Midrash 2/4


De esta forma Dios, presente en la oración que él mismo inspira, está presente también entre aquellos que se ocupan de la Torá, individualmente o en comunidad, a través del midrash.

Pero ¿cómo Dios puede hacerse presente, inmanente en la Palabra, sin dejar de ser trascendente? Dos grandes maestros, Rabí Akiba y Rabí Ismael, a finales del primer siglo de nuestra era, buscando en la Escritura propusieron cada uno una teología de la Revelación.

Mejilta de Rabí Ismael, a Exodo 20,22 Habéis visto como he hablado con vosotros desde los cielos - Es un pasaje que dice desde los cielos, y otro que dice El Eterno hablaba desde el monte Sinaí (Ex 19,20) ¿Cómo se concilian estos dos versículos de la Escritura?

La contradicción se resuelve por un tercer versículo que dice Desde los cielos hizo oir su voz, para enseñarte; y sobre la tierra te mostró su gran fuego, y has oido sus palabras de en medio del fuego (Dt 4,36) Estas son las palabras de Rabí Ismael.

Rabí Akiba, por contra, dice: Es un pasaje que dice desde los cielos y otro que dice El Eterno hablaba desde el monte Sinaí, desde la cima (Ex 19,20) Esto nos enseña que el Santo -bendito sea- doblegó el cielo superior hasta que tocó la cima del monte, y de esta forma habló desde el cielo, según está escrito Habéis visto como he hablado con vosotros desde los cielos (Ex 20,22). También está escrito Inclinó los cielos y descendió: y había densas tinieblas debajo de sus pies (Sl 18,10)

Rabí Ismael, como se ve, insiste en la inmanencia. Revelándose en un lenguaje humano, Dios no ha infundido su trascendencia divina en su Palabra humana. Como dirá Rabí Ismael otra vez en contra de su colega Rabí akiba "la Torá ha hablado según la lengua de los hombres." La Torá, sin duda, es de origen divino, ha sido dada 'desde el cielo', ésta viene del cielo (Torah min ha-shamayim). Convirtiéndose en humana se reviste de los límites y las debilidades del lenguaje humano; En tanto que divina, la Torá noes necesariamente significativa en todos sus detalles. Este hecho, según Rabí Ismael, limita el papel y la función de la exégesis, del midrash, al menos en su puesta en acción por la determinación de la práctica de los preceptos de la Torá.

Rabí akiba, al contrario, no busca un tercer versículo para equilibrar la balanza por la parte de la inmanencia. Intenta mantener toda la intensidad de la paradoja: El Señor que se hace inmamente en la palabra humana, comunica su trascendencia a esta Palabra. El lenguaje humano de la Torá escrita queda, y en su sentido pleno, divino. En consecuencia, todo detalle de la Escritura es por sí significativo. El midrash tiene, al menos en la teoría, un papel y una función ilimitado.

Una segunda discusión entre Rabí Ismael y rabí Akiba nos ayudará a comprender mejor la profundidad de sus perspectivas y su complementariedad:

Mejilta de Rabí Ismael a Exódo 20,18

También aquí Rabí Ismael encontraba una solución 'razonable' a la dificultad del versículo: La Torá, que habla según el lenguaje de los hombres, no ha querido decir realmente que el pueblo veía la voz. Ésta ha querido decir que el pueblo percibía a la vez la voz y las llamas, oyendo la voz y viendo las llamas.

Pero Rabí Akiba ve, por contra, una Palabra de fuego, trascendente, que se comunica por primera vez en un lenguaje humano en el Sinaí. La percepción primordial, única, de Israel en el Sinaí es como la fuente divina de la Palabra percibida. La Torá, en tanto en cuanto escrita en un lenguaje humano, sin embargo, es significativa en todos sus detalles. Si ha dicho que el pueblo veía la voz, es porqué quería expresar el hecho inaudito de una trascendencia que se mantiene también en la inmanencia.

Demos ahora un paso más, en la linea de Rabí Akiba, para percibir la fuerza divina que el midrash sobrentiende:

Sifrá a Lv 1,1; 4a

El discípulo, Rabí Simón ben Azzai, hace explícito aquello que ya percibía su maestro Rabí Akiba en su midrash: Cuando se revela por amor, el Señor nunca deja de reducirse. La limitación amorosa de la Gloria que habla desde el espacio reducido de la tienda de reunión (mo'ed: ¡el encuentro entre Dios y el hombre!), es una limitación dinámica.

A partir de aquí se entiende cómo la Palabra de Dios dada a Moisés se ha convertido, reduciéndose, de una densidad infinita. Recibida como tal por Moisés, la forma oral y bajo la forma escrita, tiene una fuerza ilimitada de expansión, una inagotable capacidad de actualización, por todas las generaciones y en vista de todas las situaciones.

Tal es la visión religiosa de Rabí Akiba. La literatura rabínica no nos ha dejado rastro del estupor de Rabí Ismael. Recordemos que Rabí Ismael ve la limitación de la Omnipotencia no en el espacio reducido de la tienda de reunión, sino en la debilidad del lenguaje humano. Su visión de la Torá que viene del cielo, aunque es diferente de la de Rabí akiba, no es por eso menos grandiosa: La Torá que viene del cielo no ha asumido solo los límites del lenguaje humano, sino que se ha revestido con las debilidades del lenguaje humano cotidiano.

Las dos versiones son diferentes e irreducibles la una de la otra, pero no son contradictorias. Sería necesario considerarlas como complementarias y inspirarse tanto en una como en la otra. La grandeza, pero también el límite, de la posición de Rabí Akiba, se presentan con humor y amor por la siguiente tradición:

Talmud de Babilonia, Menajot 29b

En este marco teológico, que es tan más preciso y profundo cuanto más hace funcionar los resortes de la imaginación popular, vemos a Rabí Akiba como un nuevo Moisés, como aquel que lo debe todo a Moisés, y que supera a Moisés. Akiba supera a Moisés a través de la exégesis, el midrash que interpreta al fin todos los pequeños detalles de la Escritura, las coronas de las letras y los ápices que bordan algunas letras. Esta capacidad infinita del midrash conoce un límite: esl que le viene impuesto por la misma Tradición, en este caso las determinaciones reveladas en el monte Sinaí a Moisés. La Torá oral, puesta bajo la autoridad de Moisés, prescribe desde tiempo inmemorial los comportamientos que preceden la Escritura y que no es tán contenidos en ninguna parte de la Escritura. De esta forma también para Rabí Akiba, a pesar de su visión fulgurante de la unidad de la Torá (oral y escrita), es la Torá oral que engloba la Escritura y que limita el poder del midrash.

Para todos en Israel, sea de la línea de Rabí Akiba o de la de Rabí Ismael, es el pueblo, la comunidad de los discípulos de Moisés, la que fija los límites del midrash.

IV. El papel del midrash ejercido en comunidad.

1. El midrash manifiesta la unidad y la divinidad de la Torá oral.

Talmud de Jerusalén, Hagigá 2,1; 77b

Esta historia, transmitida por Elisha ben Abuyá a Rabí Meir, su discípulo, describe una escena cuyo cuadro es la Jerusalén anterior a la destrucción del Templo, hacia el año 70 del siglo I de nuestra era.

Hacer un collar (jazirá) con las palbras de la Escritura es un procedimiento por el cual la Torá oral, en este el midrash, reune y manifiesta la unidad trascendente de la Palabra de Dios. La Escritura, por sí misma, no dice nada de su unidad. Es el midrash, hecho en comunidad y para la comunidad, el que manifiesta la unidad de la Escritura, la unidad de la Torá oral con la Escritura, la unidad de la comunidad con la Torá recibida de Dios en el Sinaí.

La jazirá ya era conocida, en la literatura rabínica, antes de la destrucción del Templo. La jazirá no es todo el midrash. De todas formas, ocupa un lugar privilegiado en la medida en que es puesta en práctica para manifestar la unanimidad alegre de la Torá y del pueblo sobre las realidades fundamentales como la resurrección de los muertos, la humildad de Dios, y otros. El ejemplo de jazirá que podríamos ofrecer en materia de resurrección de los muertos requeriría demasiadas explicaciones en el marco limitado de estas páginas. Preferimos ofrecer más adelante un pequeño ejemplo muy simple de midrash acerca de la resurrección. En cuanto a la humildad de Dios omnipotente, el siguiente ejemplo puede ilustrarnos:

Talmud deBabilonia, Meguilá 31a

Señalemos también que la jazirá es innovadora. Hace decir a la Escritura lo que ésta última no dice por sí misma, hasta que una comunidad no la haya revivir mediante la fuerza iluminadora de la única fuente de la revelación. La jazirá es innovadora y de esta forma 'cumple' la Escritura, según el sentido tradicional de esta palabra claves, de la que hablaremos a continuación.

2. El midrash cumple la Escritura.

Intentemos ver de una forma rápida que significa 'cumplir' en la tradición de Israel, e ilustrar con algunos ejemplos el cumplimiento de la Escritura a través del midrash.

La literatura rabínica, a finales del siglo I, conoce bien el valor del verbo lekayem (cumplir) y lo utiliza, en relación con la Escritura, en tres niveles de significado:

a) 'Cumplir' es, en un primer nivel, 'cumplir la Escritura' descubriendo, a través del midrash, en lo que la Escritura obliga en el sentido de acción. Así, por ejemplo, la Escritura dice Amarás al Señor, tu Dios, con toda tu alma (Dt 6,5) no es cumplido hasta que se muestra, como Rabí Akiba, que esto significa: 'Amarás al Señor, tu Dios, aunque El te cogiera el alma', es decir, tu vida, que debes estar dispuesto a llegar al martirio. Este primer nivel es el nivel del cumplimiento exegético, que encontramos en el midrash de los sabios (midrash jajamím)

b) En un segundo nivel, 'cumplir' quiere decir 'cumplir la Escritura' actuando deacuerdo a lo que el 'midrash de los sabios' ya ha cumplido en un primer nivel. Así, Rabí Akiba que entrega su alma a Dios en el martirio en Cesarea en el 135 de nuestra era, cumple la Escritura deacuerdo a la exégesis que él mismo había propuesto, y que gracias a él se ha convertido en una exégesis común.

c) Y sobre la base de estos dos 'cumplimientos', el del midrash y el de la acción, se puede llegar a un tercer nivel de 'cumplimiento', el de las promesas de la Torá y de los Profestas. La tradición rabínica, en la medida en que todo esto le concierne directamente, no permite que se confundan los niveles. El final de la historia, la venida del reino de Dios so ciertamente el cumplimiento de todas las cosas, pero en el centro y en la base de todas estas cosas está la Torá estudiada y practicada por Israel.

Volviendo al primer nivel, el de cumplimiento de la Escritura a través del midrash, de la exégesis, está ampliamente ilustrado en la literatura rabínica, sobre todo en lo concerniente a la praxis. Hemos visto cómo el midrash de Rabí Akiba cumple la Escritura en materia de Amor de Dios, una Escritura eminentemente práctica desde el momento que conduce al martirio. Pero el midrash cumple la Escritura también en materia de fe, por ejemplo en lo que concierne a la resurrección de los muertos

Talmud de Babilonia, Sanedrín 90b

Evidentemente este versículo, que recuerda la promesa del Señor a los Patriarcas, es inoperante, incumplido mientras que los Patriarcas estén muertos. El midrash cumple la Escritura demostrando en qué forma se hace alusión a la resurrección de los muertos: los patriarcas volverán a la vida y la promesa se cumplirá.

La creencia en la resurreción era una cosa generalizada. Acostumbrados al midrash, sabían coger las alusiones que el Dios del amor y de la vida ha querido poner un poco por toda la Escritura. Cuando está en juego el amor, las alusiones son más convincentes que las pruebas. El midrash, como hemos visto, es una búsqueda amorosa: para que se pueda poner en práctica, y para que se lo pueda entender, supone la fe y el amor. Es esto mismo lo que constituye un defecto, y por esto que el poder del midrash es limitado, como dice R. Simai:

Sifre sobre Deuteronomio 32,7