TOMANDO UNAS COPAS.
El momento del relax despúes de una jornada de trabajo.
 

        Los japoneses gustan de salir a tomar unas copas con los amigos cuando el trabajo se lo permite. Hay una enorme variedad de establecimientos en los que cenar, pasar el rato, practicar karaoke, o geemu sentaa donde probar el último videojuego.

        Es posible encontrar restaurantes de casi todos los países en las grandes ciudades y desde luego las sempiternas hamburgueserías y pizzerias que podemos ver en cualquier lugar de España. De hecho, la primera noche que pasé en Japón, en Tokyo, tuve que reprimir mi deseo de entrar en algún establecimiento netamente japonés (no digo típico, sino simplemente de cocina japonesa) y dejarme llevar a una hamburguesería de una cadena americana, mientras mis amigos japoneses se enorgullecían de estar a nivel "americano" ;-)

        En el caso de los empleados de las compañías japonesas, salir del trabajo y tomar unas copas o picar algo con los compañeros y los cuadros medios de la empresa es todo un ritual del que difícilmente se escapa. El grupo que trabaja unido también "sale a divertirse" unido.

        Generalmente se bebe bastante en esas reuniones. El japonés es compulsivo bebiendo, parece que su objetivo es la borrachera rápida. Es frecuente ver los resultados en los últimos trenes. Sarariman, de impecables trajes y caros portafolios, hacen esfuerzos titánicos por mantenerse derechos y encontrar la puerta del vagón o el torno de la salida de la estación. Eso si, aunque lleven una cantidad notable de alcohol en el cuerpo, son los borrachos más correctos que uno se pueda encontrar, porque no suelen dar molestias a otros transeuntes o pasajeros, ni emprenderla con "cantos regionales" equivalentes a "Asturias, patria querida". Por el contrario, sestean con aire digno luchando por mantener el equilibrio, ante la mayor de las indiferencias. Nadie mira, al menos directamente, a ninguno de esos ciudadanos pasados de copas.

        Y es que la embriaguez pública no se ve de la misma forma que en Occidente. Cuando varias personas se juntan a beber y se emborrachan están ejecutando un ritual social. Durante la borrachera se pueden relajar y dar rienda suelta, dentro de un orden, a pensamientos y sentimientos que en estado sobrio serían absolutamente incapaces de expresar. Habrá quien piense que me excedo al decir que es una de las pocas ocasiones en las que uno puede tener un atisbo del honne, pero un pequeño ejemplo lo aclarará: un japonés que sobrio hacía todo tipo de protestas de sinceridad al decirme que mi japonés era excelente, aunque yo sabía muy bien lo lamentable de mi nivel de conversación, me dio un repaso a fondo, señalando todos mis defectos gramaticales y de entonación y vocabulario "femeninos" cuando paso de la tercera copa que resultó ser su umbral de rendición.

        Es posible decir o hacer casi todo lo que a uno se le apetezca. Caben comportamientos infantiles, juegos de todas clases, canciones, risotadas, etc. Casi todo está permitido, en apariencia. Sin embargo, aun con la cogorza más monumental, siguen encendiendose las luces de control en la mente del japonés, cuando se da cuenta de que determinado comentario o actividad puede ser demasiado fuerte. Así que hay relajación pero no pérdida total de conciencia y del sentido de la armonía del grupo.

        Se establecen confianzas que durarán lo que la fiesta. Incluso puede decirse que en ocasiones se busca la ocasión de beber para poder sincerarse con otro, cuando menos una vez. Al día siguiente cada uno volverá a su papel dentro de la jerarquía y se mantendran elegantemente las distancias. Nadie suele romper la norma no expresada de no hacer alusión a nada de lo dicho en plena euforia, salvo que la fiesta haya sido entre amigos y además jóvenes. Si alguién hace algún comentario, el aludido probablemente exhiba una máscara de autocontrol y diga con calma que nada de eso fue dicho por él. Insistir en que no estábamos tan borrachos como para no recordar con detalle la conversación no servirá más que para hacernos perder todavía más puntos.

        Aún en la juerga más desmadrada se siguen respetando las jerarquías y aunque haya cierta permisividad a la hora de expresar críticas hacia el sistema, otros compañeros o incluso el jefe, no conviene abusar de su paciencia, porque él sí que recordará lo que se dijo sobre su persona ;-)

        Ni que decir tiene que resulta descortés rehusar la copa que se ofrece. Nos puede librar el aludir a una cierta dolencia que nos impida beber alcohol. Si no es así, es mejor dejarse llevar y ponerse a la altura de las circunstancias. Incluso pueden mirarnos con cierto recelo si no alcanzamos un nivel de euforia semejante. Pretender controlar es tanto como decir que no queremos compartir la actividad del grupo. Así pues conviene hacer un esfuerzo y seguir el ritmo de los kampai, la palabra equivalente a nuestro "chinchin" *  y colaborar en rellenar las copas de los demás, nunca la nuestra: es la norma de etiqueta.

 

* Como quiera que "chinchin" es una palabra que en japonés vulgar significa "pene", está claro que debemos evitarla y corear kampai, que viene a ser como "a vaciar la copa".


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