PRIMAVERA
¡Toda la primavera dormía entre tus manos!
Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas
y erguiste, enajenada,
esa flecha de luz que impregna los caminos.
¡Toda la primavera!
Fervores del instante transido de capullos,
gracia tímida y leve del perfume sin rastro,
caricias que despiertan el sexo de las horas.
Brotaron de tus palmas en éxtasis gozoso
los trinos y las brisas. Y tu ademán secreto
despertó en rubores la pubertad del mundo.
¡Todo vino por ti! Porque tus manos lentas
ciñeron brevemente mi carne estremecida,
porque al rozar mi cuerpo
despertaste una flor que trae la primavera.
*(De Ernestina Champourcín, 1905/27-3-1999).
La POETISA: Ernestina Champourcín
Nacida en Vitoria el 11 de julio de 1905, su infancia y
juventud transcurrió en Madrid donde estudió bachillerato y conoció a quien sería su marido,
Juan José Domenchina, poeta también (y secretario, durante la guerra, del presidente Manuel
Azaña) y con el que Ernestina compartió toda su vida. Domenchina murió en 1959. Discípula y
amiga de Juan Ramón Jiménez, escribió sobre él un bello libro de recuerdos, La ardilla y la
rosa (Juan Ramón en mi memoria). Unida por amistad y estilo a los poetas del 27 -generación de
la que no fue la única mujer, como suele decirse: ahí están Concha Méndez, Rosa Chacel,
Josefina de la Torre o Cristina de Arteaga- Ernestina publicó su primer libro de poemas, En
silencio, en 1926. El título será significativo de buena parte de su poética, de voluntad
intimista, amorosa y religiosa, pero conocedora de las técnicas nuevas. Ahora es de 1928. Y La
voz en el tiempo de 1931. Poco después, Gerardo Diego la incluyó en su segunda Antología -la de
1934- en la que Ernestina define su gusto por el vivir escondido. En 1936, al borde de la
guerra, publica Cántico inútil. En 1939 parte al exilio, a México, con su marido. Ernestina
regresaría a España, sola, en 1972. En México -con poco eco español- siguió publicando:
Presencia a oscuras (1952) o Cárcel de los sentidos (1960). Y luego -ya en su país- más poesía
con esa peculiar tensión entre intimismo y religiosidad: Poemas del ser y del estar (1972),
Huyeron todas las islas (1988), y tras algunas antologías, un último libro, al filo de sus 90
años, Del vacío y sus dones (1993), en busca de la luz, a través de la fugacidad. A Ernestina
de Champourcin nunca pareció preocuparle -volcada a su interior- el relativo olvido o la falta
de audiencia en sus últimos años. Murió en una residencia para personas mayores de Madrid, el
27 de marzo de 1999.
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