Juan Bautista De La Salle nació en la ciudad de Reims (Francia) en 1651. Fue el primogénito de su familia que formaba parte de la burguesía local. Realizó sus estudios primarios en el Colegio des Bons Enfants de Reims. Sintió la llamada del Señor para su servicio y recibió la tonsura a los 11 años; a los 16 años fue nombrado canónigo de la Catedral de Reims. Para continuar sus estudios sacerdotales se dirigió a París al seminario de San Sulpicio, desde el cual siguió estudios en la Sorbonne.
Su paso por París fue breve a causa del fallecimiento de sus padres, lo que le obligó a asumir la responsabilidad de la administración de los bienes familiares y de la educación de sus hermanos. Continuó sus estudios teológicos en Reims, donde recibió el diaconado y la ordenación sacerdotal a los 27 años. Como sacerdote continuó su función de canónigo de la Catedral y realizó algunas labores de servicio pastoral entre las cuales se contaba la asistencia a la naciente comunidad de las Hermanas del Niño Jesús de Reims, que había sido fundada por el amigo y director espiritual de De La Salle: el P. Nicolás Roland, para la educación de las niñas pobres de Reims.
Realizando esta tarea se empezó a preocupar y a ocuparse de la educación de los niños y jóvenes necesitados. Su primera preocupación nació como una simple colaboración de caridad; poco a poco se dejó conducir por la mano de Dios y se empezó a interesar por los problemas educativos de su época, por la formación de los maestros encargados de la educación y por el establecimientos de las escuelas gratuitas y cristianas.
Su compromiso inicial, hecho de pura caridad, lo llevó a comprometerse con la organización de las escuelas, con los problemas educativos de los niños y jóvenes de su época y con la formación de los maestros. Un compromiso lo llevó a otro compromiso sin haberlo previsto desde el inicio.
Su tarea con los maestros le hizo comprender que para llevar adelante el designio salvífico del Padre en el campo de la educación, era necesario dotar a la naciente comunidad de maestros de una organización y de una espiritualidad propias. Se abocó a dar una organización a la comunidad de maestros, a dotarlos de formación religiosa y humana y a perfeccionar los sistemas educativos. Sabía que el éxito de la tarea propuesta y emprendida pasaba por la constitución de una nueva comunidad que quisiera entregarse voluntariamente y por respuesta al llamado del Padre a la tarea de la formación humana y cristiana.
Venciendo las reticencias de las autoridades eclesiásticas de la época, las dificultades en la perseverancia de sus primeros seguidores, las dificultades económicas para el establecimiento de las escuelas y la carencia de técnicas y medios adecuados logró ir estableciendo su comunidad y las escuelas cristianas por todo el reino de Francia. Su abandono y renuncia personal lo llevaron a dejar las cosas más preciadas para él, lo llevó a hacerse pobre entre los pobres, maestro entre los maestros y Hermano entre los Hermanos. Su seguimiento de Jesucristo lo llevó al anonadamiento total y a la donación total.
Su muerte se produjo el 7 de abril de 1719, viernes santo, en la casa de Ruán, aquejado de fuertes dolencias y edad avanzada. A su muerte, la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se encontraba establecida en diversas diócesis de Francia y sus escuelas se desarrollaban con vigor. La obra de Dios había sido realizada gracias a la donación total de uno de sus hijos.
Para ayudar a la formación de los maestros escribió numerosas obras de carácter pedagógico y espiritual, entre las cuales podríamos destacar sus "Meditaciones para los Domingos y Fiestas", las "Meditaciones para el tiempo de retiro", la "Guía de las Escuelas", su catecismo llamado "Deberes de un cristiano para con Dios", su "Manual de urbanidad y cortesía", etc.
La espiritualidad de Juan Bautista De La Salle, es una espiritualidad fundada en el seguimiento de Cristo y por lo tanto su signo más característico es la persona de Jesucristo ya que en Él todo adquiere sentido y plenitud. Su organización espiritual se centra en Jesucristo. Es una espiritualidad nacida de la experiencia vivida en el seminario de San Sulpicio en el siglo XVII francés, una rica escuela espiritual que buscaba recuperar para la Iglesia los valores trascendentes del evangelio y llevar a la práctica las resoluciones conciliares de Trento. De La Salle es hijo espiritual de una escuela que busca la coherencia y la autenticidad evangélicas y que desea ser signo y testigo de Jesucristo en su sociedad.
Como hemos enunciado, su primera característica es la de una espiritualidad cristocéntrica, que busca la presencia de Dios en todas sus acciones y que se sabe conducida por Dios mismo. Se da una gran importancia al espíritu de fe como una forma concreta de reconocer la presencia y la acción de Dios entre los hombres y en su historia.
La unión entre el ministerio y la misión del hermano tiene un eje central en la vida espiritual impulsada por De La Salle. El Hermano no debe hacer diferencia entre sus deberes de estado (función educativa y de promoción humana) y su tarea de salvación. Por amor de Dios, el Hermano se convierte en Ministro de Jesucristo para los niños y jóvenes en una misión educativa y salvífica. Su vida espiritual da a la tarea educativa un rango y una categoría propia del ministerio de los apóstoles, una dignidad que eleva al grado de ministerio establecido en la Iglesia, la tarea en el mundo de la cultura.
El ministerio del Hermano se desarrolla inserto en la vida de una comunidad apostólica, que abraza un proyecto evangélico entre los más pobres y necesitados. La dimensión de la comunidad se inserta en la dinámica del seguimiento de Jesucristo al ejemplo de la primera comunidad cristiana en Pentecostés.
Las opciones espirituales lasalianas se centran en los pobres y en los jóvenes: las mismas opciones que, 300 años después, hizo la Iglesia Latinoamericana en Medellín, Puebla y Santo Domingo; opción que De La Salle vivió y encarnó en la sociedad de su época.
Otro acento importante en la vivencia espiritual de De La Salle es la oración integrada a la vida y al ministerio concreto de la vida de la escuela, de la vida cotidiana de la comunidad y de la vida ordinaria de la sociedad. La oración ocupa un lugar especial en la vivencia espiritual del Hermano que le permite exclamar "Abbá, Padre", unido a Jesucristo. Su vida se vitaliza y dinamiza en los desafíos que el Señor le hace en las llamadas apremiantes de los pobres.