculino y poco eficientes en su trabajo, pero a las que le daba pena despedir por su patético aspecto. Sí, la verdad es que se sentía muy féliz, pero sus pobres ahorros adquiridos a lo largo de sus muchos años de trabajo al frente del bufete no le permitirían seguir viviendo así más allá de 10 años.

Teddy dio por terminadas sus elucubraciones al ver que su esposa comenzaba a despertarse. Se dirigió hacia ella, le besó la frente y le metió la polla en la boca para satisfacer así su deseo de desayunar en la cama. Esto cambiaría pronto. La llamada de la abogacía era demasiado fuerte para resistirse a ella.

 

 


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