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En menos de media hora Yver ha preguntado
por Vícaro, mostrando su extraño pendiente
en, al menos, cuatro antros. Nadie lo ayuda. Ha fracasado, tendrá
que volver a la habitación, no se atreve a dejar a Fresa
sola por mas tiempo. Teme no encontrarla cuando vuelva.
Antes de darse por vencido, prueba con un último local, un sitio pequeño y escondido donde se reúnen viejos disidentes, a contar batallitas. Solo hay un par de hombres bebiendo y una mujer de aspecto sombrío que sirve tras el mostrador. Yver la interroga desesperado, sin obtener resultados, no sabe nada. La bruja le esta mintiendo. El chico descubre asomando por el escote de la mujer un pequeño colgante con el sol de siete rayos dibujado, igual que en el pendiente de Vícaro. Se acabaron las preguntas, perdiendo la paciencia, Yver salta por encima de la barra y se abalanza sobre ella como un loco. Exige que le diga la verdad, a la vez que, zarandeándola, la levanta en peso a un palmo del suelo. Aterrorizada la camarera comienza a gritar como loca, pidiendo que alguien le quite al maldito desgraciado de encima. Aquel espía se va a arrepentir de haber entrado allí. Pensando que Yver es un soplón de los vigilantes, uno de los hombres se le acerca por detrás levantando una pesada barra de metal. El cliente se dispone a resolver el problema con el intruso de forma definitiva cuando una voz estridente les exige que se detengan. La camarera cae, rebotando sobre su enorme trasero. La orden proviene de un hombrecillo, de pelo gris y aspecto caduco, que andando apresuradamente se dirige hacia Yver. Insulta a sus camaradas, que no saben distinguir a los amigos de los enemigos. Le van a explotar las venas del cuello de tanto gritar. Se supone que los símbolos que identifican a los antiguos leales al regente sirven para eso, para i-d-e-n-t-i-f-i-c-a-r-s-e. ¿Para que los llevan si no?. A medida que anda los mira amenazadoramente (obteniendo muy buenos resultados), hasta que acaba deteniéndose frente al chico, que apenas se ha recuperado de su asombro. Yver le apunta con el dedo entre los ojos, agachándose un poco para saludar a su viejo amigo. Debe estar perdiendo popularidad, porque le dijo en el primer tugurio y nadie lo conocía en los cuatro anteriores. Vícaro se ríe, ¿cómo cree que se ha enterado de que un tipejo lo andaba buscando?. Después emocionado abraza a Yver, que casi ha tenido que ponerse en cuclillas para quedar a su altura. Ya sabía que era un chico extraordinario y que esos condenados evols no podrían con el. En cuanto le cuenta lo que pasa, el anciano se carga con un par de cajas llenas de medicinas y cachivaches, para acompañarle a donde esta Fresa. Vícaro es muy bueno en su trabajo, antes de los evols, era uno de los doctores del gran palacio de Domo. No ha transcurrido mucho tiempo desde que Yver se marchó pero su princesa ha empeorado, apenas respira y la mancha de sangre se ha extendido a pesar de que el chico intentó detener la hemorragia antes de salir. Vícaro la examina y asiente aliviado. Puede lograrlo, es una chica mas fuerte de lo que parece. Aguantará. Mientras el doctor se afana en salvarle la vida a Fresa, Yver espera sentado en la escalera, durante lo que a él le parece una eternidad. El hombrecillo ha tenido que echarlo, le hacía perder la concentración con sus nervios. Por fin, Vícaro abre la puerta y llama a su joven amigo. ¿Quiere pasar?. El chico corre a la habitación, entrando como una tromba. Que modales... Fresa lo mira con los ojos medio abiertos, levanta un pulgar y sonríe ligeramente. Yver se arrodilla junto a la cama y hunde la cara en el regazo de la chica, esta llorando como un bebé. Realmente se siente así. Durante los tres días siguientes, Vícaro los visita a diario, tal como imaginaba su paciente se esta reponiendo con bastante rapidez. Tiene un buen enfermero. Ahora que Fresa esta mejor Yver vuelve a su idea de salir de Domo. Vícaro se ofrece para ayudarles. La chica decide seguir el plan del ex-sirviente sin poner pegas, le cuesta reconocerlo pero ,en las actuales circunstancias, él sabe mejor lo que hace. Además quizás el doctor averiguará lo que ha pasado con su familia. Les ha prometido hacer lo que pueda por las tías, seguramente mucho más de lo que pueden ellos. Parece que la suerte ha cambiado. Una semana después de que Fresa se haya recuperado llega el momento de salir de Domo. Vícaro ha conseguido solucionarlo, como siempre. Esta vez será una nave de intercambio de recursos minerales la que los llevará directamente a Escarpia, demasiado bueno para creerlo. Yver esta radiante, volver con su familia, ser libre y tener a Fresa junto a él. Confía ciegamente en su amigo, parece que no es Fresa la única que tiene un ángel guardián. Han acordado encontrase de madrugada, en un pequeño muelle de descarga. Apenas se utiliza porque quedó casi destruido cuando la invasión de los evols y nadie se ha molestado en reconstruirlo. Pocos lo conocen y solo lo usan los que no pueden permitirse cualquier otro sitio. Es bastante peligroso despegar desde allí. Cuando la pareja llega al lugar convenido, Vícaro, que los esta esperando dentro de uno de los hangares, les hace señas braceando frenéticamente para que se acerquen. Fresa hace una mueca burlona, el vejete esta muy raro, ... que agitación, ¿habrá enloquecido de amor por la marcha de su bella paciente?. Su compañero le da un codazo y le pide un poco de respeto, todos están muy nerviosos. De todas formas tratándose del doctor, eso esta fuera de lugar, el muchacho sonríe con malicia, las "bellas pacientes" no le van. Yver guiña un ojo a Fresa, que no sabe que contestar. Vaya corte ...pardilla y ademas cegata. Tal como acordaron, los tres se han reunido en el hangar en ruinas, pero allí no hay ninguna nave. Yver de pie frente a Vícaro le pregunta extrañado que ha pasado. El anciano mira hacia el suelo, se retuerce las manos angustiado y se disculpa sin atreverse a mirarle a los ojos, lo siente mucho pero esta seguro de que es lo mejor que se puede hacer. Seguro que lo comprenderá, en su momento. Yver suelta un taco e inmediatamente se pone en guardia, no comprende porque, pero tiene claro que su "gran amigo" los ha traicionado. Hay que salir de allí enseguida. Otra vez su maldita costumbre de creerse tan listo, después de todo parece que no ha aprendido nada en estos últimos años. |
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Cuando va a coger a Fresa, para escapar antes de que pase lo que sea que Vícaro haya pactado, oye un fuerte zumbido. La chica mira hacia el techo y lo señala, balbuceando algo. Parece que esta clavada al suelo. Entonces, dos seres monstruosos, enormes insectos de aspecto humanoide con alas negras semitransparentes y recubiertos por un exoesqueleto brillante, caen en picado sobre ellos. Son evols, nunca habían visto uno en persona. El chico intenta agarrar al hombrecillo, intentando usarlo como
escudo, pero los evols son mil veces mas rápidos que el. Antes de
que pueda darse cuenta, uno de ellos lo arranca del suelo sujetándolo
por debajo de los brazos con sus largos dedos y el otro atrapa a Fresa,
cogiéndola
del mismo modo, mientras ella grita como una loca y patalea en el
aire.
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A toda velocidad, la comitiva aérea se pone en marcha.
Vícaro
ha subido en un monodeslizador y se dirige junto a ellos hacia el nido
de los evols, la Torre del Poder, antiguo palacio del regente del sistema
y lugar donde se reunía el consejo.
Aunque esta muy asustada, la curiosidad de Fresa es mayor que su miedo. Se pregunta porque aquellos evols, que solo se han dignado a relacionarse con los humanos para aplastarlos cuando la invasión, se toman tantas molestias por ellos dos. Podrían haberlos destrozado y sin embargo los sujetan con cuidado, tratando de no hacerles daño. Recuerda el comentario que oyó a Ciskos en casa de Urraco, todo tiene alguna relación con Yver. Finaliza el viaje. Los monstruos sueltan su carga en una enorme sala cubierta de piedras de luz blanca y se alejan por una ventana dejándoles a solas. Yver y Fresa se miran sorprendidos. Están de una pieza y aquel sitio no parece una celda. Es un salón circular, rodeado de enormes columnas bajo las cuales hay tallados tronos de piedra, una especie de sala de juntas. En el centro el suelo tiene grabado en oro el sol de siete rayos, emblema del regente, sobre el cual asciende un tubo de cristal hasta el piso superior. Probablemente un elevador, que en ese momento empieza a funcionar. Alguien esta bajando hasta donde ellos se encuentran. Fresa ,instintivamente, se refugia un poco detrás de su chico. Lo oye murmurar algo sorprendido cuando la puerta del ascensor se abre. De la plataforma desciende un anciano bastante alto, de aspecto fuerte. Tiene el pelo muy largo, casi hasta el suelo, recogido en una coleta y entre sus canas destaca un mechón de pelo negroazulado tan oscuro como el de Yver. Lleva una diadema en la frente con el símbolo de la familia real y una sencilla túnica negra. El ultimo rey de Domo. Fresa lo ha visto en antiguas grabaciones de hace más de veinte años, a pesar de lo cual, no ha cambiado demasiado, parece imposible que sea él. Nexus, regente de los siete planetas les da la bienvenida a su hogar. Están en su casa, son sus invitados. Contemplando a Yver muy emocionado, abre los brazos y saluda cariñoso a su pequeño príncipe. Sonríe feliz de encontrarlo después de tanto tiempo. Si Fresa abre mas los ojos se le pueden caer rodando, perpleja aguarda la reacción de su chico ante aquel insólito encuentro. No parece estar contento en absoluto, aguantando la mirada a su anfitrión el muchacho le devuelve el saludo sin el menor entusiasmo. Abuelo. Acercándose a él de una zancada, el viejo rey abraza
efusivamente al menor de sus nietos, sin ser correspondido. Yver
lo creía muerto, hubiera sido preferible.
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