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Todo esta iluminado por el sol de verano, hay flores, pájaros
y fuentes que refrescan el jardín. Yver
puede ver a su madre que le sonríe. Quiere jugar con sus hermanos
mayores, pero es demasiado pequeño. El bebe es un incordio y no
le dejan participar.
De pronto el balón cae a sus pies, ¡si!. Lo coge contento y sale corriendo hacia mamá, ...que se lo quiten si se atreven. Cuando llega a su lado hay alguien más con ella, un hombre muy grande, con el pelo largo y una túnica hasta el suelo. Al oírle llegar se vuelve sonriendo y lo mira con cariño. Yver también le sonríe, le gusta, ya lo ha visto otras veces. El hombre alto lo levanta en sus brazos, parece muy contento, después lo arroja un par de veces al aire, para volverlo a coger al vuelo, él se ríe a carcajadas. Entonces su madre, bruscamente, lo arrebata de los brazos de aquel hombre, abrazándolo contra su pecho. |
Esta gritando algo, muy enfadada. El niño no sabe muy bien que pasa pero no le gusta. El gigante intenta cogerlo otra vez y mamá lo abraza con mas fuerza. Están peleándose, tiene miedo, su madre lo aprieta demasiado, lo aplasta, no puede moverse... Yver abre los ojos desorientado, esta en una especie de sótano, no sabe donde. Alguien le amarra los brazos al respaldo de una silla con unas correas que, antes, le ha cruzado alrededor del pecho, se le clavan cortándole la circulación. También tiene las piernas sujetas de forma que no puede moverlas. Intenta balancear la silla, pero no puede, es demasiado pesada. Parece pegada al suelo. Otro tirón de sus ataduras, le hace dar un gruñido. Urraco se aleja un poco, atemorizado. El prisionero se ha despertado y mirándole fijamente, le dice lo que va a quedar de él cuando se suelte y le ponga la mano encima. Su expresión salvaje hace retroceder aun más al dueño de la casa , en dirección a una pequeña escalera que conduce al piso superior. Corre a buscar a su hermanito para que venga a ayudarlo. Ya empieza a tener problemas, no tenían que haber traído a su casa a este maldito chico. En el cuartucho Fresa tiene resaca, la cabeza le da vueltas y el estómago la acompaña algo mas rápido. Piensa desesperadamente como salvar a Yver. Lo principal es colarse en casa de Urraco... entonces se le ocurre una idea genial. No es tan pardilla, después de todo. En esta ocasión las compras resultan baratas. Debe cambiar de imagen y con una visita a la lavandería del edificio lo soluciona casi todo, hay algunas prendas en la secadora que los inquilinos aún no han recogido, por el aspecto que tienen no le extraña. Es el tipo de ropa que necesita, la chica cambia su vestido por unos pantalones anchos y un blusón descolorido por debajo de las rodillas. Parecido al uniforme de los sirvientes de Urraco. A continuación se corta el pelo tal como lo llevan los siervos, que horror, y el viejo collar de Yver completa el disfraz. Para entrar debe esperar a que caiga la noche, entonces parte del servicio que trabaja en los jardines vuelve a la mansión porque se activa el sistema de seguridad. Urraco puede permitirse tener más de cuarenta sirvientes y varios capataces. Fresa se mezcla entre los de nivel inferior pasando desapercibida, un par de mujeres de mediana edad la ayudan a entrar sin delatarla. Una vez dentro, pregunta por el muchacho y uno de los siervos la conduce hasta una especie de alacena, contigua al sótano donde lo han escondido. Después le entrega una llave y por signos indica a la chica que espere a que su amo salga para entrar. Un guiño. La chica le da las gracias, sin la ayuda de los sirvientes no lo hubiera conseguido, afortunadamente Urraco no es muy popular entre ellos y parece que tampoco les inspira mucho temor. Por una rejilla que hay en la pared puede ver el sotano donde tienen a Yver, al asomarse se le encoge el estómago. En la parte superior de la escalera Ciskos, apoyado en la barandilla, se come un trozo de carne grasienta con los dedos. Urraco esta abajo, junto a Yver, con una jeringuilla en la mano. Por lo visto quiere inyectarle algo pero no se atreve. Su hermano lo observa con desprecio, pensando que es un cobarde y pierde el dominio de si mismo con facilidad. Cuando acabe con los chicos tendrá que estudiar si conviene eliminarlo también. Suerte que en su casa hay una buena colección de "juguetitos", aún mejor que la de Belladona, la silla fija con correas ha sido muy práctica. No será muy complicado hacer hablar al chico. Urraco nervioso se niega a seguir si no le ayudan. Ciskos baja despacio y se acerca a Yver, explicando a su hermanito que no hay peligro, el prisionero no puede moverse de donde esta. Para demostrarlo le da un puñetazo en la cara, provocando que la herida de su cabeza sangre de nuevo. Luego, abre la mano dolorido y sonríe, todavía no están en paz. Yver lo mira desafiante y le dice algo que Fresa no puede oír. El hombre lo golpea otra vez y agarra al chico por el cuello apretando con fuerza, sin temer ahogarlo. Su víctima tose intentando respirar. En ese momento, a un gesto de Ciskos, su hermano aprovecha para clavar la jeringuilla en el cuello del prisionero. Yver aprieta los dientes, es una buena dosis, dentro de un rato será tan manejable como un niño y no les costara mucho sacarle donde esta Fresa. Por fin le sueltan, Yver traga bocanadas de aire con desesperación. Piensa con angustia en lo que estos cabrones le harán a su princesa si la cogen, mientras empieza a notar el efecto del desestabilizador que le han inyectado. Todo se vuelve irreal a su alrededor, sacude la cabeza, no puede concentrarse en nada. Los dos hombres salen de la habitación y apagan la luz. Van a cenar, después se ocuparan del "invitado". Fresa los oye comentar que cuando el chico les explique el asunto del evol y averigüen donde esta ella, podrán matarlo. La chica arruga el entrecejo, ¿ evol? ...es todo muy extraño. El sótano esta a oscuras, salvo por un poco de luz que proviene de una pequeña ventana. Es suficiente, Fresa tiene buena vista. De puntillas se dirige a una mesita donde Urraco ha estado manipulando lo que inyectó a Yver. Un pequeño arsenal de drogas, hay de todo, incluso antídotos. Debe metérselas el mismo, que desgraciado. Se alegra de sus conocimientos médicos, porque su héroe esta hecho un pelele. La cabeza le cuelga sobre el pecho y parece que cantrurrea algo. Hay que darse prisa. Agachándose junto a Yver, le sujeta la cara con la mano y lo zarandea suavemente. El chico levanta una ceja y la mira con gesto de burla. Fresita ha venido, ya era hora. Yupi. Lo que faltaba, el machote tiene ganas de marcha y esta completamente colgado. Fresa le inyecta en un brazo el antídoto y aunque el efecto es relativamente rápido, durante un minuto Yver sigue hablando imparable. No tiene ni idea de porque la quiere tanto y... ¿Que demonios le ha pasado? (risa floja), pelona no esta mal pero pierde puntos (más risitas). No hay forma de callarle. Acercando la cara a su oreja le susurra que es una nena un poquito plasta, necesita una niñera permanentemente, pero no importa ...en la cama todo va de maravilla. El chico hace un gesto poco romántico con la lengua. Fresa trata de convencerse de que el pobre no sabe lo que dice (claro el desestabilizador lo desestabiliza), desata las correas antes de que le de por arrepentirse y le pega un coscorrón. Ya vale imbécil. El antídoto (o el golpe) hace su efecto y de pronto Yver la mira como si acabara de darse cuenta de donde están, su princesa (vaya pinta) ha venido a salvarle, ella solita. Increíble, tres a uno. Tienen que salir de allí antes de que los dos hermanos vuelvan, ¿ha dicho muchas tonterias?. Fresa le lanza una mirada asesina, parece que si. Desgraciadamente, las cosas se complican, cuando van hacia las habitaciones de los sirvientes para salir de allí, se tropiezan con Urraco que, histérico, empieza a chillar llamando a Ciskos. El plan de huida se simplifica, Yver y Fresa corren a toda velocidad. Alguien dispara a su espalda, pero no se vuelven a mirar atrás. Una vez en la salida, el chico desactiva el sistema de seguridad, es decir, revienta de una patada el panel de control (conocimientos técnicos de alto nivel) y tirando de Fresa sale a través de la puerta del servicio. La chica ha dejado el aeromóvil en marcha, aparcado en medio de la calle. Yver arruga el ceño. Muy hábil. Podían habérselo robado sin problema, aparte de que llama bastante la atención, pero por suerte ahí esta. Como un rayo, el chico conduce alejándose de la mansión y sus perseguidores. El tipo de la Cúpula tenia un buen vehículo y además el motor estaba trucado. Más tarde, lo suficientemente lejos de allí, decide abandonar el aeromóvil, es mejor usar el transporte público para volver a la habitación. Yver le da las gracias a Fresa. No imaginaba que fuera capaz de hacer algo así. No contesta, tiene la cabeza recostada sobre la ventanilla y mira hacia fuera. Que carácter, enfadada otra vez, seguro. Para hacer las paces, el chico le acaricia el cuello con el dorso de la mano. Esta helada, algo no va bien. Sigue de espaldas a él, sin moverse. Sujetándola por los
hombros, Yver le da la vuelta, Fresa se queja
débilmente. El chico se asusta como nunca lo había
hecho. Tiene los ojos cerrados, la ropa llena de sangre y el asiento
también. Uno de los disparos le ha causado una herida con muy mal
aspecto, parece que le ha entrado por el costado. Yver la
abraza, apretándola contra él, atemorizado. Si le pasa algo
lo perderá todo, no quiere ni pensar como va aguantar sin ella en
aquel mundo de mierda.
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En un segundo la lleva hasta la habitación en el vehículo
robado, rezando por que no se le muera. Debe conservar la calma, hay que
decidir algo pronto. No puede contar con las tías, han desaparecido
y no hay mas nadie a quien acudir, no tiene amigos.
Solamente uno. Se toca el pendiente que Vícaro le dió , aún lo lleva en la oreja, ese viejo astuto es capaz de salir de cualquier lío sin despeinarse. Si él ha podido escapar, ¿por qué no aquel hombrecillo?. Buscarlo es una locura, pero hará cualquier cosa si existe una posibilidad, por pequeña que sea, de que su princesa viva. Volverá con ayuda. Sonríe con tristeza y le da un beso en los labios, blancos y fríos. Si no hay suerte, se quedará junto a ella hasta que se marche y luego también la acompañará. Después de todo, donde quiera que vaya, necesita que su sirviente la cuide. |
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