MERCADO DE BURUSERA
Un curioso comportamiento sexual.

        El sexo y lo relacionado con él es motivo de transacción y negocios multimillonarios en todo el mundo. En Japón, hacia 1985 floreció un curioso negocio que reportaba pingües beneficios con un mínimo de inversión.

        Habría que explicar en primer lugar, que en lo que se refiere a fetichismo, un amplio porcentaje de los hombres japoneses se sienten inclinados hacia los uniformes de colegio de las chicas, seeraa-fuku*, los de enfermera y los de azafata. Asimismo son personajes típicos en los mangas de alto contenido sexual que suelen leerse en los trenes camino del trabajo.

        Las razones de por qué el uniforme de colegio femenino despierta esta reacción fetichista las desconozco completamente. Además en Japón hay un alto grado de seguridad ciudadana y raras veces son molestados los niños y niñas camino del colegio. Como mencionaba un autor: "es una cuestión de orgullo y honor nacional".
 

        El atisbo fugaz de unas bragas, que tiene su propio vocablo: panchira, capta la atención de los hombres japoneses. En el metro, por las escaleras, en los parques... cualquier sitio puede ser bueno para un panchira, una pequeña gratificación visual. Hace dos años vi un programa en la televisión japonesa dedicado al panchira, sus posibles escenarios, las estrategias para mirar a hurtadillas unas bragas, con mujer dentro, y las formas en que éstas lo evitan, o no, ya que son tremendamente conscientes de ello. El programa se emitía por la noche, en una franja horaria de máxima audiencia y, aun con un cierto toque de humor y desenfado, era una guía completa y exhaustiva para el aficionado a panchira.

        Muchas chicas japonesas se han extrañado de que "desaprovechara" buenas oportunidades de echar una ojeada furtiva a alguna mujer despistada, y me lo han hecho notar con curiosidad, haciendo ellas mismas las comparaciones con el comportamiento de sus conocidos japoneses en la misma situación y cuál habría sido su reacción.

        Pasaban en la televisión un anime de un equipo de baloncesto en el que la estrella, cuando le flaqueaban las fuerzas en lo más duro de un partido, pedía a su chica que le enseñara las bragas. Esto hacía en Chicho Terremoto, que así se llamaba el personaje, el mismo efecto que las espinacas en Popeye. Igual ocurre en tantos otros animes que sería innecesario enumerar, en que los personajes son muy conscientes de la visión fugaz de la ropa interior o la desnudez completa.

        En Ranma 11/2, el maestro Chen es el terror de las chicas que tienden su ropa interior en las terrazas y balcones. En las noches que el maestro Chen está inspirado sale con su saco y saltando de tejado en tejado, va sustrayendo la bragas y sujetadores que pasan a su ya nutrida colección.

        Y algunos amigos japoneses me comentaron que además de por una cuestión de estética en las fachadas de los edificios de apartamentos que solía preocupar a los propietarios, era mejor tender la ropa y en especial la interior femenina, dentro de la casa, para evitar desapariciones, relativamente frecuentes.
 
 

        Entre los varones japoneses tiene bastante éxito el estereotipo de chica con voz aniñada, comportamiento infantiloide y totalmente dependiente del hombre y sometida a él. Para comprobar esto no hay más que ver la televisión una tarde y tomar unas notas. De hecho el modelo de mujer fuerte, segura de sí misma, suele descuadrar a muchos hombres japoneses que no están acostumbrados a un comportamiento asertivo en general y menos todavía entre las mujeres. La señora Doi, Secretaria General del Partdo Socialista japonés debía provocar escalofríos y pesadillas entre sus colegas de partido, lo mismo que la señora Golda Meir, cuando presidía el Consejo de Ministros israelí fumándose un puro, en bata de andar por casa.

        Para las clases de gimnasia en los colegios se utiliza el llamado buruumaa**, pantalones cortos azules ajustados. Símbolo igualmente de las adolescentes.

        Así que si ponemos a una chica con estas características en un uniforme de colegio la mezcla será explosiva. Algunos piden a sus parejas o a profesionales que se vistan con estos uniformes para una relación sexual. Otros dan el paso final para tener relaciones con chicas muy jóvenes (  Enjo-kosai  ), que desean unos ingresos extra a cambio de algún servicio de compañía y sexual. Pero si no se dan las circunstancias favorables para cumplir esta fantasía sexual hay un último recurso que entra de lleno en el terreno fetichista.

        Y aquí es donde un avispado hombre de negocios japonés decidió emprender una actividad dirigida a una clientela ávida de novedades y sensaciones fuertes, que pudieran satisfacerse sin riesgos: vender seeraafuku, buruumaa y ropa interior de chicas... usada.

        La chica compra sus braguitas en cualquier comercio a un precio de unos 100 yenes. Las lleva durante un día o dos, se dirige al apartamento donde está la tienda de burusera, se las quita allí mismo y las vende después al propietario  por unas diez veces ese valor. Este puede colocar ahora la mercancia en sus estanterias, nunca por menos de 2.000-3.000 yenes. Según el tiempo durante el cual ha sido llevada la prenda, su cotización es mayor. Asimismo se incrementa según las manchas y aromas. Incluso se conservan en cajas de celofan transparente para su mejor conservación, etiquetándose convenientemente dando noticia del tiempo de postura: "dos días", "tres días", "una semana..." . Algunos clientes aprecian especialmente las que tienen restos de sangre menstrual o heces.

        También es práctica común adjuntar una fotografía de la chica, lo cual añade una referencia icónica al elemento fetichista de la ropa interior y también sube el precio.
Buruumaa

        Procedimiento semejante se sigue con los buruumaa y los seeraafuku. Cuanto más conservador y prestigioso es el colegio al que pertenece el uniforme más valor tiene por despertar mayor morbo en el comprador.

        Así ropa interior, uniformes de colegio y ropa de gimnasia va llenando las estanterias de estas pintorescas tiendas, alojadas con frecuencia en apartamentos céntricos o de distritos de actividades relacionadas con el sexo.

        Parece ser que las jóvenes tienen un deseo compulsivo de ir a la última moda y llevando ropa y complementos de marca, que no pueden permitirse con la asignación económica recibida de sus padres. Si el resto de las chicas del grupo poseen un bolso de piel europeo, por ejemplo, la que no lo tiene se considera ella misma excluída del grupo, cosa poco aconsejable en Japón y que genera gran inseguridad en los individuos.

        Algunas adolescentes piensan que es un sistema para conseguir dinero extra  menos problemático que el enjo-kosai, las citas con hombres ofreciendo compañía y servicios sexuales. Las ganancias son menores a corto plazo pero se evitan complicaciones colaterales y no se roza el delito de prostitución que puede ser castigado por las autoridades.

        Por más que el vendedor y el cliente de burusera se muevan en un ambiente de confidencialidad, casi de clandestinidad, sin embargo es un negocio que genera altos beneficios con una inversión y riesgo nulos. Se comenta que el perfil del cliente corresponde a un sarariman, un asalariado de empresa o incluso cuadros directivos medios y altos. Lo que se conoce en literatura anglosajona como un white collar, un trabajador de cuello blanco.

        Lo que podría parecer una iniciativa de unos pocos con espíritu comercial se transforma en una más de las actividades de la mafia que se mueve en torno al negocio del sexo en Japón. Usando los mismos canales de propaganda que los teléfonos eróticos y las citas con chicas, por ejemplo en las pegatinas que se amontonan en las cabinas telefónicas y postes de tendido de cableado, farolas, etc., se anuncia el burusera. A veces como un servicio complementario de los anteriores.

        Un inconveniente ha surgido. Los chicos quieren también conseguir dinero y han elegido un pintoresco medio: robar la ropa interior a las chicas, a veces a punta de navaja...
 
 





 


        Cuesta creerlo pero es así. Y además de testimonios personales se encuentran referencias del fenómeno en varios libros:
 VARDAMAN, J.M. Japan from A to Z. Tokyo, Yen Books, 1995. p. 95.
 McGREGOR, Richard. Japan Swings: Politics, Culture and Sex in the New Japan. Sydney, Allen & Unwin, 1996. p. 241.

        En algunos casos, desde el punto de vista japonés, estos problemas no existen o son causados por malas influencias exteriores, como no. Sin embargo existe conciencia de ello y con gran indignación por parte de educadores y personas comprometidas y responsables en el ámbito de la juventud.

artículo en inglés:  Yoshiro Mizuguchi, Editor in Chief of Monthly Women's Magazine "Fujin Koron" :Teenage Sex and Buru-sera Shops
 
 

* del inglés sailor uniform, uniforme de marinero.
** del inglés bloomers


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