NECROPOLITANA     |   home
                                                  
SOBRE EL OBJETO DE CONOCIMIENTO DE LA ARQUEOLOGÍA
Alfonso López Borgoñoz

(Publicado en "CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA. Vigo, 17-20 Noviembre 1.993")

[NOTA PREVIA INÉDITA: Ante las lógicas críticas emitidas en la segunda mitad de la década de los noventa del siglo XX por una serie de autores como Sokal y Bricmont, acerca del uso abusivo, injustificado y desde una cierta ignorancia de muchos términos -con sentidos muy específicos y propios- procedentes del mundo de la física y de las matemáticas, por algunos autores que tratamos acerca de la temática de la complejidad social, permítaseme argumentar en mi defensa que no creo en el uso de comparaciones entre las formaciones sociales y los fenómenos naturales desde la perspectiva de que el uso del lenguaje de los segundos parezcan dar autoridad a lo que escribo mediante comparaciones con situaciones descritas en el mundo de las matemáticas o de las ciencias llamadas empirico-formales, sino que las uso como ejemplos sencillos que me permiten modelizar acerca del funcionamiento de los sistemas ultracomplejos que son las sociedades]

El presente trabajo surge como consecuencia de una serie de reflexiones personales sobre el conocimiento de la "realidad", a estudiar en arqueología (su objeto último), inspiradas en otras parecidas efectuadas en el campo de la física.

Evidentemente, no es que crea en una semejanza entre ambas materias que permita el traspasar conceptos con toda libertad entre ellas -nada más lejos-, pero sí que algunos de los debates planteados desde principios de siglo sobre epistemología de la física, pueden ser una fuente de inspiración a la hora de estudiar epistemología arqueológica.

BREVE APROXIMACIÓN A ALGUNAS POSICIONES SOBRE EL CONOCIMIENTO DE LA "REALIDAD" EN LA FÍSICA
Tras el advenimiento de la Física Cuántica, y después de una "revolución" en la matriz disciplinaria de las ciencias empírico-formales de hace más de medio siglo, fruto de una serie de importantes aportaciones conceptuales, surgió la cuestión de como todo este nuevo orden de cosas, indeterminista, se conjugaba con los postulados deterministas de la física clásica, defendidos, entonces, por muchos autores, como el mismo Albert Einstein, con su tesis acerca de la incomplitud de la mecánica cuántica.

Dicha defensa se efectuaba, muchas veces, más por motivos ideológicos o filosóficos (se entendía la realidad como inteligible y determinista, en último extremo), que por motivos científicos, pese a poder estar enunciadas dichas objeciones o teorías de manera científicamente correcta.

La solución al problema planteado no era sencilla. Tras intentar separarse a lo largo de doscientos años, la física tornaba a hallarse en su camino a la filosofía, con una polémica sobre el conocimiento de la "realidad" que afectaba muy fuertemente a las bases, ya no sólo de la física, sino de la ciencia y filosofía contemporáneas.

El indeterminismo que afectaba al comportamiento de las partículas elementales (imposibilidad de su perfecto conocimiento), chocaba con los principios básicos deterministas de la física clásica, planteados desde los siglos XVII y XVIII, y defendidos s principios del siglo XX por el mismo Einstein (su misma Teoría de la Relatividad, no es más que la culminación teórica de dicha mecánica clásica), en los que sobreentendía un universo determinista extremadamente complejo.

De hecho, la predictibilidad basada en la existencia de un cierto número de leyes y modelos (que se habían de cumplir forzosamente y que no admitían excepciones no justificables), parecía deducirse en todas las cuestiones que no fueran de partículas elementales (y aún de éstas cuando se jugaba con un gran número de ellas), hasta entonces observadas.

Esta contradicción era difícil de superar a cualquier nivel, ya fuera físico o filosófico. Para algunos autores (algunos con un Nobel a sus espaldas), el mundo era determinista hasta un cierto punto y a partir de él, no. Diferenciaban, a nivel de modelo, lo macro de lo micro. El límite, en cualquier caso, era bastante borrascoso, pese a lo cual ha continuado siendo empleado frecuentemente, para simplificar explicaciones, incluso por adeptos a los postulados indeterministas.

Para Albert Bramón [1989], una solución respaldada aún en la actualidad, y que soluciona de algún modo la cuestión, es la que propuso el físico Niels Bohr, para el que la física no se ocuparía tanto de la naturaleza, como "de aquello que podemos conocer" de la misma.

La realidad absoluta, independiente del observador, no existe para la física o, al menos, no es su objetivo (dada la imposibilidad de un acercamiento y medición de la misma de manera objetiva y no aleatoria), para ella sólo existe aquello que se puede conocer de la misma en cada momento, según el tipo de experimento o de acercamiento que se realice.

Se trata, central y primordialmente, en la física actual, no de cómo se observa (todos los sistemas de medición perturban de alguna manera de forma incontrolable), sino qué se ha observado en un momento dado: "son estas observaciones, y no las propiedades realmente existentes en un mundo que las ha originado, lo que entra y verifica las ecuaciones y leyes de la Física. La diferencia es sutil, pero esencial" [BRAMON, 1989].

Estas observaciones serían las que servirían para resolver los enigmas o rompecabezas de los paradigmas en uso, o como anomalías de los mismos, para derribarlos [KHUN, 1977].

Es más, para el físico John Wheeler, la realidad, tal vez, no es un fenómeno físico puro, sino que surge del acto de la observación y del conocimiento, siendo una "entidad participada". La "realidad" se definiría según las preguntas que se le formulan [VV.AA., 1991: 36-37].

El sistema de conocer es lo que se va a conocer, en última instancia. La realidad será aquello que el método científico empleado muestre, y el método será aquel que el científico elija en función de lo que busque, es decir, del objetivo de su experimento y de la serie de paradigmas que en un momento dado condicionen su trabajo.

Lo importante es, en cualquier caso, la lectura que el observador hace del experimento, y no la realidad en sí, la cual es incognoscible, seguramente. La realidad no se conoce, pero cambia el conocimiento que tenemos de la misma.

También sobre física cuántica escribieron Einstein e Infeld, hace ya medio siglo, pese a sus reticencias sobre este campo, lo siguiente: "Las leyes de la física cuántica son de naturaleza estadística, esto es: no se refieren a un sólo sistema sino a una agregación o conjunto numeroso de sistemas idénticos; no se pueden comprobar por mediciones sobre un caso aislado, individual, sino únicamente por una serie de medidas repetidas" [EINSTEIN et al., 1986: 212].

Sólo es posible formular leyes que valen para agregaciones de numerosísimos átomos, que se cumplen por propensión probabilística. La física cuántica: "abandona las leyes individuales de partículas elementales y establece directamente las leyes estadísticas que rigen los conjuntos numerosos" [EINSTEIN et al., 1986: 214-215]  y "posee leyes que rigen multitudes y no individuos. No describe propiedades, sino probabilidades, no tenemos leyes que revelen el futuro de los sistemas, sino leyes que expresan las variaciones en el tiempo de las probabilidades y que se refieren a conjuntos o agregaciones de gran número de individuos" [EINSTEIN et al., 1986: 221].

Con ello vemos que, pese a no poderse hacer "predicciones" acerca del comportamiento individual de los sistemas atómicos y/o subatómicos, en los cuales reina (y creemos que reinará siempre) la incertidumbre, sí que éstas "predicciones" -o modelos- se pueden elaborar, en base a las probabilidades observadas de que se cumplan en conjuntos amplios de las mismas.

Por último, reseñar tan sólo brevemente, un apunte sobre el Principio Antrópico, así llamado por B. Carter [1974], el cual afirmó que lo que podemos esperar observar está limitado, forzosamente, por las condiciones necesarias para nuestra presencia como observadores.

APUNTES ACERCA DEL OBJETO DE CONOCIMIENTO DE LA ARQUEOLOGÍA
Al igual que veía Bohr, pensamos que el arqueólogo no trabaja en establecer el pasado "real" y objetivo, o, al menos, un registro lo más exacto posible de todas las modificaciones que a lo largo del tiempo el hombre ha efectuado sobre el medio natural, y la relación entre dichas modificaciones, sino sólo, y de verdad, sobre los resultados que sus métodos de aproximarse a dicho registro o realidad le proporcionen.

Ampliando el enfoque, para el que intente conocer el pasado, en general, la realidad será aquello que alguno de los métodos arqueológicos, históricos, filológicos, etc., (o alguno de los sub-métodos de esas ciencias) le vayan indicando.

La "realidad" más allá de ello no se podrá conocer, dado que no existe fuera de su condición de "entidad participada" por el investigador. La "realidad" cambia según el punto de partida o ubicación del observador, y será el consenso acerca del valor de esta mirada, en el seno de la comunidad científica, la que le otorgue valor o no, en la medida en que se asiente sobre un paradigma previo, o sepa crear uno nuevo [KUHN, 1977].

No existe la "realidad pasada a estudiar", independiente del observador, tal cosa es un sistema extremadamente complejo, y, tal vez, incognoscible, sino que ésta es en función y forma dependiente del arqueólogo y de su método.

Son las observaciones, y no el pasado, las que entran y verifican los diferentes planteamientos arqueológicos, dentro de la matriz disciplinaria de nuestra ciencia.

Dichas observaciones, evidentemente, nunca serán inocentes, sino que, además, llevarán en su seno la ideología del observador.

La "realidad" que halla en su trabajo el arqueólogo, no es tanto del conjunto de la acción del hombre sobre el medio en el pasado, su adaptación mutua, sino sólo el subconjunto formado por lo que de todo ello se pueda llegar a conocer y valorar por el método.

Una cuestión importante, además del qué es la "realidad" para el arqueólogo, es el cómo se presenta ésta. Además de todo lo escrito acerca de las insuficiencias de lo que del pasado nos llega, por la acción destructiva del paso del tiempo, conviene recordar aquí las conclusiones a las que llegó Gorecki [1985], el cual indicaba que las diferencias que el percibía entre los resultados de sus excavaciones arqueológicas en poblados maoríes abandonados y los resultados que habían sido deducidos por los etnólogos muchos años antes, al estudiar dichos poblados cuando aún funcionaban como tales, se debían a que los arqueólogos no estudiábamos cuerpos vivos, sino muertos, y que, obviamente, no era lo mismo el estudio del cuerpo humano de un atleta, que el hacerle una autopsia a ese mismo cuerpo cuando hubiera muerto viejo a causa de alguna enfermedad.

El arqueólogo no estudia sociedades vivas, sino que su función estriba en estudiarlas cuando ya están muertas, y, nunca mejor dicho, enterradas, por lo que sus conclusiones reconstructivas siempre deberán tener esa circunstancia central en cuenta. No se estudian nunca sociedades en apogeo (lo más parecido a ello sería Pompeya o Thera), sino los restos que nadie ha querido. Una broma que a veces he gastado con compañeros es significar que en el paleolítico tenemos dos posibilidades, o bien que no se conociera el uso de los metales, o bien que hubiera un servicio de chatarreros extraordinariamente eficiente que lo reciclaran todo.

Aparte, claro está, a un muerto o a una excavación no se le pueden hacer muchas autopsias, y a un ser vivo sí muchos reconocimientos médicos que confirmen o refuten hipótesis. La "realidad" de un cadáver, o de un conjunto pequeño de ellos, no será nunca la realidad del cuerpo humano.

La "realidad arqueológica", el objeto de conocimiento de nuestra ciencia, es lo que se observa, y sólo eso, y lo que se observa, en su carácter de "entidad participada", y la aceptación de ello por parte de la comunidad científica, vendrá determinado por la fuerza del paradigma predominante en el seno de la comunidad arqueológica.

Esta situación de lejanía con respecto a la supuesta realidad que se pretendía estudiar y la difícil conmensurabilidad de los diferentes modelos de acercamiento, parecen nido fructífero para escépticos, y de hecho así lo ha sido frecuentemente. Nosotros, parafraseando a Mersenne, en sus debates contra el escepticismo del siglo XVII, creemos que: "aunque los escépticos tienen razón en dudar de que podamos conocer las cosas tal como realmente son, no la tienen en concluir que entonces no hay ninguna posibilidad de conocimiento" [FERRATER, 1991: Vol. III, 2188].

En las hipótesis y teorías arqueológicas, lo importante no será tanto el hallar la realidad objetiva del pasado (ese objeto imposible de nuestra ciencia tal como hemos visto), como la verosimilitud de las mismas en cada contexto presente histórico y socio-cultural, es decir, el hecho de parecer más ciertas, correctas, explicativas y útiles dentro de modelos sociales más amplios, y para destruir o afianzar paradigmas, buscando una transcendencia más allá de la mera investigación del objeto o de la sociedad que lo ha creado.

Dentro de esta lucha con el escepticismo sobre lo que hacemos, para la que ya hemos recurrido a Mersenne, no es menos importante, la aportación de los matemáticos de la ilustración, en el siglo XVIII.

En el estudio que sobre ellos efectúa Daston [1988], señala como las leyes de probabilidades y la estadística nació como un camino medio entre las certezas del dogmatismo (historicismo, aquí) y el escepticismo epistemológico más profundo, el cual, tal vez parezca razonable desde la perspectiva del conocer objetivo, pero que no lo es desde la perspectiva del conocimiento socialmente útil.

No creemos en la mera catalogación y descripción de lo hecho y hallado, sino en el elaborar modelos, causalidades y relaciones más amplias, que sirvan como herramienta de conocimiento socio-cultural al hombre actual, para lo cual, seguramente, hará falta una matematización superior, de índole estadística (la cual nunca será inocente), en los estudios arqueológicos, que no se habrá de quedar en los meros números, sino en formulaciones -a partir de ellos- de hipótesis complejas sobre las formaciones sociales.

No hay leyes que reflejen el pasado de los sistemas sociales, ni su desarrollo futuro, ni normas para los complicados comportamientos individuales de los mismos, uno por uno, pero sí pueden haber acercamientos metodológicos que nos permitan expresar las variaciones en el tiempo y espacio de dichas entidades, siempre que se refieran a conjuntos o agregaciones con un gran número de individuos, tal como habíamos señalado sobre la física cuántica.

BIBLIOGRAFIA:

ALONSO, J.M. [1989] Introducción al Principio Antrópico. Encuentro. Madrid.

BARLEY, Nigel [1989] El Antropólogo Inocente. Trad. de A. Cardín. Ed. Anagrama. Barcelona.

BRAMON, Albert [1989] El Principi d'Incertesa de Heisenberg. Texto Curso Cosmos i Caos. U.A.B.. Bellaterra.

CARTER, Brandon [1974] Large Number Coincidences and the Anthropic Principe in Cosmology. Reidel. Dordrecht.

DASTON, Lorraine [1988] Classical Probability in the Enlightenment. Princeton University Press. Princeton.

EINSTEIN, Albert et al. [1935] Can Quantum-Mechanical Description of Physical Reality Be Considered Complete? pp. 777 y ss. Physical Review, 47.

EINSTEIN, Albert et INFELD, L. [1986] La Evolución de la Física. Biblioteca Básica Salvat nº 24. Edit. Salvat. Barcelona.

FERRATER, José [1991] Diccionario de Filosofía. 4 Vols. Círculo de Lectores. Barcelona.

FORMAN, Paul [1984] Cultura en Weimar. Causalidad y Teoría Cuántica, 1918-1927. Trad. de J. M. Sánchez-Ron. Alianza Univ., 405. Alianza Edit. Madrid.

GORECKI, Pawel [1985] Etnoarchaeology. The Need for a Post-Mortem Enquiry, pp. 175-192. World Archaeology, Vol. 17 nº 2 (October).

KUHN, Thomas S. [1977] La Estructura de las Revoluciones Científicas. Trad. de Agustín Contín. Fondo de Cultura Económica, Breviario nº 213. México.

MALINOWSKI, Bronislaw [1990] Diarios. Trad. de Alberto cardín. Anagrama. Barcelona.

POPPER, Karl [1989] Conjeturas y Refutaciones. Trad. de N. Mínguez y R. Grasa. Edit. Paidos. Barcelona.

POPPER, Karl [1990] La Lógica de la Investigación Científica. Trad. de V. Sánchez. Edit. Tecnos. Madrid.

TREFIL, James [1988] De los Atomos a los Quarks. Trad. de Jordi Vilà. Biblioteca Básica Salvat nº 8. Edit. Salvat. Barcelona.

VV.AA. [1981] John A. Wheeler: ¿Qué es la Realidad?, pp. 35-37. "Investigación y Ciencia" nº 178 (julio).


NOTAS:
1. Como, por ejemplo, el principio de incertidumbre de Heisenberg, por el cual se indica que al medir, observar o experimentar con un sistema se le perturba de manera incontrolable, siendo aleatoria la medida o estudio.

2. La tesis acerca de la Incomplitud de la Mecánica Cuántica fue expresada en el artículo conocido como EPR (escrito por Einstein, Pudolski y Rosen -EINSTEIN et al., 1935-), en el que se trataba de demostrar que la descripción de la realidad física que efectuaba la mecánica cuántica no acababa de ser satisfactoria, al no resolverse en su seno todos los problemas, sino sólo algunos, no siendo "completa" su descripción de dicha realidad. Sobre el debate, ver cartas de Popper y Einstein en POPPER, 1990.

3. Ver la interconexión entre la evolución de la física cuántica y la sociedad alemana en FORMAN, 1984.

4. Véase su uso actual con ese ánimo, por ejemplo, en TREFIL, 1988, precisamente al explicar el Principio de Incertidumbre de Heisenberg.

5. Al respecto, léanse dos textos fruto de vivencias de dos antropólogos en sus trabajos de campo, que ilustran la dificultad de acercarse al "otro" -a la cultura estudiada- [BARLEY, 1989 y MALINOWSKI, 1990].