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Yver solo había tenido dos amos antes de Fresa. Cuando salió de la prisión o "Institución de Conversión y Reaprovechamiento", como la llamaba el gobierno, se le asignó junto a un grupo de unas veinte personas para trabajo semi-pesado, por llamarlo de alguna forma. No era tan duro como las minas, pero había una gran tasa de mortandad entre los sirvientes que realizaban estas labores así que la "Institución" siempre tenia peticiones de este tipo que atender. Primero estuvo trabajando en una macro-granja industrial, limpiando los comederos, los corrales , retirando los animales muertos y alimentando a los vivos, era un trabajo muy duro, mierda por todas partes. La poca comida transgénica con la que los sirvientes se alimentaban era escasa y estaba en malas condiciones. Por supuesto, ni pensar en tocar la de los animales (mucho mejor) era un robo, y el riesgo era la muerte. Llegó a envidiarlos. Solo podía dormir unas cuatro horas cada jornada y el resto del tiempo trabajaba con los otros sirvientes, vigilados por capataces que, a la menor señal de descanso o disminución del ritmo de trabajo, activaban los collares. Lo normal es que hubiera muerto antes del primer año. Pero por suerte cayó enfermo cuando apenas llevaba ocho meses allí. Una herida infectada o algo que había comido en mal estado combinado con el agotamiento, ...nunca llegó a saberlo con seguridad. Estuvo ingresado en un sanatorio para sirvientes un par de meses. Otra pocilga por el estilo, solo que allí si comía. Era una enorme nave donde las camas se amontonaban y la limpieza era una broma. Casi no lo cuenta y realmente tampoco le hubiese importado mucho. Tenía fiebre muy alta, vómitos y le dolía hasta el último hueso. Pero, dentro de lo que cabe, esto era mejor que lo otro. Por suerte su cuerpo era lo bastante joven y fuerte como para sobrevivir a esa lucha, permitiendo que, para su desgracia, Yver volviera a su condición de siervo en activo. Por supuesto, el dueño de la granja lo rechazó en cuanto pudo. La ley le obligaba a no dejar morir sin atención a sus siervos (resultaba caro para el gobierno el reemplazarlos) y no quería sujetos débiles propensos a enfermar o que permaneciesen sin trabajar haciéndole perder dinero. Sin embargo el granjero no se pudo quejar, salió ganando con
el chico. Porque aunque Yver aún no tenía muy
buen aspecto, seguía siendo atractivo, inteligente y con la educación
de alto nivel de un privilegiado. Gracias a ello se lo quedó
un tasador, a buen precio , para venderlo en el Centro de Reubicación,
o sea en el mercado de sirvientes.
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El segundo amo fue el peor aunque, después de todo,
se cansó pronto de él.
Por lo visto, era un buen cliente del tasador que lo ofrecía; Yver llevaba allí solamente un par de días, cuando un comprador entro en la lujosa tienda del tercer nivel. Maduro y bastante grueso, carecía por completo de pelo, ni siquiera tenía cejas. Además llevaba algo de maquillaje, lo cual, le hacia parecer bastante grotesco. Probablemente, el tipo no se resignaba a ser viejo. El tasador se inclinaba ante el hombre haciendo pequeñas reverencias (debía tener mucha pasta) y sonreía adulándolo de forma descarada, el otro lo ignoraba y contemplaba la mercancía. Si aquel gordo se creía lo que le estaban diciendo, es que estaba ciego. Parecía que iba a marcharse cuando el chico atrajo su atención. Inmediatamente se dirigió hacia el chico y lo miró complacido. Como en otras ocasiones Yver dejo que se acercase a él, para seguidamente darle un fuerte rodillazo en donde más dolía, ya había disuadido a un par de posibles compradores con este sistema. El tasador iba a perder otro cliente . Pero con este tipo no dio resultado. Como si lo esperase, con una agilidad increíble, paró su embestida dándole un puñetazo en el estómago. Acto seguido le metió la mano entre las piernas y apretó con fuerza mientras reía viendo la expresión del muchacho. Yver dejó escapar un gemido de dolor y lo miró asustado, mientras trataba de recuperar el aliento. Mala suerte, le había gustado. A ese baboso le divertían esas cosas, así que se lo quedó. Parecía que a pesar de su edad, aún tenía mucha fuerza, quizás era un vigilante, o un luchador retirado. Ser sirviente de este tipo no iba a ser fácil. El nuevo amo vivía en una gran mansión, tal como el chico imaginaba, aqui había pasta. En cuanto llegaron, lo llevó hasta una habitación donde un par de sirvientes, a modo de centinelas, montaban guardia junto a la puerta. Yver los miró con disgusto, imposible escaparse con aquellos dos tipos allí. Se encontraba en un dormitorio extrañamente decorado. El gusto del viejo era pésimo, desgraciadamente él estaba incluido en sus preferencias y esta vez no se iba a librar, pensó con angustia. Probablemente quería saber si su inversión había valido la pena . Unos minutos después el amo hizo su aparición, lo observó, mientras sopesaba sus posibilidades y le ordenó que se desnudase. Yver lo hizo sin protestar, en otro tiempo, cuando aún era un ciudadano, habría luchado hasta la muerte para conservar su dignidad pero ya no le importaba demasiado. No se apreciaba asimismo tanto como entonces. Sabía que siendo un sirviente, tarde o temprano podía pasarle una cosa así, simplemente era otro tipo de trabajo. El amo esperaba junto a la cama, la firmeza de su carne había desaparecido hacía mucho tiempo y ahora, sin los ropajes chillones que llevaba, parecía mas viejo y arrugado. Sonriendo, hizo un gesto a Yver indicándole que se acostase. El chico, repitiéndose que solamente era otro trabajo, se tumbó venciendo sus nauseas y cerró los ojos. Escapar no merecía la pena, el amo controlaba su collar neuronal y lo único que conseguiría era sufrir más. Después el hombre lo volvió de espaldas con brusquedad, situándose tras él. Yver se sobresaltó instintivamente al notar su contacto, cerró los puños, apretó los labios para no emitir ni un sonido y esperó ... si hubiera tenido algo en el estomago habría vomitado. El peso de aquel cabrón no le dejaba respirar y su maldita insistencia era muy dolorosa. Trató de no pensar en su cuerpo, solo tenía hambre y necesitaba descansar, nada más. Afortunadamente el gordo terminó rápidamente. Después le ordenó que se levantase, parecía bastante cabreado. Yver se volvió y pudo ver su rostro sudoroso y enrojecido. Aparentando una sumisión difícil de fingir, tuvo que escuchar las quejas de su amo, que le insultaba por su falta de colaboración. Por lo visto, no estaba satisfecho con sus "servicios", un pequeño consuelo. El hombre esperaba algo mas de diversión, pero el nuevo no se
resistió en absoluto, ni un grito, ni un forcejeo. No había
hecho una buena compra, demasiado dócil. Cuando por fin acabó,
lo apartó con una patada, arrojándolo al suelo.
Yver quedó inmóvil donde había caido, tendido
de espaldas y con los ojos cerrados, exhausto, ...hubiera matado
a aquel viejo asqueroso sin pensarlo.
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No pudo vestirse, ya que su ropa había desaparecido, así
que durmió acurrucado durante todo el tiempo que pudo, esperando
con temor que, en cualquier momento, su dueño volviera a interesarse
por él.
Ni siquiera estuvo allí una semana, sin embargo le pareció una eternidad, tirado en un rincón de la habitación, sucio, hambriento y desnudo. |
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Por suerte para él, su dueño tenía otros sirvientes para divertirse. No le gustó como "acompañante", así que solo lo utilizó en esa ocasión. Tres días más tarde le dejaron darse un baño, le devolvieron su ropa y un sirviente de la casa lo llevo al Centro de Reubicación para rechazarlo. Cuando todo aquello terminó lo único que Yver sentía era hambre. No había problema, el tasador daba bien de comer. |
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