LAS BUENAS FORMAS

 "Loosing my religion", Rem.

 

ã Luisa Arévalo Klose y Fred McIntosh

 

Tras el éxito de mi página "Locos por la red", vuelvo a las andadas con otra guía de las buenas formas, con el objetivo de ayudar a la chusma a comportarse en público, esta vez en el mundo real. Pretendo culminar el legado que nos dejaron Els Joglars con sus series de televisión como Orden Especial, y el escritor Alfonso Ussía, con sus manuales de las buenas maneras. Si te sientes reconocido en alguna de las descripciones, estás a tiempo de cambiar, o tus semejantes comenzarán a señalarte con el dedo, porque habrán leído también esta página. Ojo al dato, y gracias. La clasificación es por el sitio donde se comete el agravio, y he incluido el castigo, a mi juicio más oportuno, para cada uno de los especímenes.

 

En el metro

El cagaprisas: Si entra, lo hace antes de dejar salir, a pesar de los carteles. Y si sale, el espécimen realiza un slalom por el interior del vagón hasta alcanzar la "pole position" en la puerta sin dirigir la palabra a nadie. En ambos casos arrolla a cualquiera que se encuentra en su frenético camino, y todo por no haber madrugado unos minutos. Castigo: Sufrir continuas avalanchas humanas que le impidan salir del vagón durante toda la mañana.

El tranquilo: Al contrario que el espécimen anterior, éste se coloca en la puerta y no permite ni salir ni entrar a los demás. Tampoco reacciona a tiempo para apartarse, ni siquiera con el toque del silbato, y hay que pegarle algún que otro empujón para que se dé por aludido. Castigo: Administrarle las dosis de Valium necesarias para que caiga narcotizado en un rincón y deje de molestar, a la vez que repone sus escasas fuerzas.

El guarro: Se aferra como una lapa a cualquier asidero del vagón para no caerse, a costa de colocar su sudoroso sobaco en tus narices, hasta que pierdes el conocimiento a causa del olor. En ese momento el espécimen ocupa tu posición, y reitera el proceso, hasta alcanzar el lugar deseado. Castigo: Atarle de pies y manos para que no se pueda agarrar a nada, y meterle en un vagón lleno de bombas fétidas recién lanzadas.

El fumador empedernido: Dentro del vagón a duras penas se resiste a fumar, pero en cuanto pisa el andén, el espécimen se transforma en una chimenea humana, sin tener la paciencia suficiente para esperar a salir a la calle. Castigo: Yo creo que las multas que ya existen actualmente serían suficientes, si es que alguna vez se pone alguna.

En la acera

El simétrico: Cuando la calle está llena de gente, entre miles de personas acabas topándote con tu "alter ego", que parece salido de un espejo, e inmediatamente te atrae como un imán. Amagas hacia la derecha, y el espécimen hacia el mismo lado. Amagas hacia la izquierda, y el espécimen también. Al final te pegas un cabezazo contra el espécimen, y el más fuerte consigue pasar por encima del otro. Castigo: Ninguno, debido a la simetría del caso. Si le quieres aplicar alguno, te lo tendrás que aplicar también a ti, porque para él tú eres el espécimen, así que no te muestres muy riguroso.

El dueño del perrito: Saca a pasear al perrito a la calle para que se alivie, y el perrito se alivia en mitad de la acera. Al espécimen le da mucho asco deshacerse de los residuos orgánicos, a pesar de las bolsas de plástico que existen al efecto, y deja que los demás compartamos la mierda, y nos la llevemos a casa adherida en la suela de los zapatos. Castigo: Limpiar los retretes de las áreas de servicio de las carreteras durante un mes.

La familia unida: Este caso se da mucho en las calles anchas, yo lo he constatado en Madrid en Bravo Murillo, que es donde vivo. En condiciones normales pueden cruzarse unas ocho personas al mismo tiempo sin llegar a ocupar toda la acera. Sin embargo, una familia compuesta por tres especímenes, a saber, padre, madre e hijo, se las apaña para ocupar todo el ancho de la calle, imponiendo una circulación muy lenta, y sin posibilidad de adelantarlos, como no sea cambiando de acera. Es como la multiplicación de los panes y los peces, pero en familia paseante. Cuando les pides por favor que se aparten, ni siquiera te escuchan. Castigo: Hacerles pasear una temporada por Toledo, a ver si les sirve de horma. Pido disculpas a los toledanos por los futuros problemas que les puedan ocasionar estos especímenes, pero no hay más remedio.

El pedigüeño: Mientras que algunos se afanan por vender La Farola, tocar el trombón, o limpiar cristales a los coches, para ganarse la vida con una mínima dignidad, siempre hay un espécimen que simplemente pide. Si se te ocurre negarle el duro, te persigue calle arriba y calle abajo, primero acosándote con amenazas, para pasar al insulto personal, y no llega a la agresión porque no puede. Normalmente necesita los cuartos para comprar droga o para jugar al bingo. Castigo: A galeras.

El guarro: Sí, suele ser el mismo espécimen que te obsequia con su "eau de sobac" en el metro. Una vez en la calle, saca una pieza de fruta para almorzar, y va tirando la piel por todo su camino, como Pulgarcito. Otra variante es la de arrojar al suelo el típico panfleto de propaganda de idiomas y ofimática que te acaban de dar a la salida. La ignorancia de las papeleras no exime de la obligación de depositar todo lo que se tira en ellas. Castigo: Limpiar el Bernabéu y los aledaños tras un partido.

En la carretera

El petardo: Acostumbra a circular por el carril izquierdo de las autopistas a 90 Km/h, impidiendo el paso a todo bicho viviente. Al espécimen le resbala que le hagas destellos, que toques el claxon, y que te acuerdes de su familia materna, porque no se aparta por muy libre que vaya el otro carril. Castigo: Hacerle circular por La Castellana detrás de una manifestación obrera.

El Fitipaldi: Opuesto al anterior, el espécimen en cuestión no duda en zigzaguear por los carriles para adelantar a todo el que pilla por delante, haciendo frenar a los demás, y con riesgo de provocar un accidente. Castigo: Quemarle el coche.

El ciego: Otro que piensa que circula solo por la carretera. Este espécimen acostumbra a llevar las luces largas de noche, y no las cambia por muchos vehículos con los que se cruce. Supongo que considera que las luces cortas son insuficientes para su categoría social. Castigo: Realizarle un interrogatorio policial de esos que usan una lámpara que ilumina directamente los ojos del espécimen, y sujetarle los párpados para que no los pueda cerrar.

El pirulero: Dícese del espécimen que hace pirulas. Un gremio muy dado a ello es el de los mensajeros con moto, que se van jugando el pellejo por ahorrarse un minuto, y que obligan a los otros conductores a cederles el paso en cualquier circunstancia, para no arrollarlos. En los coches también se da, pero en menor proporción. Castigo: Multa va y multa viene, llegando a la retirada del carnet si reinciden.

El cómodo: Mientras que la mayor parte de los conductores nos pasamos horas dando vueltas para aparcar, siempre hay algún espécimen que lo deja bloqueando otro coche, o tapando el paso en un semáforo, etc. Además, si te lo han bloqueado y les pides que lo retiren, todavía parece que te están haciendo un favor. Castigo: Pegarle el coche al suelo con Super Glue, a ver si se lo puede llevar luego. Una variante, que he practicado en ocasiones, es la de desinflarle los neumáticos.

En la cola (con perdón)

El colón: Puestos a descubrir, el espécimen descubre cómo colarse en cualquier cola, fila, o sala de espera que se tercie. A veces pide permiso a la concurrencia, alegando algo urgente. Otras veces, simplemente se pone entre los primeros haciéndose el tonto. Castigo: Tenerle esperando toda la tarde, y, cuando le vaya a tocar, cerrar la ventanilla.

El funcionario: No me refiero a todos, sino al funcionario concreto que atiende una ventanilla con una cola de dos horas, y que parece jugar a una aventura gráfica. Cuando por fin te toca, el espécimen te comunica que antes tienes que presentar el formulario 107B, que se obtiene gratis en la ventanilla de información. Vuelves a esperar la cola, y resulta que también te falta una fotocopia. Esperas otra vez, y te dice que ésa no es la ventanilla correcta, que está un piso más arriba. Subes, esperas otra cola, y te piden que firmes un impreso. Pides un bolígrafo, y no tienen. Al final te vas sin conseguir el trámite. Castigo: Tanto para el espécimen como para el que inventa los procesos: Hacerles ordenar la guía telefónica a mano por número de teléfono, algo tan absurdo como la documentación que hay que rellenar en muchos sitios públicos, cuando todos tus datos ya los tienen informatizados y disponibles previamente (o deberían).

La cita previa: En algunos servicios, principalmente médicos, se empieza a imponer la cita previa. El espécimen te da hora, pero cuando vas descubres que ha dado la misma hora a otras cuatro personas, y pierdes toda la mañana. Además llevan retraso, porque no se han preocupado de calcular el tiempo medio por visita. Castigo: Obligarle a asistir a un curso de estimadores estadísticos hasta que saque matrícula de honor.

El último: Lo de dar la vez en los mercados se ha convertido en un estándar de facto. Sin embargo, el espécimen mete la pata y da la vez a dos personas distintas, con lo que se forman dos colas. El espécimen es atendido, y se marcha de rositas. Entonces comienza una batalla campal entre los dos aspirantes al turno y sus partidarios, que son los que forman cada una de las colas. A partir de aquí podemos presenciar puñetazos entre hombres y arañazos y tirones de moño entre mujeres. Castigo: Traer al espécimen de nuevo al lugar de los hechos, y explicar el caso. Los dos grupos firman la paz, y se unen para propinar una paliza al espécimen. Nada une más que un enemigo común.

En el vecindario

El labrador urbano: En un día soleado vas paseando por la calle, y te caen unas gotitas en la cara. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es Supermán? No, hijos, no, es el espécimen que está regando su huerta particular que ha montado en la terraza, en la que cultiva champiñones para la venta por correo, sin pararse a pensar lo molesta que puede resultar para los viandantes esa lluvia inesperada. También existe la variante del espécimen que sacude las alfombras sobre la vía pública. Castigo: Meterle de cabeza en un retrete público.

El señorito: Te pasas la vida encontrándote al espécimen en el portal, y siempre le abres la puerta para dejarle pasar gentilmente. Un buen día, el espécimen pasa antes que tú, y cuando esperas que por una vez te sostenga la puerta, te la cierra en las narices. Castigo: Ponerle de botones en un hotel de lujo, y quitarle las propinas al final de la jornada.

El espía: El espécimen se convierte en tu sombra: Abres la puerta de casa, y él sale también. Bajas a comer al restaurante, y él está allí. Vas al trabajo, y te lo encuentras en el autobús. Cuando vuelves, está en el portal charlando con el conserje. Das un paseo, y te cruzas con él. Intentas variar tu horario y tus trayectos habituales, pero el espécimen se adapta a los cambios. Su principal ocupación social es la de criticar al ausente, por lo que deduces que en cuanto desaparezcas de su campo visual te va a poner a parir. Sin embargo, un día te quedas encerrado en el ascensor, tocas la alarma durante media hora, y no te viene a sacar nadie. Cuando interrogas al espécimen sobre la alarma, te dice que no ha oído nada. Castigo: Retirarle el saludo todos los vecinos unánimemente.

El cotorruelo: Cuando te lo encuentras sabes que vas a llegar tarde allá donde vayas, porque el espécimen te va a tener hablando una hora, probablemente discutiendo sobre algún fenómeno meteorológico que te importa un rábano, o del penalty que no le pitaron al Villabotijos, equipo del que desconoces hasta la división en la que juega, o de la vida amorosa de su prima tercera, a la que no tienes el gusto de conocer. Si le ves en la calle a lo lejos, tienes que esconderte como un forajido, o cambiar de acera, si no quieres perder toda la tarde. Pero si el espécimen, por una vez en su vida, tiene un poco de prisa, no se para ni a decir buenos días, y te arrolla físicamente si es preciso. Castigo: Atarle a una silla y tenerle escuchando todos los discursos de Fidel Castro de manera consecutiva.

En los medios de comunicación

El crispador: Suele ser un espécimen radiofónico que se dedica al comentario político o deportivo a unas horas en las que la gente de bien debería estar durmiendo. Ambos predican su objetividad, pero son todo lo subjetivos que pueden, de forma que según les caiga el personaje objeto de sus análisis, magnifican o moderan sus críticas. Peor todavía, el comentarista deportivo considera el fútbol como una cuestión de estado, crispando los nervios del respetable que no respetado, ya que de alguna manera fomenta la violencia en los campos, ayudado muchas veces por los directivos. Castigo: Una lluvia de tomates por parte del público estaría muy bien, como a la antigua usanza.

El detallista: También se da mucho en los programas de fútbol dominical. Como todas las emisoras te ofrecen más o menos las mismas jugadas destacadas (hay las que hay, obviamente), el espécimen quiere decir algo original y te empieza a marear con anécdotas y datos estadísticos absurdos e irrelevantes, costumbre probablemente importada de Norteamérica. Así nos enteramos que tal equipo gana más partidos fuera de casa los años que terminan en ocho, o que el pito del árbitro pesa 150 gramos, con perdón, para desgracia de árbitros y espectadores. Castigo: Obligarles a memorizar todas las marcas publicadas en el libro de los récords.

El plasta: Este espécimen se suele dar más bien en la prensa escrita. Carente de nuevas ideas, acostumbra a escribir una y otra vez la misma noticia, incluso a lo largo de un año. Por ejemplo, "Quedan 300 días para que fulanito abandone la concejalía de tráfico de Madrid". Y repite la noticia con 300 días, con 296, con 291, con 290. etc. etc., es decir, cada día que no encuentra otro tema. Por supuesto el lector acaba un tanto harto de pagar diariamente por leer siempre lo mismo. Castigo: Hacerles comer todos los días exactamente la misma comida, a ver si se cansan de ella o no.

El moderador: Desde hace unos años proliferan en televisión los programas de debate sobre temas absolutamente insoportables. El espécimen invita siempre a los mismos participantes, que se ponen a discutir sobre las mismas cuestiones, y a despellejar a los mismos famosos, y luego se hace la víctima porque no le dejan moderar. Castigo: Ponerles a moderar un programa de 24 horas seguidas. Creo que ya se ha dado el caso, y que se suprimió el programa poco tiempo después.

En el fútbol

El ultra: ¿Qué puedo decir de este espécimen por desgracia harto conocido en los terrenos de juego? Está desde por la mañana bebiendo cerveza, acude al campo completamente ebrio con algún arma blanca en el bolsillo, quema un par de pancartas, se pasa el partido de espaldas al campo para soliviantar al resto de especímenes ultras con una serie de consignas de corte político, y a la salida, amparado en la masa de especímenes, destroza todo lo que pilla por el camino, y pega una paliza a todo bicho viviente que aparezca por allí, aunque sea de su mismo equipo. Supongo que se divertirá un montón. Castigo: Al trullo con él, ya hay alguno.

El energúmeno: El espécimen trabaja diez horas diarias en una oscura oficina, siempre con chaqueta y corbata, y lleva unas gafas de esas rectangulares que se utilizan para cuadrar la contabilidad. Jamás se ha atrevido a levantar la voz a su jefe, y mucho menos a su mujer, la cual le pone firme diariamente (en el buen sentido). Pero llega el domingo, se marcha al campo de fútbol, y, desde que entra hasta que sale, no hace otra cosa que proferir todo tipo de blasfemias, insultos y disparates, en contra del árbitro, del equipo contrario, del equipo propio, y de los espectadores circundantes. Castigo: Ninguno. La selección natural, es decir, el infarto de miocardio, le pondrá en su sitio antes de lo que él cree.

El incondicional: Se pasa aplaudiendo, cantando, y animando al equipo todo el partido, sobre todo cuando peor están jugando. Al final pierden por goleada, el espécimen baja a los vestuarios para abrazar a algún jugador, y se marcha llorando a su casa. Cuando llega, se acuesta sin cenar. En cambio, los jugadores, cuyo sueldo es miles de veces superior al del espécimen, y que han perdido porque dicen que les pesa la presión de los partidos, se marchan a cenar a un asador invitados por la directiva. Castigo: De nuevo ninguno. El infeliz del espécimen ya tiene bastante con serlo. En cambio, para los jugadores multimillonarios que dicen que dos partidos semanales son muchos, también a galeras, y a pan y agua.

El falso: Suele ser un personaje público que se llama a sí mismo intelectual, y que aprovecha la más mínima ocasión para ridiculizar este deporte, diciendo eso de los once hombres en calzoncillos pegando patadas a un trapo. Pero el espécimen no se pierde un partido por televisión, se sabe las alineaciones y la clasificación mejor que nadie, incluso intenta acudir al campo disfrazado para que no se enteren sus escasos lectores, y se pone como una fiera como el resto de la chusma, entre la que yo mismo me incluyo. Castigo: Obligarles a asistir a alguna conferencia sobre arte moderno a la hora del partido durante el resto de sus días.

En Internet

El desagradecido: El espécimen te manda un mail de repente, sin saber de dónde ha sacado tu dirección o cómo ha encontrado tu página, y te pregunta sobre cuál es el mejor servicio de correo gratuito, o qué memoria necesita para instalar Windows 95, o cómo puede crear su página personal sin entender una palabra de informática. Tú amablemente le das unas cuantas direcciones útiles, le orientas en el uso de los buscadores, hasta le explicas el manejo del FTP. Y el espécimen no te contesta ni para dar las gracias, se pensará que Internet es un servicio de atención al cliente como el 004. Castigo: Enviarle un virus dentro del E-mail.

El enganchado: Pocos comentarios merece este espécimen que hasta deja de dormir por pasarse un rato más conectado a Internet, desatendiendo familia, trabajo, automóvil, o incluso la propia televisión, fase ésta última que le convierte en un adicto en grado sumo. Castigo: La factura telefónica debería bastar.

El gamberro: Este espécimen se dedica a mandar bombas de E-mail a todas las direcciones que puede, escribe la misma frase una y otra vez en el chat, ralentizando la carga, se hace pasar por alguien del sexo contrario para ver si le contesta algún incauto, piratea los mejores gráficos y los pone como si fueran originales suyos. En resumen, una joyita. Castigo: Prohibición del acceso a Internet.

El infame: Un último espécimen nos queda por analizar. Uno que critica a los demás de manera despiadada desde sus páginas de Internet, que cree estar por encima del bien y del mal. Uno que se atreve a hablar de buenos modales cuando los suyos son muy dudosos. En resumen, uno más de la chusma que prolifera por doquier. Castigo: Todos los anteriores castigos serían pocos para un espécimen así, pero he decidido mostrarme magnánimo por una vez, y otorgarle la amnistía de manera inmediata e incondicional. A estas alturas ya habrás adivinado el motivo de tan inesperado y bondadoso gesto, porque, efectivamente, este último espécimen soy yo!!!

En cualquier caso, si has leído toda esta página hasta aquí, es que algo de gracia te habrá hecho, así que tú también acabas de ingresar en la chusma, si no lo estabas ya. Como pasa con Hacienda (a la hora de recaudar, claro), la chusma somos todos, y ya estamos todos aquí. Que los especímenes anteriores te sirvan de lección, realiza ahora mismo un examen de conciencia y un propósito de enmienda. Yo prometo hacerlo en la misma medida que tú. Anda, y no peques más.

La opinión del lector

Si echas en falta en mi lista algún otro espécimen que te ataque los nervios, como ya ha ocurrido con otros visitantes anteriores, he abierto una sección en la que nos puedes denunciar tu caso. Mándame la descripción de tal espécimen, y el castigo correspondiente que se merece, a [email protected]. También incluiré tu dirección de correo y tu nombre, salvo que me indiques lo contrario.

Ahora visita los nuevos especímenes que han ido añadiendo otros visitantes de esta página:

 

Manolo el del bombo: Manolo "el del bombo" y sus imitadores que proliferan por las canchas deportivas y por descontado, los medios de comunicación que les celebran y les ensalzan. Castigo: Meterle el bombo por el culo, envuelto, eso sí, para suavizar la operación, en los periódicos que le alaban y que incluso han intentado con relativo éxito, hacer de él una "institución deportiva". Por gentileza de: José Méndez. [email protected]

La señora del carrito: Inevitablemente mujer, entrada en quilos y años. Arrastra un carrito de la compra evidentemente sobrecargado (del cual siempre, siempre, asoma una rama de apio) con manifiesta falta de destreza. Este frecuente espécimen constituye una variante sobre ruedas del espécimen "cagaprisas", compartiendo con éste hábitat y costumbres. Castigo: Al igual que los conductores de grandes vehículos están obligados por ley a obtener un permiso especial, es necesaria la inminente creación de un carnet de clase C.C.1 (Carrito de la Compra1) para todas nuestras estimadas S.L. (Sus Labores). Por gentileza de: Ursus & Jaume.

El compañero guarrete: Ese tipo que a las ocho de mañana en la oficina ya le huele el alerón a una mezcla de estercolero seco y 'Eau de Massho' mezclado con una halitosis infame, que se aprovecha de la buena educación que nos dieron (enfrente del colegio de pago) para no recordarle que la pocilga no es aquí y que aún tiene valor para decir que se lavó la noche anterior y que no lo hace por la mañana para no enfriarse llevando el pelo mojado. Castigo: Tirarlo al río: O sale limpio, o se lo comen los peces creyendo que es algo putrefacto. Por gentileza de: Luis Luna. [email protected]

El obseso: Coñazo de tío, que desde que se levanta hasta que se acuesta (y aun después de acostarse), no tiene otra conversación que hablar de las mujeres, que si lo buena que está la mujer de tal, que si la del 5º, que si cogería a fulanita y le haría no se qué, en fin...un coñazo que además, para mas inri, no se come ni una rosca. Castigo: Encerrarlo durante un mes en una cárcel de mujeres condenadas a cadena perpetua. Por gentileza de: Teodoro Fernández Atienza. [email protected]

El dominguero: Criatura, normalmente obsesa y obesa, amante del tinto de verano. Suele ponerse o bien camisetita de tirantes (con los lamparones de las tapas y el tinto) o una mezcla pret-a-porter de algún equipo de fútbol. Suele ir acompañado de 4 o 5 "criaturitas" que alguno/a se llama Vanessa o Jessica (o Kevin Kotsner de Jesús) que gritan como posesos, juegan como si se fuesen a acabar los juguetes y comen como guarros. Es frecuente que vengan acompañados por una persona mayor, bien suegro/a, de luto riguroso, pantalón arremangado o falda, canillas blancas como la leche; y siempre siempre bajo una impresionante sombrilla de Cola-Cola o similar. Suelen beber grandes cantidades de refrescos en envases de 2 litros metidos en las bolsas del Pryca y llevan consigo mínimo 2 neveras, de las de los años 60, hasta las asas de comida. Se van cuando se pone el sol y se nota que han estado por estar las papeleras rodeadas de basura fuera. Castigo: Traslado forzoso al interior y obligación de vacaciones en Diciembre. Por gentileza de: Enrique Roldán. [email protected]

Página personal: http://www.geocities.com/Heartland/Park/5302/

El paragüero: Se me ocurre sugerirte el tipo de espécimen que pulula por las calles los días de lluvia, portando un paraguas inmenso, para el cual debería crearse un organismo oficial que gestionase la concesión de licencias de uso. En primer lugar circulan ellos, es decir, que no se te ocurra poner tu ojo en su camino, es que no controlan bien las distancias. Después ven en un escaparate eso que llevaban tiempo buscando, y se ponen a mirarlo a la distancia exacta para impedir el paso de todo el mundo por la acera. Al reanudar el camino deciden ir pegados a la pared, ese sitio por el que vas tú esquivando las goteras para no mojarte mucho, y es que cuando saliste de casa por la mañana no parecía que fuese a hacer así de malo (y eso aquí, en el norte, sucede, vaya si sucede). De repente se encuentra con su espécimen mejor amigo/a, que también lleva un cacharro de ésos y se paran a contarse sus batallas de siempre, en esta ocasión, y siendo dos, levantan un bloqueo internacional de acera que te obliga a cambiar a la de enfrente justo en el momento que más llueve (si es invierno ese cambio de acera te puede costar una granizada en toda regla). Por último, por fin y cuando parecía que todo había acabado ya, el espécimen llega a su casa y se aproxima al portal. Cuando él está a salvo de la lluvia decide sacudir el paraguas para no mojar el suelo, y te lo sacude encima, además seguro que lo sacude mal y su vecino, que llega corriendo porque se moja, entra y resbala en el charco que ha formado el paraguas del espécimen, con lo que aparece contra el balaustre de las escaleras, dejando un bonito molde de su dentadura. Castigo: Se coloca al espécimen, y a su amigo si se tercia, bajo una gotera en una acera pequeña, y delante de un charco sobre el que te dedicas a pasar una y otra vez con tu coche. Por gentileza de: Manuel. [email protected]

La maruja: La típica que va en el transporte público hablando a todo volumen de toda su familia y hasta de los callos de los pies de la vecina del quinto, mientras que el resto de los pasajeros intentan leer el periódico, un libro, repasar para un examen o simplemente dormitar todo lo que puedan antes de llegar al trabajo, colegio o lo que sea. Esa gente me pone enferma, porque al final no puedes hacer nada que no sea escuchar sus problemas familiares que por otra parte te importan un carajo. Castigo: Hacerla trabajar en una pajarería llena de cotorras. Por gentileza de: Elisa. [email protected]

En este caso sólo me ha venido el castigo, así que falta el espécimen adecuado. Es un momento inmejorable para que mandes tu colaboración contemplando lo siguiente. Pista: Algunos usuarios de ordenador teclean, perdón, tecleamos con dos dedos. Castigo: Amputación de los dedos índice y corazón de ambas manos. Por gentileza de: Carlos Sánchez González. [email protected]

 El discoteca móvil: Este espécimen es al que le gusta compartir la música de su coche con el resto de la ciudad ,normalmente existen dos variantes el folclórico y el Dance ( no hace falta que os explique quién es quién ) También es fácil distinguirlo porque aunque sean las 4 de la tarde en pleno Agosto siempre lleva el antiniebla encendido ( deben de ser las luces de la discoteca ) y lleva el coche lleno de adhesivos de todas las discotecas y locales que frecuenta, y de el equipo de música que lleva su discoteca móvil. Después cuando te encuentras a uno en un semáforo siempre tiene esa mirada desafiante que te dice " has visto como suena mi equipo " y claro no intentes adelantarle o colarte delante de él, su discoteca debe llegar la primera a todos los sitios. Castigo: Obligarles a trabajar en un taxi escuchando todo el día la emisora del taxi y radio olé. Por gentileza de: Hellraiser. [email protected]

 

"Tesoro, no te juntes con esta chusma. Chusma, chusma, chusma." El Chavo.

"Chusma eres, y en chusma te convertirás." JJ.

"¿De qué hablarán los tontos en los países donde nunca cambia el tiempo?". Desconocido.

  

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