1231 Al-Ahmar ibn Nasr, fundador de la dinastía nazarí, es nombrado gobernador de Arjona, su ciudad natal, y poco después extenderá su poder sobre Jaén y Guadix.
1236 Córdoba se rinde ante Fernando III de Castilla. Algunos años más tarde caerán Jaén y Arjona (1246), Sevilla (1248) y otras ciudades de al-Andalus.
Al-Ahmar ibn Nasr
(Muhammad I) ocupa Granada, donde establece la corte.
1237 Comienza la construcción de la Alhambra bajo la
dirección de
Al-Ahmar
ibn Nasr
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De verdadero nombre
Abu Abd Allah Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr (Al-Ahmar ibn Nasr).
Sultán de Granada (1232-1273). Miembro de una antigua tribu
oriunda de Arabia, que se decía descendiente de un compañero de
Mahoma. Fundador del reino de Granada y de la dinastía nazarí.
Nació en el año 1194, en la ciudad de Arjona (provincia de Jaén),
y murió en el año 1273, en Granada. Llevó el sobrenombre de al-Galib
bi-llah (el victorioso por Dios).
Muhammad
fue uno de los jefes locales que se levantaron frente a los
almohades cuando, a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa
(1212), el poder de éstos comenzó a declinar en al-Andalus.
Muhammad I consiguió el apoyo de sus familiares directos, quienes
en abril del año 1232 le proclamaron sultán de la taifa de
Arjona, desde donde extendió su autoridad sobre Porcuna, Guadix,
Baza y Granada, gracias a su audacia y a una hábil política
que supo aprovechar las diferencias entre los numerosos cabecillas
que gobernaban las principales ciudades andaluzas (tercer período
de taifas). Pero sin lograr dominar Córdoba y Sevilla, ciudades
que ayudó a conquistar a Fernando III en los años 1236 y 1248,
respectivamente, en pago a la protección del reino.
Durante
esos primeros años de anarquía política, Muhammad I tuvo que
enfrentarse con Ibn Yusuf Ibn Hud por la posesión de Córdoba y
Sevilla, ciudades que en un primer momento quedaron en manos de
Ibn Hud, del que Muhammad I se declaró vasallo en el año 1234
para asegurar sus territorios recién conquistados. A medida que
el monarca castellanoleonés acrecentaba su dominio territorial en
la zona con la conquista de Córdoba, en el año 1236, Muhammad I
se vio obligado a desplazarse hacia el sur, ocupando por último
la antigua capital de los ziríes, Granada, donde estableció su
corte definitivamente.
Aprovechando el
descontento de la población hacia Ibn Hud por los altos impuestos
destinados, en gran parte, al pago de tributos a Fernando III, el
sultán nazarí logró hacerse, en el año 1238, con Málaga y
Almería, ciudad esta última donde Ibn Hud había sido
brutalmente asesinado. Estas victorias nazaríes fueron acompañadas
también por ciertas pérdidas territoriales para el reino de
Muhammad I. Su ciudad natal de Arjona fue conquistada por los
castellanoleoneses en el año 1244, quienes no tardaron mucho en
cercar la ciudad de Jaén. Muhammad I, temeroso de perder todo lo
conquistado hasta el momento, acabó firmando un pacto con
Fernando III por el que declaró a su reino vasallo de Castilla-León
y se comprometía a prestarle ayuda militar a cambio de conseguir
veinte años de relativa calma, vitales para asentar su reino.
Cumpliendo con lo firmado y muy a su pesar, en el año 1248
Muhammad I puso a disposición de Fernando III un importante
contingente de tropas que intervinieron de forma decisiva en la
reconquista cristiana de Sevilla.
El acuerdo de paz
y colaboración fue renovado por Alfonso X el Sabio, hasta que, en
el año 1264 fue roto por el sultán nazarí como consecuencia de
la reanudación de las campañas de conquista por parte del
castellanoleonés, quien se había anexionado Cádiz, Jerez y
Niebla. Para contrarrestar las fuerzas cristianas, Muhammad I buscó
la alianza de la nueva dinastía marroquí, la de los benimerines,
cuyo emir envió tropas a la península. Al mismo tiempo, se había
producido la sublevación de los mudéjares en las regiones de
Jerez y Murcia, quienes reconocieron como soberano al sultán
nazarí.
Alfonso X, con la
ayuda del monarca aragonés Jaime I, respondió al ataque
conduciendo sus tropas hasta las mismas puertas de Granada, a la
que, sin embargo, no pudieron conquistar. En este mismo orden de
cosas, los Banu Ashqilula, parientes del nazarí y gobernadores de
Guadix y Málaga, se declararon vasallos de Alfonso X en un
intento de sacudirse el yugo granadino. Muhammad I puso sitio a Málaga,
pero al no poder tomarla, decidió pactar con el monarca
castellanoleonés un tratado por el que el reino de Granada
renunciaba a sus pretensiones territoriales sobre Murcia y Jerez y
se comprometía al pago de un elevado tributo anual a la corona
castellanoleonesa a cambio de que Alfonso X retirase su apoyo a
sus molestos familiares.
La rebelión
de los grandes nobles en Castilla-León contra la autoridad de
Alfonso X. encabezada por su hijo Sancho (futuro Sancho IV), en el
año 1272, fue aprovechada por Muhammad I para eliminar
temporalmente a los molestos Banu Ashqilula. Su intento por ocupar
Ceuta fracasó estrepitosamente.
Durante su
reinado, y a medida que se iba produciendo el avance cristiano
hacia el sur, el reino nazarí fue absorbiendo el éxodo de
población musulmana expulsada por las autoridades cristianas.
Respecto a su política legitimadora, Muhammad I reafirmó su
situación dentro del mundo islámico invocando en la plegaria pública
(jutba) de los viernes el nombre de al-Mustansir bi-llah, califa
abasí de Bagdad. Una vez que se vio dueño de Granada, abandonó
sus tendencias sufíes y ascéticas, así como su papel de líder
fronterizo carismático, con temor a ejercer el poder directamente
para apoyar sin concesiones la doctrina religiosa de rito malikí,
la mayoritaria en todo el mundo musulmán magrebí. Entre los años
1239 a 1242, trocó su reconocimiento en favor del califa almohade
de Marrakech hasta la total desaparición de la dinastía
norteafricana, para acabar invocando su propio nombre y autoridad.
Logró mantener
en vida el reino nazarí gracias a la ambivalencia de su
diplomacia, aliándose con el monarca castellanoleonés Fernando
III o bien con los benimerines marroquíes. Mantuvo una enconada
lucha con Alfonso X el Sabio por apoyar las revueltas mudéjares
en Andalucía y Murcia. Al morir, dejó un reino agotado por
continuas sublevaciones.
Muhammad I realizó
bastantes construcciones en la Alhambra. Mandó construir las
primeras dependencias del futuro palacio-fortaleza y amplió
considerablemente el sistema de conducción de
aguas. Buen
administrador y gestor, se ocupó en persona de los problemas
hacendísticos del reino y de su patrimonio privado. Antes de
morir, hizo que todos los notables del reino juraran la debida
fidelidad y sumisión a su hijo primogénito Abu Abd Allah
Muhammad, conocido con el sobrenombre de al-Faqih (el
jurisconsulto), que subió al trono con el nombre de Muhammad II.
En el período de
su máximo apogeo, el reino nazarí abarcaba una franja de
territorio que se extendía a lo largo de la costa, desde Tarifa
por el oeste, hasta Almería por su parte oriental, y desde el
Mediterráneo por el sur, hasta un poco más al norte de la ciudad
de Granada (actuales provincias españolas de Granada, Almería y
Málaga). El reino estaba defendido a modo de barrera montañosa
por la serranía de Ronda y la sierra de Elvira, moles que se
interponían entre los territorios castellanos y los nazaríes.
Pese al enfrentamiento de los benimerines con los castellanos por
el dominio del estrecho de Gibraltar, a la constante presión
militar castellana y a las fuertes rebeliones internas, el reino
fundado por Muhammad I pudo consolidarse, alcanzando en el siglo
XIV su máximo esplendor, tanto político como económico y
cultural. Granada se convirtió en una importante ciudad, centro
cultural de primer orden, en la que Muhammad I comenzó la
construcción de un conjunto de edificios sobre una antigua
fortaleza denominada al-Hamra (Alhambra; la roja), que acabaría
convirtiéndose en el famoso palacio y residencia de los sultanes
nazaríes. El fin del emirato nazarí, ya a finales del siglo XV,
vino determinado por la propia conflictividad interna que padecía
el reino y por el crecimiento demográfico y económico de los
reinos cristianos peninsulares, que se tradujo en un incremento de
su capacidad bélica y expansiva.
La dinastía
nazarí, y con ella la presencia del mundo musulmán en la antigua
al-Andalus, se extinguió definitivamente el 2 de enero del año
1492, fecha en la que el último emir nazarí de Granada Abu Abd
Allah Muhammad, más conocido en las crónicas castellanas como
Boabdil, el Chico (Muhammad XIII), entregó las llaves de la
ciudad a los Reyes Católicos para refugiarse, brevemente, en las
Alpujarras.
ARIÉ, Rachel: El reino
nasrí de Granada. (Madrid: Ed. Mapfre. 1992).
LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Granada: historia de un país islámico
(1232-1571). (Madrid: Ed. Gredos. 1976).
SECO DE LUCENA, L: El libro de la Alhambra. Historia de los
sultanes de Granada. (Madrid: Ed. Everest. 1975).
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