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Nota:

Toda la Información aquí presentada es propiedad de la Profesora María Socorro Estrada Castañeda. Si usted desea utilizar cualquier parte del material aquí presentado, por favor contactela en la siguiente dirección de correo:
 
 

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La Niña Flor

¡Loa y alabanza plena!
Al crepúsculo y al ocaso
del hombre Dios descastado
y a su decadente civilización
con su especie, degradada y degradante.
Hombre del final del milenio
que en su escabrosa trayectoria
ha descendido a abismales abismos.
En el fondo encontramos a un Kafkiano
Rata, reducto, escoria y marginación
aquí  tenemos, relatamos la historia:
Érase un laberinto y tétrico universo
fragmento terrenal del hórrido averno
era una escena de un destino adverso
donde vivía la niña, ángel del fango.
La niña virgen, toda prostitución
la niña excelsa, en la drogadicción
la niña llanto, acéfalo de amor.
Ella murió, pero, ¿Vivió acaso?
la lastimó la miseria de su tiempo
la cercó de cerca, la crueldad
la arrolló la miseria desbordada
la mató la impiedad y desamor.
Nunca tuvo consuelo a su existencia
ni muñecas, ni arrullos maternales
que respondieran a su filial afecto
solo el destino de agravio y desamparo
desterrada en su paupérrima morada.
Allá, en la alcantarilla, maloliente
encontró contacto en solidaria mano
la del proscrito y errabundo hermano
que besó su frente, y enjugó su llanto
desgranando, trémulo en su oído
frases de encanto, cálidas de amor
que uniera su amor con su rencor
maldiciendo su mundo de abandono
y queriéndose mucho, y queriéndose tanto
mitigando su sed, amargura y quebranto.
Ella, era una flor, pura de infancia
arrasada por destructivo vendaval.
Era cual Diosa, digna de un altar,
era princesa, digna de pleitesía.
¿Porqué en el fango y en el arrabal?
Si tenía derecho a ser amada
a la ovación, ternura y devoción
pero sobrevivía, en una alcantarilla
era penumbra, humedad y soledad
con droga y alcohol como evasión
no podría ser de otra manera
ya que su fragilidad infantil
no asimilaba el odio y desamparo.
En ese ambiente tan doliente
vivió, amó, sufrió, murió la niña
la niña flor, perdida sin edén.
Nada noble en este mundo vio
solo un sitio, inhumano, desolado.
Ella, ya no está más en la tierra
quiero pensar que emigró al cielo
somos muchos culpables de su muerte:
Sus padres, que la arrojaron a la calle
otros, que mancillaron su inocencia
aquéllos que la golpearon con crueldad
y muchos más que la hicieron descender
a niña bestia de ínfima condición.
El, tú, yo, ellos y también nosotros
que a su paso de miserable vida
no arrojamos una migaja de amor.
Y mientras me acongoja su tragedia
se me desdibuja el contorno humano.
Murió la niña flor, musa de mi poema
hay agravios, resabios y condena
me hiere su ausencia y su agonía
ante mi siglo de agónicos fulgores
Inhumano, convulso, sin honores.
Hoy evoco aquel nefasto día
cuando tu fuiste, atropellada
y la piedad se convirtió en la nada
se te dejó moribunda, abandonada
nadie se detuvo a luchar por tu vida,
solo tus hermanos bienhechores
para calmar tus hórridos dolores
te drogaron hasta dejarte inerme
y presos de impotencia y sufrimiento
te besan y te dicen: duerme, duerme.
Y tu carita de niña desolada
al librarte por siempre del dolor
volteó para dar la última mirada
al libro que a diario te recreaba
e iluso se llamaba: El libro del amor.
Hoy lacerada, yo tu historia escribo
mientras en el ocaso de la estirpe, vivo
civilización en decadencia, somos
vanagloria de un caduco progreso
mientras vivían en las alcantarillas
despojos, míseros seres humanos.
Niña inmolada, canto, risa, encanto
tu cuerpo generoso al abonar la tierra
germinará todo colorido y fragancia
allí serás tu bella entre las bellas
en el jardín serás una orquídea ¡Que prestancia!
y allá en el cosmos, atraparás estrellas.

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