TATEMAE - HONNE. LA CARA VISTA - LA REALIDAD INTERIOR

        Los japoneses ponen enorme atención a las formas en cualquier manifestación de las relaciones sociales. El mantenimiento de la armonía, wa, la importancia del grupo sobre las preferencias del individuo, el deseo de aceptación que implica el concepto de amae. Todo estos factores generan en la cultura japonesa el desarrollo individual de tatemae y honne.

        La traducción aproximada de estos términos sería "fachada", "cara exterior"; y "voz auténtica", "cara interior", respectivamente. Cada persona tiene sus propios deseos, opiniones, filias y fobias, que vendrían a representar su honne, aquello más auténtico e íntimo de cada individuo, su realidad interior.

        En la interacción con otras personas expresar abiertamente la forma de pensar y comportarse de acuerdo con principios personales puede acarrear fricciones con las personas del entorno inmediato, con el grupo, con los que son uchi, ya sea en el seno familiar, en la empresa o con los amigos.

        En la concepción japonesa esto no es deseable. Por lo tanto se tiende a educar a los niños para que oculten sus sentimientos y se guarden sus opiniones, so pena de quedar excluidos en el futuro de las estructuras grupales en las que naturalmente habrían de desarrollar su vida. Se les dice que no deben ser como la rana, que abre su boca y deja ver su interior. Se enseña el comportamiento correcto en el que mostrarse tal cual se es constituye una debilidad e incluso un peligro para los demás.

        Entonces es cuando surge tatemae, la fachada conveniente, politicamente correcta, que ha de presentarse en cada momento para la buena marcha de las relaciones. Es obvio que esto no es privativo de la sociedad japonesa, pero quizá allí ha encontrado un profundo arraigo en el carácter y la personalidad de los individuos, se ha ritualizado, santificado hasta considerarse el único comportamiento aceptable socialmente.

        En la práctica se nos muestra como una ambigüedad casi "gallega", un estar de acuerdo con proposiciones contrarias, un deseo de estar siempre disponible y agradando, pero a la vez formando una barrera alrededor de la auténtica opinión del individuo. A veces incluso llega a lo que nostros denominaríamos mentira piadosa. Y además sin traslucir ni con lenguaje corporal ni verbal lo que de verdad queda oculto y que pertenece a la esfera íntima del individuo. No olvidemos que el concepto de sinceridad, makoto, es también diferente al nuestro porque asimismo se supedita a lo que resulta conveniente en el momento, sin que exista un deseo consciente y explicito de engaño.

        Dentro de la sociedad japonesa es muy conveniente y es tanto más extendido cuanto mayor es en edad el individuo. A nosotros se nos antoja difícil de convivir con la sensación de "doble cara" que tendría en nuestros códigos de relación. Cuando un occidental medio se ve en el punto en que pone las cartas sobre la mesa, el japonés aún tiene correa para rato, puede mantener una postura mimética durante mucho más tiempo y aguantar más presión.

        Por lo tanto una cierta dosis de paciencia y, quizá en no menor medida, indulgencia, serán siempre útiles cuando veamos el tandem tatemae-honne, desplegarse ante nuestros ojos. Es mejor intentar comprender y adaptarse que rechazar un comportamiento aprendido y desarrollado desde la infancia. Conviene desarrollar un sentido muy fino para poder leer detrás de lo que se ve en primer plano. Al igual que ocurre en el idioma, debemos aprender a ir un paso más allá de lo sugerido. Y entonces tendremos éxito en la tarea de conocer de verdad a la persona.
 



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