Los autómatas celulares fueron desarrollados a finales de los años 40 por Stanislaw Ulam y Konrad Zuse y puestos en práctica por John von Neumann. No fue sin embargo hasta finales de los años 60 que John Horton Conway desarrolló el juego de la vida y aparecieron las aplicaciones más prácticas de este concepto.
El modelo de los autómatas celular busca simular sistemas complejos, no mediante reglas complicadas, sino subdividiendo el sistema a estudiar en muchos subsistemas simples (células) que operan con reglas sencillas y se relacionan con los demás así mismo mediante reglas simples. De este modo un autómata celular es por definición discreto, en el sentido de que se habla del estado actual y el siguiente y el número de células es finito.
Las aplicaciones de los autómatas celulares son muchas y muy variadas. Sirven tanto para simular sistemas biológicos (el juego de la vida y sus variantes) , construir y simular estructuras complejas o caóticas (fractales) e incluso simular multitud de fenómenos físicos hasta el punto de considerarse una alternativa a las ecuaciones diferenciales.
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