|
Historia
Es
habitual decir que un vino es capaz de resucitar a un muerto, pero lo
extraordinario para los enólogos es que una gran casta regrese del otro mundo y
crezca ahora en Chile después de más de un siglo de su funeral en Francia. Se
trata del carmenère, uva tinta originaria de la zona de Burdeos (Francia) que se
ha transformado en una de las más apreciadas desde su 'hallazgo', a mediados de
los 90, y que tiene en Chile su reserva genética. Desapareció física y
comercialmente de los viñedos europeos en la década de 1870 por problemas de
corrimiento por mala fecundación (coulure) y por la llegada de la filoxera.
"En Francia sólo
quedan algunas cepas, a título experimental y sin carácter industrial, por lo
que podemos decir que solamente en Chile se utiliza", dice el enólogo de la Viña
Casablanca, el español Joseba Altuna.
Antes de la llegada de la filoxera, vinateros chilenos trajeron el carmenère,
camuflado entre cepas tintas de merlot y cabernet Franc, al país, donde se
desarrolló confundida en viñedos que entonces no diferenciaban variedades.
Durante años satisfizo los paladares de los catadores más exigentes y ganó
premios como un supuesto "merlot" chileno.
Sin embargo, 130 años después de su desaparición en Francia, en 1994,
especialistas franceses detectaron que esta cepa no era merlot, sino carmenère.
Este hallazgo significó un impulso a la ya ascendente exportación de mostos
chilenos, cuya industria logró beneficios de 568 millones de dólares el año 2000
tras crecer a una media de 15% anual en la década de los 90. Además, el
carmenère izó a Chile en el mapa vitícola mundial, donde hasta entonces sólo era
conocido por sus cepas tintas compartidas con el resto del mundo, principalmente
el cabernet sauvignon y el merlot, a los que en los últimos años se agregó el
pinot noir.
Fue el comienzo de la revolución. Las viñas chilenas se profesionalizaron,
hicieron estudios y separaron las cepas y tímidamente empezaron a etiquetar sus
vinos como lo que eran: Carmenère exclusivo de Chile.
"Cuando es bueno, este vino es de un tremenda concentración de colores, aromas y
sabores, con taninos normalmente suaves y maduros", explica Marcelo Retamal,
enólogo de la Viña Santa Inés/De Martino, una de las pioneras en el desarrollo
de esta cepa en Chile y la primera en identificarlo en la etiqueta.
De acuerdo al último catastro del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), en Chile
hay cerca de 2.600 hectáreas plantadas con carmenère, la mayoría en el valle de
Colchagua, a 60 kilómetros al sur de Santiago. "En poco más de un lustro, cerca
de 30 vinos han sido etiquetados como carmenère", dice el autor de la guía de
vinos chilenos "Descorchados", Patricio Tapia.
A partir de 1996, varios vinos de esta cepa han sido premiados
internacionalmente, ya sea como varietal o en ensamblajes. Una de sus
principales alianzas es con el cabernet sauvignon, la hasta ahora casta estrella
de Chile y a la que corresponden la mayoría de los premios internacionales de
los vinos locales.
"El carmenère tiene muchas perspectivas. No lo tiene nadie más y es una novedad
mundial. La idea es que así como se asocia a Argentina con el m albec o a
California con el zinfandel, cuando se piense en Chile se recuerde al carmenère",
afirma Patricio Tapia.
Según cifras oficiales, el vino chileno se exporta a 90 países, entre ellos
mercados tan lejanos como Rusia, Malasia y China, además de Estados Unidos y
Europa, sus principales compradores. Chile es el principal exportador de vinos
de Iberoamérica. Destina a mercados extranjeros el 60% de su producción y posee
el 5% del viñedo mundial.
[Los chilenos parecen ignorar que, después de ellos, otros grandes productores
de vino se han descubierto un tesoro de carmenère: Italia, todo cuyo supuesto
viñedo de 'cabernet franc' en el norte y nordeste ha resultado ser carmenère mal
identificado. Y los italianos tienen mucho más que los chilenos: ¡4.200
hectáreas!]
|