¡Loa
y alabanza plena!
Al
crepúsculo y al ocaso
del
hombre Dios descastado
y
a su decadente civilización
con
su especie, degradada y degradante.
Hombre
del final del milenio
que
en su escabrosa trayectoria
ha
descendido a abismales abismos.
En
el fondo encontramos a un Kafkiano
Rata,
reducto, escoria y marginación
aquí
tenemos, relatamos la historia:
Érase
un laberinto y tétrico universo
fragmento
terrenal del hórrido averno
era
una escena de un destino adverso
donde
vivía la niña, ángel del fango.
La
niña virgen, toda prostitución
la
niña excelsa, en la drogadicción
la
niña llanto, acéfalo de amor.
Ella
murió, pero, ¿Vivió acaso?
la
lastimó la miseria de su tiempo
la
cercó de cerca, la crueldad
la
arrolló la miseria desbordada
la
mató la impiedad y desamor.
Nunca
tuvo consuelo a su existencia
ni
muñecas, ni arrullos maternales
que
respondieran a su filial afecto
solo
el destino de agravio y desamparo
desterrada
en su paupérrima morada.
Allá,
en la alcantarilla, maloliente
encontró
contacto en solidaria mano
la
del proscrito y errabundo hermano
que
besó su frente, y enjugó su llanto
desgranando,
trémulo en su oído
frases
de encanto, cálidas de amor
que
uniera su amor con su rencor
maldiciendo
su mundo de abandono
y
queriéndose mucho, y queriéndose tanto
mitigando
su sed, amargura y quebranto.
Ella,
era una flor, pura de infancia
arrasada
por destructivo vendaval.
Era
cual Diosa, digna de un altar,
era
princesa, digna de pleitesía.
¿Porqué
en el fango y en el arrabal?
Si
tenía derecho a ser amada
a
la ovación, ternura y devoción
pero
sobrevivía, en una alcantarilla
era
penumbra, humedad y soledad
con
droga y alcohol como evasión
no
podría ser de otra manera
ya
que su fragilidad infantil
no
asimilaba el odio y desamparo.
En
ese ambiente tan doliente
vivió,
amó, sufrió, murió la niña
la
niña flor, perdida sin edén.
Nada
noble en este mundo vio
solo
un sitio, inhumano, desolado.
Ella,
ya no está más en la tierra
quiero
pensar que emigró al cielo
somos
muchos culpables de su muerte:
Sus
padres, que la arrojaron a la calle
otros,
que mancillaron su inocencia
aquéllos
que la golpearon con crueldad
y
muchos más que la hicieron descender
a
niña bestia de ínfima condición.
El,
tú, yo, ellos y también nosotros
que
a su paso de miserable vida
no
arrojamos una migaja de amor.
Y
mientras me acongoja su tragedia
se
me desdibuja el contorno humano.
Murió
la niña flor, musa de mi poema
hay
agravios, resabios y condena
me
hiere su ausencia y su agonía
ante
mi siglo de agónicos fulgores
Inhumano,
convulso, sin honores.
Hoy
evoco aquel nefasto día
cuando
tu fuiste, atropellada
y
la piedad se convirtió en la nada
se
te dejó moribunda, abandonada
nadie
se detuvo a luchar por tu vida,
solo
tus hermanos bienhechores
para
calmar tus hórridos dolores
te
drogaron hasta dejarte inerme
y
presos de impotencia y sufrimiento
te
besan y te dicen: duerme, duerme.
Y
tu carita de niña desolada
al
librarte por siempre del dolor
volteó
para dar la última mirada
al
libro que a diario te recreaba
e
iluso se llamaba: El libro del amor.
Hoy
lacerada, yo tu historia escribo
mientras
en el ocaso de la estirpe, vivo
civilización
en decadencia, somos
vanagloria
de un caduco progreso
mientras
vivían en las alcantarillas
despojos,
míseros seres humanos.
Niña
inmolada, canto, risa, encanto
tu
cuerpo generoso al abonar la tierra
germinará
todo colorido y fragancia
allí
serás tu bella entre las bellas
en
el jardín serás una orquídea ¡Que prestancia!
y
allá en el cosmos, atraparás estrellas.
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