Durmiendo con el Enemigo

Por Raquel Melgar

 

De fuentes bien informadas, hace algún tiempo me enteré de lo que ocurrió con un grupo de organismos vivos que poblaban la tierra miles de millones de años atrás. Estos organismos se autorreproducían sin la necesidad de una pareja. De este modo, de un organismo ciliado, resultaba otro idéntico a si mismo, de un acorazado, lo propio. Pasaron así, miles de años.

Un día, mientras celebraban una convención, se dieron cuenta de que no estaban logrando uno de sus principales objetivos: Evolucionar. Entonces decidieron -por consenso- crear las gónadas, células que poseen sólo la mitad de la carga genética y que necesitaban de un par para completarse, llegando de este modo a lo que ahora conocemos como la diferenciación de los sexos. Como consecuencia de ello, la distribución del "trabajo evolutivo" quedaría dividida en dos grandes grupos.

El primero quedo con toda la fortaleza, la inteligencia, y la capacidad de conservación de la especie. Una de sus principales funciones sería, pues, la de la reproducción y conservación de cada especie. A ese convinieron en llamarle "femenino".

El segundo, a su vez, quedó con la fuerza física, necesaria para realizar tareas, que más tarde serían aplicadas a funciones como la recolección de alimentos o la caza, siendo capaces para ello de seriar, clasificar y seguir secuencias lógicas. Como podrán suponer, éste fue llamado "masculino".

Con fines netamente evolutivos, convinieron, en un verdadero "pacto de sangre", que no utilizarían a los iguales para la reproducción. Como resultado, surgió el apareamiento, en el cual unas premisas básicas serían cumplidas. La más importante, debían reunirse entre parejas, con un representante masculino y otro femenino, para completar la carga genética. Otra, no menos importante, debían ser absolutamente opuestos entre sí para evitar perpetuar errores.

De este modo, se logró el objetivo de la evolución hasta llegar al mundo que ahora conocemos, donde existen miles de millones de especies, distintas, únicas, que dan cuenta de la sabia labor de la naturaleza.

En todo esto, como es lógico, una de las especies "más evolucionadas" es el humano, que, para lograr ese nivel, no podía escapar a las reglas establecidas… Entonces, en la edad en que está capacitado para iniciar la reproducción, hormonas específicas bloquean su capacidad de razonamiento cumpliendo con la "regla de oro": Buscar una pareja absolutamente opuesta a él.

Mientras la función de reproducción se cumple, por lo general, se mantiene bloqueado el razonamiento (en cuanto a pareja se refiere). Cuando esta función ha sido lograda, un día despierta y para sorpresa suya, se encuentra… ¡¡¡"durmiendo con el enemigo"…!!! Sí, claro, no podía ser de otro modo, para no perpetuar errores, su naturaleza le había obligado a buscar a alguien absolutamente diferente, y de este modo se presentaba una "fase" más de la evolución.

No era suficiente que a la hora de la reproducción se encontraran "errores" distintos. Para que la evolución resulte "perfecta", el ser humano debe enfrentarse con un reto aún mayor: Una vez descubierto que la persona que tienes por pareja no puede ser más diferente a ti mismo, para lograr ascender un peldaño más en la "carrera evolutiva", debes aprender a convivir en paz con ella; con ese "enemigo"... ¡Qué tarea más difícil!.

En esta "materia" que la vida nos impone para que logremos ser mejores humanos, muchos quedan a medio camino. Entonces, como es lógico, cuando no se aprueba una materia "se repite el curso", tantas veces como sea necesario hasta que se haya aprobado el ramo. Así explicamos el porque muchos humanos pasan de uno en otro fracaso matrimonial. Podríamos pensar, siguiendo esta teoría, que se "retiraron del curso antes de aprobar la materia".

No todos corren con la misma suerte. Algunos aprenden a llevar esa convivencia de modo "ejemplar", logrando vencer el curso. Si la pareja ha evolucionado al mismo ritmo, lo más posible es que ambos, al transcurrir del tiempo, hayan logrado "igualarse", y dejar de ser "contrarios" para ser "complementarios" y potenciarse el uno al otro.

Si esa complementariedad no es lograda dentro de la pareja es casi seguro que surgirá, en algún momento, alguien que lo sea y permitirá seguir mejorando, en esa persona, los aspectos que más desarrollados posea. Por ello puede entenderse que se establezcan nuevas parejas después de haber "aprobado el curso" en las cuales es notoria la compatibilidad.

Por todo esto, podemos inferir que las parejas que se separan, cuando ya han superado todos sus "problemas" y no encuentran otro motivo que ese al que suelen denominar "hastío", pueden tener mayores posibilidades de reiniciar y de encontrar a un complementario que los ayude a "potenciarse".

En el momento en que este fenómeno ocurre, cambiar de pareja no solamente es cambiar de "defectos" sino la posibilidad de encontrar a alguien con quien recorrer la vida de la mano, mirando hacia un horizonte común y construyendo sobre las mismas bases, igualando capacidades y potenciando las virtudes, pues del "contrario" ya habremos aprendido a convivir en paz.

(Veure l'article en català)

 

I'll find my way home (Vangelis)

 


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Última revisión: 04/08/99