LA COMPLICIDAD DE UN SILENCIO

 

Cuando las palabras se agoten,

después de regalar nuestro oído,

no sea por raídas ni gastadas,

ni por demasiado leídas,

ni por demasiado dichas,

ni porque perdieron sentido.

Desvanézcanse en un silencio

de mórbida complicidad ahíto,

de incorpóreos encuentros pleno,

tras el postrer suspiro.

De furtivas miradas cegado;

rebosante de innumerables sueños.

 

Cuando las palabras solo existan

tras unos sellados labios,

no sea el desencanto o el despecho,

la ansiedad o la tristeza,

un desamor o una amargura,

quienes los hayan cerrado.

Rezume nuestra piel,

a través de sus mil poros,

un océano de sensaciones

que calló nuestro discurso.

Un oculto sentimiento

del que la voz no dispuso.

 

Cuando las palabras ya no broten

con la fluidez que lo hicieran,

no sea por cansancio ni por hastío

sino porque la emoción las ahogue,

al comprender, finalmente,

cuan valioso es un amigo.

Fúndanse, gozosas, nuestras ánimas

al son de lejanos timbales,

en invisible y leve danza.

Sin palabras, sin sonido,

conformen un corazón

que nos grite: ¡Estáis vivos!

 

 

Anterior Siguiente

 

Mi poesía

Mi mundo

 

Woman (John Lennon)

 

Ultima revisión: 04/08/99