ALGUIEN MAS ENTRE LA MULTITUD
CAP.2.-LOS ELEGIDOS POR EL DON
 
Grácil ha bajado del transporte que cogió después de colarse en la ciudad,  no ha sido tan difícil entrar en aquel sitio, sin papeles y sin fastidiosos tramites legales. Para un exilado (cualquier persona que vive fuera de Haerea) es muy complicado conseguir un pase, e imposible permanecer allí mas tiempo del necesario para sus gestiones. Control de población. 

Si Dama Maudit, su maestra, la hubiera visto se habría sentido orgullosa de ella. No había cometido errores y su plan funcionaba perfectamente... bueno, a excepción de  un
pequeño detalle.

Por lo visto se había equivocado al coger el transporte (en aquel maldito laberinto de vías y calles era fácil despistarse) y ahora estaba completamente perdida. 

Genial... la multitud la empuja en dirección a las escaleras de salida y ella no quiere irse, debe coger otro deslizador que la lleve a donde vive Aquila. Encontrarlo es muy urgente, la vida de su segunda madre depende de ello. 
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Dama Maudit acogió a Grácil cuando era casi un bebé. 

Según le había contado la anciana sus padres fallecieron a causa de una de las muchas plagas que asolaban la población de exilados. La madre de Grácil era la mejor  alumna de Maudit y si no hubiera muerto habría sido una Gran Dama extraordinaria (dotada con un poder mucho más fuerte que el de la mayoría de los mutantes), igual que ella esperaba ser algún día. 

Cuando se quedó huerfana, Dama Maudit la cuidó y la quiso tanto como a su propio hijo, el cual, casi veinte años mayor que Grácil,  había sido para ella una mezcla de padre y hermano  mayor.Al igual que ella,  tanto Aquila como su madre poseían elDon, es decir, eran  mutantes lo bastante poderosos como para ser considerados peligrosos en Haerea

Pero Aquila nunca había  estado muy conforme con su condición, así que cinco años atrás, se había marchado de la casita donde vivían hasta la ciudad, en busca de otro tipo de vida. Dama Maudit aferrada a sus tradiciones se negó a marcharse con el y Grácil se quedó junto a ella. 

No se hubiera ido nunca de allí, le gustaba vivir en la playa junto al mar. La casa de su maestra  no era gran cosa, pero estaba en una de las pocas playas limpias y tranquilas que aun quedaban. El aire era puro y la pobre luz solar que llegaba hasta allí, cegadora, comparada con las permanentes tinieblas que envolvían la ciudad. 
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La niña arruga la nariz y se pasa una mano por la frente para limpiarse el hollín que le ensucia la cara,... que asco. 

En la ciudad todo esta sucio, el aire es repugnante y además Grácil se marea entre tanta gente. No puede concentrarse en el espíritu de Aquila, son demasiadas corrientes vitales fluyendo a su alrededor, una locura. 
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Los "elegidos", como se llaman a ellos mismos los mutantes, suelen vivir solos o en pequeñas comunidades familiares, en parte por no llamar demasiado la atención a las fuerzas de seguridad de los "comunes" (no-mutantes) y en parte por la Orden. 

La Orden esta formada por elegidos excepcionalmente poderosos, y su red secreta se extiende por dentro y fuera de Haerea, incluso hasta mas allá de las tierras muertas, donde nadie se atreve a ir. 

Dama Maudit abandonó este grupo muchos años atrás, cuando todavía era muy joven y Aquila estaba próximo a nacer. No estaba de acuerdo con los métodos y la forma de utilizar el Don de sus integrantes. Eran fanáticos prepotentes y aspiraban a tiranizar a los comunes, que consideraban inferiores. Incluso habían desvirtuado sus dones y llegado a desarrollar habilidades espantosas. 

Su maestra era una idealista y tenia fé en la humanidad. Su hijo no crecería en aquel ambiente si podía evitarlo. 

Así que huyó de Haerea, como tantos otros elegidos que respetaban a los comunes y creían en la igualdad, obligados, si querían conservar su libertad, a pasar desapercibidos y vivir alejados unos de otros, comunicándose únicamente de espíritu a espíritu. De esa forma si localizaban uno de sus enclaves los demás estaban a salvo, como habían estado ella y su joven alumna hasta que la Orden las descubrió una semana atrás. 

Afortunadamente ese día Grácil había ido al limite del bosque, al pequeño huerto con frutas y verduras que cultivaban.  Por lo general, con la pobre luz del sol todos los vegetales crecían raquíticos. Pero Dama Maudit le había enseñado a usar el Don para revitalizar el crecimiento de sus verduras. 
 

Formaba parte de su entrenamiento y aunque resultaba un poco aburrido (porque las corrientes espirituales de los tomates y las lechugas no eran muy interesantes)  había que empezar por algo fácil, para ir progresando poco a poco hasta llegar a ser una Gran Dama como lo fue su madre.

Asi que por las mañanas pasaba varias horas en el huerto, concentrada en la fuerza vital de los pequeños seres del reino vegetal, haciendo que creciesen sanos y fuertes. Un muermo. 

Cuando volvía a casa se dió cuenta de que algo extraño pasaba, un escudo psíquico rodeaba la vivienda, extendiéndose casi un kilometro alrededor. Era obra de su maestra, seguro. 

Por eso no había notado nada antes. Probablemente quería protegerla, en un intento de evitar que al sentir su dolor acudiese en su ayuda.


Todo estaba hecho un desastre, la Reverenda Dama no era tan vieja y se había defendido con la fuerza de un huracán, pero los miembros de la Orden habían vencido. Grácil sintió el rastro de sus retorcidas auras en cuanto cruzó el escudo. 

Se habían llevado a Dama Maudit

Ni siquiera podía pedir ayuda porque solo su maestra sabía comunicarse con los otros elegidos. ¿ Que iba a hacer?. Estaba sola y no era más que una Pequeña Dama (una aprendiza) que apenas conseguía hacer crecer una planta. 

Tras un par de interminables días de confusión y miedo Grácil también abandonó la casita. Solo se llevó la corona de Gran Dama de su madre, no tenía ningún valor real, de hecho parecía un sombrerito algo ridículo y solo significaba algo para los elegidos libres. Sin embargo, a ella le infundía un poco de seguridad y ahora necesitaba el mayor ánimo posible, real o imaginario. 

Su plan era muy simple, llegar hasta Haerea, encontrar a Aquila y decirle lo que había pasado. Después él lo solucionaría todo. Grácil sonrió esperanzada, no conocía a nadie tan fuerte, tan valiente y tan listo como él... bueno, en realidad no conocía apenas a nadie. 

Para llegar a su destino no tuvo demasiados problemas. Llevaba unos minutos caminando por la senda que sale del bosque, a lo largo del río, cuando una familia de campesinos que se dirigían al mercado de la gran torre se ofrecieron a llevarla hasta las puertas de la ciudad. Todo iba tal y como había previsto, incluso mejor. Después de un par de días el viaje terminó y tras despedirse de sus acompañantes, agradeciéndoles su ayuda, Grácil abandonó el carromato y se mezcló con los viajeros, comerciantes y vagabundos que intentaban entrar en la grandiosa Haerea

Enseguida se fijó en un grupo de cinco o seis personas que discutían con un guardián frente a uno de los pórticos, por lo visto, sus visados no estaban en regla y no se les permitía el paso. Los viajeros se resistieron a marcharse y en un instante se armó una buena pelea. 

Grácil aprovechó la oportunidad. Corriendo como un rayo se deslizó entre los hombres (demasiado enzarzados en la lucha como para reparar en ella), consiguiendo meterse por debajo de los barrotes de la puerta un segundo antes de que el rastrillo llegase al suelo. 

Casi se convierte en un acerico. 

Una vez dentro, se encontró en un larguísimo pasillo, a través del cual varios agentes de vigilancia corrían hacia la entrada, donde estaba produciéndose el altercado. 

Sin problema. La chica se rodeó de un escudo psíquico lo bastante fuerte como para que unas mentes preocupadas por un asunto grave no reparasen en su presencia. Dama Maudit lo llamaba camuflaje. 

Por supuesto su capacidad de crear esta defensa nunca hubiera funcionado con alguien de la Orden, o con otro elegido, pero ya era suficientemente buena como para engañar a un común. 

Caminó despacio entre los guardias que pasaban a su lado sin notarla  en dirección a la salida del túnel, y cuando consiguió alcanzar su objetivo se encontró en la Estación Principal del estrato base de Haerea, el único ( aparte del subterráneo) que se mantenía a ras del suelo. 

¿Y ahora qué?. Había más cien vías de transporte distintas, y miles de personas intentado llegar a alguna parte. 

Grácil bajó el escudo, estaba agotada, no era igual entrenar sóla o con las verduras que usar su Don allí, rodeada de mentes desconocidas y jugándose el cuello. No hubiera aguantado ni un minuto más. 

Un poco abrumada por la multitud, prestó atención a los anuncios que los altavoces hacían de los distintos destinos de los deslizadores, parecidos a brillantes lombrices metálicas. En alguna ocasión, después de su partida, el espíritu de Aquila se comunicó con su madre y recordaba haber oído decir a Dama Maudit que su hijo vivía en el tercer estrato de un sitio llamado "La Colmena". 

En ese momento, se anunció que uno de los transportes partiría en la dirección que ella esperaba. Perfecto. 

La niña entró en un vagón, junto a una cantidad enorme de gente que la empujaba aplastatándola. Podía haberse ahorrado gastar sus energías en camuflarse porque todos la ignoraban, en realidad todos se ignoraban unos a otros. Para Grácil  era sorprendente que la desconfianza de aquellas personas pudiese ser tan densa, ocupándolo todo hasta rebosar como las raicillas de una planta en un tiesto demasiado pequeño. Todo el mundo llevaba su propio "escudo" en Haerea, mutantes y comunes. 

Después de  varias paradas el compartimento se vació casi por completo y la niña consiguió sentarse, había preguntado a uno de los pasajeros y su parada era la décima, así que intentó descansar un poco, tenía muchísima hambre, y sueño... 

Por desgracia, (cuando aun no se domina bien) el uso del Don provoca un sueño reparador y profundo, proporcional al desgaste sufrido. No recordaba  en que momento se había quedado dormida, pero al despertar el vagón estaba completamente lleno otra vez y se avecinaba la última parada. 

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- Que bien , tanto planificar para llegar a nosedonde.... ¡buhf!-

Completamente despistada, la Pequeña Dama no ha tenido mas remedio que bajarse, en la estación de la zona inferior de "La Colmena", no sabe donde está, ni cuando sale el próximo deslizador  hacia a su destino, ...suponiendo que salga. Para colmo de males esta oscureciendo. Las dos grandes lunas, surgidas tras el gran desastre, empiezan a brillar bañándolo todo con su luz verdosa. 

Un altavoz anuncia el toque de queda, en media hora la estación cierra. 

Grácil había oído hablar del fastidioso toque de queda a su maestra, cuando condenaba  las represivas costumbres de Haerea. Tiene que quitarse de en medio o los centinelas la detendrán y eso podría ser el fin de su plan, de Dama Maudit y de ella misma. 

Entonces lo nota. Alguien la mira con mucho interés. 

Por lo general Grácil, como cualquier elegido libre, se mantiene en guardia con un pequeño campo de fuerza a su alrededor.  Sirve de protección y  para sentir cualquier posible intromisión de otra corriente espiritual. 

Girandose en redondo, sostiene la otra mirada concentrándose en repeler su atención. 

Lo ha sobresaltado, ...vaya. Es un chico joven y alto, con unos penetrantes ojos azules,  el pelo muy rubio (casi blanco) y una cinta alrededor de la frente, incapaz de sujetar su largo flequillo. Se envuelve en un abrigo marrón, demasiado grande, que le llega hasta los pies y una bufanda que en su día fue blanca, o casi. Esta fumando, apoyado sobre una pared, y mirándola con el mayor descaro. 

Que gracia, no es un elegido (tiene solo una pequeña aura de lo mas corriente) y sin embargo la ha "visto", a pesar del escudo puede sentirla. ¿Por qué?. 

La chica frunce el ceño y lo mira furiosa, su fuerza mental no  rompe su atención, vaya rollo... es bastante molesto. Se ha sobrestimado a si misma, si no consigue ocultar su presencia ante un niñato común esta apañada.
 

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