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Grácil no esta de humor para luchas mentales y el chico rubio se dirige hacia ella a toda prisa. La cosa deja de ser molesta y pasa al grado de peligrosa, así que usando sus capacidades más "comunes" sale a paso ligero de la estación. Sorprendida, siente frío por primera vez, sus dientes castañetean y le recorre un desagradable escalofrío, el escudo esta fallando, tiene que calmarse. Tanta miradita la esta haciendo perder toda su concentración, así que cierra los ojos y vuelve a componer su campo de fuerza con más o menos acierto. Menuda birria de Pequeña Dama está resultando ser. - Ufff... - Respira hondo, bien... si no controla no durara mucho. Ahora lo primero es lo primero. Necesita descansar y no tiene ni idea de donde refugiarse. Completamente despistada echa un vistazo a su alrededor, hasta fijarse en los edificios abandonados. - Bueh, si no hay nada mejor... - Están cerca de la estación, así que mañana no se perderá cuando vuelva para coger el transporte. Se repite cien veces a si misma que solo es una noche, no tiene de que asustarse, pero echa tanto de menos a su familia... como cambiarán las cosas cuando este con Aquila. Sin pensarlo más Grácil se al más próximo. Tal como esperaba, no es muy acogedor que digamos, ha visto hoyos en el fango más bonitos que aquella pocilga. Como aún hay algo de claridad, aprovecha para subir hasta el último piso por una estrecha escalerita que amenaza con desmoronarse en cualquier momento. Es imposible que nadie la descubra allí arriba. En el ático hay un olor rancio muy desagradable, pero también
hay una claraboya por donde entra algo de luz artificial de la ciudad y
un "magnífico" hueco en un muro para recostarse y dormir. Grácil
se sienta en el escalón que forma el entrante de la pared y mira
por la cristalera del techo hacia la inmensa torre de Haerea.
Por algún sitio ahí arriba esta Aquila, incluso
puede que su maestra, Dama Maudit.
Neo no enciende la linterna, de momento hay bastante luz para que los carroñeros no aparezcan, pero no tardarán en salir, la luminiscencia verdosa de las lunas los pone a tono. En los primeros pisos no hay rastro de la cría, el chico empieza a preocuparse, la muy tonta se ha metido bien adentro de la madriguera. Por fin da con ella, esta en el último piso, sentadita en los escombros, mirando embobada por el agujero del techo, como si estuviera en un planetario...será estúpida. El chico menea la cabeza, sin poder evitar una inexplicable sensación de alegría cuando la ve sana y salva. Preparado con su mejor sonrisa se acerca a ella, ahora se trata de ser agradable y enérgico a la vez. No quiere asustarla, parece muy frágil y desvalida. Cuando le cuente donde se ha metido seguro que se echará a llorar
en sus brazos.
-¡... Fuerza santa!.¿Otra vez el niñato este?.- Refunfuñando, Grácil se vuelve furiosa hacia la figura que se le acerca en la penumbra. No piensa seguir huyendo, esta demasiado cansada y además no lee ninguna amenaza para ella en la corriente emocional del muchacho. Una luz le enfoca directamente a los ojos. La chica se los tapa con la mano y se dirige a él en un tono bastante desagradable. - Si no te molesta podrías apuntar ese farol o lo que sea hacia otra dirección... - Después vuelve a mirar hacia arriba, pasando de él por completo. Neo se sorprende, no esperaba una reacción así
, no parece muy asustada. Se acerca a ella y, actuando con la mayor amabilidad
posible, se sienta a su lado.
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-¿ Te importa?-
La niña no se molesta en mirarle. - ¿Y a ti te importa dejarme tranquila?, ¿ no tienes nada mejor que hacer que seguirme?- (Es tontita), el chico sonríe de oreja a oreja y contesta con cinismo. - No, realmente eres lo mejor que ha surgido hoy... solo trato de ayudarte un poco. - Grácil lo mira de reojo, el rubio la esta apuntando con un dedo. - De hecho has tenido mucha suerte de que me preocupe por ti, ¿sabes ?. Te has buscado el peor sitio de todos para pasar la noche nena. - |
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Después se calla y enciende otro cigarrillo gris, probablemente esperando una reacción de agradecimiento desmedido. Por suerte ya le había dicho Dama Maudit como son los chicos de la ciudad. Grácil se vuelve a mirarlo con los ojos entrecerrados... ,je ,que listillo. - Si claro... seguro que hay sitios mejores... . Por ejemplo tu casa ¿no?. ¡Jah!, no soy tonta.- El muy idiota no contesta. Sigue allí sentado, con aire de sabelotodo y se le escapa una risilla contenida. Por lo visto le parece muy graciosa. -¿ Te importa apagar eso chico?, me molesta el humo.- El rubio da una calada, sin hacer la menor intención de tirar el cigarro. Ahora habla en tono más impaciente y en sus ojos brilla una chispa de malicia. . - Hum... bueno, ya esta bien de chorradas.
La "chica dura" no responde. Quizás si lo ignora se marchará, y entonces podrá dormir un poco. Escucha sin ganas, una historia acerca de monstruos que acechan en la oscuridad y que la devorarán si no se va de allí con él. Grácil observa a Neo con todo el desdén de que es capaz, ... animales salvajes. Sus corrientes emocionales son tan fáciles de controlar como las de un bebé, el aura es suficiente para que no se acerquen a ella. Si este idiota supiera de lo que es capaz una elegida, entendería
quién es el único que debe tener miedo en esta situación.
No hay forma de convencerla, la cría tiene la cabeza como una piedra. Neo lleva diez minutos intentando explicarle el peligro que corre allí, incluso se ha olvidado de la maldita recompensa, pero no lo cree o no quiere creerlo. Insiste en que es capaz de cuidarse a si misma perfectamente. Incluso le ha dicho que si no se va pronto y los carroñeros aparecen también tendrá que cuidar de él. Que ilusa, esta niña bate los todos los récords de desfachatez conocidos. Ya esta harto. El chico se pasa la mano por la frente levantándose el flequillo hacia atrás y resopla irritado. - Te dejo sola guapita. Ha anochecido y dentro de poco apagarán
las luces de la estación, entonces podrás poner a prueba
tu capacidad defensiva, porque yo me largo.
Parece que por fin se ha dado por vencido, el desconcido se levanta de su lado y sale por la puerta empuñando el extraño farol. Grácil lo oye alejarse bajando las escaleras. Esta muy cansada..., cierra los ojos y se dispone a dormir cuando siente
las otras presencias.
El siseo, parecido al ruido de un viejo ventilador, alerta a Neo cuando ha descendido un par de pisos. Suena por uno de los pasillos de arriba. Vaya, probablemente son sus nervios. Intentando calmarse, el chico sigue bajando sin mirar atrás. Otra vez... Un escalofrío le recorre la espalda, ahora se oyen varios al mismo tiempo. No esta muy seguro, pero teme que sean los carroñeros. Algo rueda por los escalones detrás suyo. Neo se detiene sujetando la luz con fuerza y tras pensarlo unos segundos se da la vuelta. Es una estupidez de la que va a arrepentirse, pero le da pena dejar a esa boba sola allí arriba. No tendrá ni una oportunidad con los monstruos. Le fastidia su propia actitud, pero no puede evitar tomarse demasiado interés por esa cría antipática. Maldita la hora en que se fijó en ella. Tira su cigarrillo al suelo, donde la lucecita azulada destaca un momento contra la oscuridad, antes de extinguirse por completo. Mientras más lo piense peor, hay que hacerlo rápido, quizás los carroñeros aún no se han dado cuenta de que están acompañados. Neo traga saliva con dificultad y empieza a subir de nuevo, intentando no hacer el menor ruido. Un trozo de hierro retorcido que asoma por un hueco en el suelo llama su atención. No es un desintegrador, pero de momento puede servir para aplastar un par de cabezas... Tras acercarse intenta extraer la barra, pero esta atascada, hay otro hierro enganchado a ella que impide sacarla. Cada vez mas nervioso se inclina un poco y alumbra el fondo del agujero. No ve bien, el sudor ha empapado la cinta de su frente y ahora le cae sobre los ojos. En ese momento oye de nuevo el siseo, algo se arrastra velozmente por el suelo en el otro extremo del descansillo. El chico sobresaltado se gira, a la vez que saca la mano con la que sostiene la linterna. - ¡Joder !- Un golpe y el ruido de una pequeña pieza cayendo al interior de la abertura del suelo, el trasto se ha roto. De repente Neo se queda en la mas absoluta oscuridad. El chico abre los ojos tanto como le es posible, en un esfuerzo inútil por adivinar que ocurre a su alrededor. Intenta controlar sus nervios y retrocede caminando de espaldas en dirección a la pared mas cercana. Al menos así estará algo protegido. Sus ojos consiguen ver en la penumbra una ventana, cegada por unos cristales negros de suciedad, que deja pasar un poco de claridad verdosa. Necesita luz, así que arroja el resto de la linterna contra el vidrio que se hace añicos salpicándole la cara. Por fin, la insana irradiación de las lunas ilumina el descansillo de la escalera. Neo esta bañado de sudor y tiene un par de cortes en la cara por donde caen hilillos de sangre. Ahora ve con suficiente claridad y comprueba que no hay nadie, solo oye su respiración. Puede ser que su imaginación lo haya engañado, pero desgraciadamente lo de la linterna no ha sido un sueño. Neo mira la ventana rota con desolación, es imbécil... ha hecho ruido suficiente para avisar de su presencia a todos los carroñeros de Haerea. Se siente bastante humillado, tan frío como cree ser y
esta comportándose como una viejecita. Si los chicos se enteran
de esto tendrá que aguantar sus burlas durante un siglo.
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De nuevo el siseo.
Ahora se ha convertido en una especie de ronquido amenazador.Muy lentamente, el chico mira hacia arriba y entonces ve al carroñero. Sobre su cabeza. Se sujeta en el techo a cuatro patas, clavando sus garras en la piedra sin ninguna dificultad. Es una criatura del tamaño de un hombre, cuya piel tiene la textura de la carne corrompida de un cadáver y un olor aun peor. Los brazos son dos veces más largos que los de una persona normal y fuertes como columnas, mientras que las patas traseras son parecidas a las ancas de una rana , gruesas y musculosas. Se relame. Una larga lengua impregnada de una mucosidad amarillenta, que gotea sobre el suelo, recorre su rostro redondo donde solo se distinguen unos diminutos ojillos rojizos y una enorme boca con varias hileras de dientes, afilados como agujas. El chico le sostiene la mirada intentando que la criatura no adivine el miedo que tiene. Piensa en los cortes de su cara, seguro que huele la sangre... , e instintivamente se lleva una mano hacia una de las heridas. El ronquido se hace mas gutural y el carroñero hace un movimiento
incorporándose sobre sus largas patas delanteras. Ahora su cabeza
cuelga bocabajo a pocos centímetros del rostro de Neo
que se clava contra la pared mientras lo mira aterrorizado.
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